Hace un siglo cayó el Imperio Otomano «el enfermo de Europa» que pretendió conquistar el mundo
Así fue el auge y la caída del Imperio otomano
Los otomanos reinaron con uno de los mayores imperios de la historia durante más de seis siglos hasta sucumbir en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial.
Por: Luis Alberto Pintado Córdova
El Sultanato Otomano (de 1299-1922 fue un imperio; y de 1922-1924 fue sólo un califato), conocido también como el Imperio Otomano, en turco se escribe Osmanlı Devleti, era un estado imperial turco que fue concebido y denominado así por Osman (v. 1258-1326).
Ascenso, apogeo y caída del Imperio Otomano
En el siglo XI, los turcos selyúcidas, un pueblo de la estepa asiática que había aceptado la versión Sunita del islam arrasó Persia y los territorios vecinos del este, más tarde avanzaron hacia el oeste de Anatolia. En ese lugar, lidiaron con las fuerzas del Imperio Bizantino (330-1453) derrotándolas cerca de Manzikert en 1071, y en lo sucesivo varias tribus turcas se asentaron en la región. A finales del siglo XIII, los diversos beyliks (beylicatos, pequeños reinos) de Anatolia eran prácticamente independientes, pero se enfrentaban entre sí. Osman (r. 1299-1326), el bey (cacique) de Bitinia, una región situada hacia el oeste, cerca del mar de Mármara, inició una guerra con el reino bizantino de la frontera, expandiendo sus dominios a sus expensas y asediando Prusa (Bursa) la cual cayó después de la muerte de Osman en 1326.
El Imperio otomano, uno de los más poderosos de la historia, pasó de ser un bastión turco en Anatolia a convertirse en un estado vasto que, en su apogeo, abarcaba hasta Viena (Austria) al el norte, hasta el golfo Pérsico al este, hasta Algeria al oeste y hasta Yemen al sur. El éxito del imperio se debió a su estructura centralizada tanto como a su territorio: poseía riquezas gracias al control que ejercía sobre algunas de las rutas de comercio más lucrativas del mundo y ostentaba poder militar gracias a la impecable organización de su ejército. Pero todos los imperios que ascienden están destinados a caer, y seis siglos después de que el Imperio otomano surgiera en los campos de batalla de Anatolia, se desmoronó de forma catastrófica en el escenario de la Primera Guerra Mundial.
Osmán I, el líder de una tribu túrquica nómada de Anatolia (actual Turquía), empezó a conquistar la región a finales del siglo XIII mediante incursiones contra el Imperio bizantino cristiano, que estaba cada vez más debilitado. En torno a 1299, se autodeclaró líder supremo de Asia Menor y sus sucesores siguieron expandiéndose por territorio bizantino con la ayuda de mercenarios extranjeros.
En 1453, los descendientes de Osmán, ahora denominados otomanos, derrotaron al Imperio bizantino cuando capturaron la ciudad supuestamente inconquistable de Constantinopla. La ciudad que llevaba el nombre de Constantino, primer emperador cristiano de Roma, pasó a denominarse Estambul (una versión de stin polis que en griego significa «en la ciudad» o «a la ciudad»).
El Imperio otomano, que ya era un imperio dinástico con capital en Estambul, siguió expandiéndose por los Balcanes, Oriente Medio y el norte de África. Aunque era una dinastía, solo un papel —el del sultán, gobernante supremo— era hereditario. El resto de la élite del Imperio otomano debía ganarse sus puestos independientemente del nacimiento.
Durante el reinado de Solimán el Magnífico en el siglo XVI, cuya vida representó el periodo de apogeo del poder y la influencia de los otomanos, las artes prosperaron, la tecnología y la arquitectura alcanzaron nuevas metas y en general el imperio disfrutó de paz, tolerancia religiosa y estabilidad política y económica. Pero la corte imperial también dejó víctimas a su paso: mujeres obligadas a convertirse en esclavas sexuales como concubinas; esclavos que debían desempeñar tareas domésticas y militares; y hermanos de sultanes, muchos de ellos asesinados o encarcelados para proteger al sultán de desafíos políticos.
En su apogeo, el Imperio otomano fue un actor importante en la política europea y albergaba más cristianos que musulmanes. Sin embargo, en el siglo XVII empezó a perder fuerza. Hasta entonces, siempre había habido nuevos territorios por conquistar y nuevas tierras que explotar, pero cuando fracasó un segundo intento de conquistar Viena en 1683, empezó a debilitarse.
La intriga política en el sultanato, el fortalecimiento de otras potencias europeas, la competencia económica debido a las nuevas rutas de comercio y el comienzo de la Revolución Industrial desestabilizaron un imperio antaño sin igual. Para el siglo XIX, habían puesto al imperio el mote burlón de «el hombre enfermo de Europa» por su territorio disminuido, su recesión económica y su mayor dependencia del resto de Europa.
Haría falta una guerra mundial para poner fin de una vez por todas al Imperio otomano. El sultán Abdul Hamid II, ya muy debilitado, flirteó brevemente con la idea de una monarquía constitucional antes de cambiar de rumbo a finales de la década de 1870. En 1908, los Jóvenes Turcos reformistas organizaron una revolución y restauraron la constitución.
Los Jóvenes Turcos que ahora gobernaban el Imperio otomano querían fortalecerlo, lo que asustó a sus vecinos de los Balcanes. Las subsiguientes guerras de los Balcanes provocaron la pérdida del 33 por ciento del territorio restante del imperio y de hasta un 20 por ciento de su población.
Con la Primera Guerra Mundial al acecho, el Imperio otomano estableció una alianza secreta con Alemania. La guerra posterior fue desastrosa. Durante la Gran Guerra, el ejército otomano perdió más de dos tercios de sus soldados y murieron hasta tres millones de civiles. Entre ellos figuraban 1,5 millones de armenios, asesinados en masacres y en marchas de la muerte durante su expulsión del territorio otomano. En 1922, los nacionalistas turcos abolieron el sultanato y acabaron con el que en su día había sido uno de los imperios más prósperos de la historia.
La historia completa te la contamos en este artículo para aprender más sobre estrategias políticas y económicas.
La Caída de Constantinopla 1453
100 años de la caída del Imperio otomano: la superpotencia que sobrevivió 6 siglos y quiso ser universal (y las razones de su humillante desmoronamiento)
- Norberto Paredes @norbertparedes
- BBC News Mundo
El 1 de noviembre de 1922, la Gran Asamblea Nacional Turca abolió el cargo de sultán dándole un último golpe al ya moribundo Imperio otomano, una de las mayores superpotencias que la humanidad ha conocido.
Aquel día culminaron aproximadamente 600 años de historia y nació la República de Turquía que conocemos actualmente.
La dinastía osmanlí -la familia gobernante del imperio desde su fundación en 1299 hasta su disolución- llegó a expandirse a lo largo de tres continentes, reinando en lo que ahora es Bulgaria, Egipto, Grecia, Hungría, Jordania, Líbano, Israel, los territorios palestinos, Macedonia, Rumania, Siria, partes de Arabia Saudita y la costa norte de África.
Muchos otros países como Albania, Albania, Chipre, Irak, Serbia, Qatar y Yemen también fueron parcial o totalmente otomanos.
Pero en muchas de esas naciones el legado imperial es tan controvertido que prefieren olvidarlo, mientras que otros, especialmente en Turquía, lo recuerda con nostalgia y como una época dorada que genera orgullo.
La dinastía osmanlí (o Casa de Osmán) comenzó con una oportunidad que Osmán I, quien era líder del imperio selyúcida, no dejó pasar. Tras percatarse de la debilidad de su imperio y el vecino Bizancio, Osmán decidió fundar en 1299 su emirato en Anatolia, el territorio que ahora se conoce como Turquía.
Así se convirtió en el fundador y el primer sultán de un Estado turco que comenzaría a expandirse poco después y llegaría a cubrir más de 5 millones de km2.
Los descendientes de Osmán, cuyo nombre a veces se escribe Ottman u Othman y de allí vendría el término «otomano», gobernaron la poderosa nación por seis siglos.
La caída de Constantinopla
Sin embargo, Olivier Bouquet, profesor de Historia Otomana y Medio Oriente de la Universidad Paris Diderot, destaca que en 1299 sólo se fundó un «Estado turco»; el Imperio comenzaría a tomar forma con la caída de Constantinopla en 1453.
Con una simbólica entrada a Constantinopla, montado en un caballo blanco, el sultán Mehmed II acabó con mil años del Imperio bizantino y comandó posteriormente el asesinato de gran parte de la población local, obligando al resto a exiliarse.
Luego repobló la ciudad trayendo a personas de otras partes del territorio otomano.
Mehmed II también cambió el nombre de Constantinopla, que pasó a llamarse Estambul, la «ciudad del Islam», y se dedicó a reconstruirla.
De esa manera, la ciudad se convirtió no solo en la capital política y militar del imperio, sino también, por su posición en el cruce de Europa, África y Asia, en un importante centro comercial mundial.
La fuerza económica que tomaría el imperio se debió en gran medida a la política de Mehmed II de aumentar el número de comerciantes y artesanos en su Estado.
Alentó a muchos comerciantes a mudarse a Estambul y establecer negocios allí. Los gobernantes posteriores continuaron con esa política.
La receta del éxito
Aparte de que el poder máximo sólo se transfería a una persona, evitando rivalidades, Bouquet explica que el imperio tuvo éxito por varias otras razones, una de las principales era su carácter de Estado fiscal-militar.
«Era un Estado en el que la extracción de recursos de la riqueza fiscal estaba ligada a la conquista militar, la cual tenía por objetivo adquirir nuevas riquezas y hacer que entraran más impuestos de manera centralizada», le dice a BBC Mundo.
Otro elemento impulsor del imperio, según el historiador, fue su fuerza militar.
Los ataques del ejército otomano eran rápidos y contaban con fuerzas especializadas, como el famoso cuerpo de élite de los jenízaros, quienes custodiaban al sultán, y los cipayos, una temida tropa de caballería de élite que en tiempos de paz se encargaba de recaudar impuestos.
La burocracia altamente centralizada del imperio que le permitía organizar la distribución de sus riquezas, el hecho que estaba inspirado y unido por el islam y que toda la sociedad tenía como referente al mismo gobernante también jugaron un papel importante.
«Era una sociedad multiconfesional y en teoría no había conversión forzada (al islam), pero de hecho la hubo. Hubo una política de islamización en ciertos territorios», asegura Bouquet.
Los otomanos también se destacaron por su pragmatismo: tomaron las mejores ideas de otras culturas y las hicieron suyas.
Solimán el Magnífico
Uno de los sultanes más conocidos del imperio, fue Solimán el Magnífico, quien reinó entre 1520 y 1566 e hizo que su Estado cubriera los Balcanes y Hungría, llegando a las puertas de la ciudad romana de Viena.
Si bien en Occidente es recordado como «el Magnífico» y en Oriente como «el Legislador», Solimán tenía otros títulos tan exagerados como sorprendentes.
Estos incluyen «el diputado de Alá en la Tierra», «Señor de los Señores de este mundo», «Poseedor de los cuellos de los hombres» y «Refugio de todas las personas en todo el mundo», entre muchos otros que denotan su importancia.
Uno de sus nombres más polémicos era «Emperador de Oriente y Occidente», que es visto por historiadores como un desafío directo a la autoridad de Roma que, en ese entonces, era fue superada por la otomana.
Aunque el imperio alcanzaría su máxima extensión territorial más tarde, el periodo de Solimán el Magnífico es considerado en Occidente como una era de oro para los otomanos, en la que se llevaron a cabo gran número de campañas militares exitosas.
El imperio que quiso ser universal
El nombre de «Emperador de Oriente y Occidente» también pone en evidencia que el Imperio otomano se veía y se consideraba a sí mismo como el único, sin otro igual ni parecido.
«En los ojos de los sultanes otomanos, no había ningún otro emperador además del sultán otomano», explica el historiador Olivier Bouquet.
Según dice, la idea de un imperio universal proviene de la herencia bizantina y del islam.
«Querían conquistar todos los territorios donde vivían hombres y mujeres«, asegura. «Todos los países situados fuera de ‘los territorios del islam’ (Dar al-Islam) tenían vocación a ser conquistados».
Se trata de una razón que explica la larga duración del Imperio otomano: su armada no tenía límites en la conquista de territorios, la cual avanzó por siglos.
«Y el imperio comienza a debilitarse en el momento en que las conquistas se dificultan o se detienen», añade Bouquet.
El principio del fin
Un primer evento que debilitó la superpotencia en la que se había convertido el Estado otomano fue su derrota en la Batalla de Lepanto en 1571, en la que se enfrentó a la Liga Santa, una coalición militar integrada por Estados católicos y liderada por la Monarquía española y un grupo de territorios de lo que ahora es Italia.
Fue una de las batallas más sangrientas que la humanidad había visto desde la antigüedad y acabó con la expansión militar otomana en el Mediterráneo.
Allí se terminaron las fortunas del imperio y comenzó un largo y progresivo declive en los siglos que siguieron.
Varios errores de cálculo sumados a la inestabilidad política y económica de Estambul a principios del siglo XX terminaron de desmoronar un imperio cuyo brillo ya estaba empañado.
El primero de ellos fue la Primera Guerra de los Balcanes (1912-1913), en la que se enfrentó a la Liga Balcánica (Bulgaria, Grecia, Montenegro y Serbia), que, apoyada por Rusia, buscaba expulsar a los otomanos de sus tierras.
Inferior militarmente, el Imperio otomano perdió la guerra y con ella todos sus territorios en Europa, a excepción de Constantinopla y sus alrededores.
Los historiadores recuerdan esta derrota como un episodio «humillante» para los otomanos y otro punto de inflexión.
El golpe final
Los territorios otomanos restantes atravesaban un mal momento económico, debido al desarrollo de otras rutas comerciales, una creciente rivalidad comercial con América y Asia y el aumento del desempleo.
También se enfrentaban a las ambiciones expansionistas de potencias europeas como Gran Bretaña y Francia.
Además, las tensiones entre diferentes grupos religiosos y étnicos habían aumentado. Los armenios, kurdos y griegos, entre otros pueblos, se sentían cada vez más oprimidos por los turcos.
Con todos esos problemas, Estambul se embarcó en una nueva guerra contra una poderosa alianza encabezada por Francia, el Imperio británico, Estados Unidos y Rusia.
La victoria de los aliados en Medio Oriente durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue uno de los detonantes de la desintegración del Imperio otomano, que ya tenía sus días contados.
Tras este evento se creó, como se había previsto, el mandato francés de Siria y mandatos británicos en Irak y Palestina, todos bajo supervisión de la Liga de Naciones (organismo que antecedió a la ONU.
Los otomanos ignoraban que en 1917, en plena guerra, Francia y Gran Bretaña ya habían pactado en secreto repartirse sus territorios con el tratado Sykes-Picot.
Ese mismo año, también se firmó la Declaración Balfour, un documento en el que el gobierno británico le prometió al pueblo judío un «hogar» en la región de Palestina, que también era parte del imperio.
El naciente Estado: Turquía
Oficialmente, el imperio dejó de existir el 1 de noviembre de 1922, cuando se abolió el cargo de sultán y nació la República de Turquía.
Tras liderar una revolución republicana, Mustafa Kemal Atatürk, considerado como «el padre de la Turquía moderna», se convirtió en su primer presidente.
El último sultán del Imperio otomano, Mehmed VI, temía ser asesinado por los revolucionarios y tuvo que ser evacuado de Estambul por guardias británicos.
Terminó exiliado en la Italia de Benito Mussolini, en el balneario de San Remo, el mismo lugar donde se había pactado el reparto de su imperio.
Allí murió cuatro años después, tan pobre que las autoridades italianas confiscaron su ataúd hasta que se pagaran las deudas con los comerciantes locales.
Mientras tanto, la naciente república dejaba atrás sus aspiraciones imperiales y se basaba en el kemalismo, una ideología implementada por Atatürk, que defendía el republicanismo, populismo, nacionalismo, secularismo, estatismo y reformismo.
Muchos historiadores aseguran que el secularismo de la Turquía moderna es un «gran» legado del Imperio otomano.
Neootomanismo
Por otra parte, el califato otomano continuó brevemente como institución en Turquía, aunque con una autoridad muy reducida, hasta que también fue abolido el 3 de marzo de 1924.
Actualmente la visión de que la derrota de los otomanos en la Primera Guerra mundial acabó con su imperio es objetada por algunos que aseguran que su caída es culpa de Occidente.
«La idea de la responsabilidad occidental (en la caída del imperio) ha sido retomada desde hace varios años por el régimen de Ankara y el actual presidente de la República Turca (Recep Tayyip Erdogan)», afirma el historiador Olivier Bouquet.
Y en los últimos años, el sentimiento de nostalgia que algunos sienten en Turquía por la era otomana ha impulsado el resurgimiento del llamado neootomanismo.
Se trata de una ideología política islamista e imperialista que, en su sentido más amplio, aboga por honrar el pasado otomano de Turquía y aumentar la influencia turca en regiones que estuvieron bajo dominio otomano.
Por muchas décadas, los líderes de la Turquía moderna se esforzaron por distanciarse del legado imperial y del islam con la intención de proyectar una cara más «occidental» y «laica».
Pero desde su ascenso al poder, Erdogan no ha ocultado su nostalgia por el pasado otomano de su país y su herencia islámica.
Una evidencia de ello fue la controvertida reconversión en 2020 de Santa Sofía -que Atatürk había convertido en uno de los museos más icónicos de Estambul- en una mezquita.
De igual forma, Erdogan ha demostrado en varias ocasiones su admiración por Selim I, un sultán que lideró una de las mayores expansiones del Imperio otomano.
Tras ganar un referéndum constitucional en 2017, que amplió enormemente sus poderes, hizo su primera aparición pública junto a la tumba del exsultán otomano.
Y, más recientemente, decidió ponerle su nombre a uno de los puentes construidos sobre el famoso Estrecho de Estambul, en el Bósforo.
«El Imperio otomano desapareció, pero hay un neootomanismo que se ha desarrollado (…) hay muchas más referencias al Imperio Otomano hoy que las que había a finales del siglo XX», concluye Bouquet.
LA VERDADERA RAZÓN de La CAÍDA del IMPERIO OTOMANO y sus consecuencias. Historia incomprendida
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El imperio otomano a la conquista de Europa: un gigante con pies de barro
En el apogeo de su poder, el Imperio Otomano realizó grandes conquistas en Europa, pero estas fueron siempre frágiles y sostenidas únicamente por el dominio militar y la voluble lealtad de los nobles locales.
Durante siglos, el miedo al expansionismo turco caló en Europa, especialmente en el este, donde la debilidad y fragmentación de los reinos existentes permitió al Imperio Otomano imponerse durante siglos. Pero su dominio fue frágil y raramente logró echar raíces, lo que mantuvo a los turcos en una perenne posición de invasores frente a una nobleza local que los toleraba cuando convenía, pero dispuesta a prescindir de ellos cuando se les presentase un trato mejor.
ALIADOS POR CONVENIENCIA
Aunque la caída de Constantinopla en 1453 es vista como el gran hito de las conquistas otomanas, lo cierto es que fue durante las décadas anteriores cuando el imperio logró sus mayores éxitos en Europa, conquistando buena parte del sudeste de Europa y los Balcanes entre finales del siglo XIV y la primera mitad del XV.
Estos éxitos se consiguieron en buena parte gracias a la gran fragmentación política que existía en la región. Tras el saqueo de Constantinopla en 1204 durante la Cuarta Cruzada, los territorios capturados a Bizancio se reorganizaron en un Imperio Latino que duró apenas medio siglo. Tras su desintegración surgieron multitud de reinos, algunos con un considerable poder como fue el caso de Hungría, pero que dependían en gran medida de frágiles lazos de vasallaje con la nobleza local.
Y fue esta nobleza la que abrió en más de una ocasión la puerta a los sultanes otomanos, a los que veían como unos señores lejanos y poco entrometidos, que a menudo les permitían -al menos mientras no hubiera intentos de rebelión- seguir gobernando de forma autónoma a cambio de un tributo. La alternativa era subordinarse a los soberanos europeos, que les exigían apoyo militar en sus guerras constantes, o formar parte del imperio comercial veneciano, con los impuestos y competencia económica que eso conllevaba. Por estos motivos, los nobles tenían pocos reparos a la hora de aceptar a los otomanos como señores nominales, e incluso de aliarse con ellos o traicionarlos según convenía en cada momento, como fue el caso del famoso Vlad Dracula “el empalador”.
EL CHOQUE DE LOS IMPERIOS
A pesar de que el Imperio Bizantino había sido un vecino incómodo para la Europa católica, la captura de Constantinopla fue un suceso traumático que hizo que las grandes potencias europeas tomaran consciencia del alcance de la amenaza otomana, ahora que ya no había ningún cojín entre ellas y era probable que se convirtieran en el siguiente objetivo. Dos en particular se convirtieron en las principales antagonistas de los otomanos: Venecia y el imperio de los Habsburgo.
La primera había conseguido, especialmente por su participación en las Cruzadas, forjar un imperio comercial que dependía por una parte del control de una red de ciudades a lo largo y ancho del Mediterráneo, y por otro de la relación con quien dominase el Levante mediterráneo, punto de encuentro de las grandes rutas. Esto la situó en una relación perenne de colaboración necesaria con el Imperio Otomano, que ahora controlaba el Levante, a pesar de que este era al mismo tiempo su gran enemigo y le arrebataba uno tras otro todos sus enclaves en el Mediterráneo. En términos navales Venecia era uno de los pocos estados capaces de hacer frente a la armada turca, aunque sin demasiada fortuna: las flotas de ambas potencias protagonizaron numerosos encuentros, cuyo resultado casi siempre favoreció a los otomanos.
Durante la Monarquía, Roma experimentó un crecimiento y desarrollo gradual. Se construyeron estructuras políticas y religiosas, se establecieron leyes y se llevaron a cabo conquistas militares. Sin embargo, a medida que la influencia de los reyes se volvió más autocrática y opresiva, se produjeron tensiones y descontento entre los ciudadanos romanos.
Hace un siglo cayó el Imperio Otomano «el enfermo de Europa» que pretendió conquistar el mundo
El nombre de «Emperador de Oriente y Occidente» también pone en evidencia que el Imperio otomano se veía y se consideraba a sí mismo como el único, sin otro igual ni parecido.
«En los ojos de los sultanes otomanos, no había ningún otro emperador además del sultán otomano», explica el historiador Olivier Bouquet.
Para los otomanos todos los territorios ajenos deberían ser conquistados y sometidos s a su religión.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
A mi me encanta el estudio de la las obras maestras arquitectónicas de la época otomana han deslumbrado y cautivado a los visitantes durante siglos. La arquitectura otomana se basa en gran medida en los estilos persa, bizantino y árabe, incorporando los tres a la perfección para crear una mezcla única, en los diseños para masjids o mezquitas, varias de ellas fueron encargadas por los sultanes, ya que son cruciales para la creencia islámica. Las madrazas (escuelas de teología), los comedores de beneficencia, los hospitales, las universidades y las tumbas de los sultanes son también perfectos ejemplos del dominio de la arquitectura turca.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
Con una simbólica entrada a Constantinopla, montado en un caballo blanco, el sultán Mehmed II acabó con mil años del Imperio bizantino y comandó posteriormente el asesinato de gran parte de la población local, obligando al resto a exiliarse. Mohaned Ii cambió el nombre de Constantinopla por el de Estambul.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
Los otomanos eran también famosos por valorar el talento, incluyendo el de sus enemigos, por ejemplo, enrolaban entre sus filas a corsarios y piratas, que atacaban sus barcos, transformando al enemigo en amigo. Dos de los ejemplos más notables son el de Jeireddín Barbarroja (l. 1478-1546), el vencedor de la batalla naval de Préveza (1538), y Yusuf Raïs (l. 1553-1622), originalmente llamado Jack Birdy, y que probablemente fue la inspiración para el personaje del Capitán Sparrow en la serie Piratas del Caribe. La armada otomana, que por primera vez participó a gran escala con Solimán el Magnífico, y que dominó el Mediterráneo, en comparación con otras potencias navales europeas, en especial la de Venecia, hasta su derrota en la Batalla de Lepanto (1571). Los vestigios del poder naval otomano se esfumaron a partir del siglo XVII debido a las fricciones por la modernización y la falta de fondos para financiar una flota más fuerte y grande. Una fuente muy rica de conocimientos las publicaciones de Innovas.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
Gracias por el compartir. Aprendí mucho con esta información histórica. El Imperio otomano, uno de los más poderosos de la historia, pasó de ser un bastión turco en Anatolia a convertirse en un estado vasto que, en su apogeo, abarcaba hasta Viena (Austria) al el norte, hasta el golfo Pérsico al este, hasta Algeria al oeste y hasta Yemen al sur. El éxito del imperio se debió a su estructura centralizada tanto como a su territorio: poseía riquezas gracias al control que ejercía sobre algunas de las rutas de comercio más lucrativas del mundo y ostentaba poder militar gracias a la impecable organización de su ejército. Pero todos los imperios que ascienden están destinados a caer, y seis siglos después de que el Imperio otomano surgiera en los campos de batalla de Anatolia, se desmoronó de forma catastrófica en el escenario de la Primera Guerra Mundial.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
En el siglo XI, los turcos selyúcidas, un pueblo de la estepa asiática que había aceptado la versión Sunita del islam arrasó Persia y los territorios vecinos del este, más tarde avanzaron hacia el oeste de Anatolia. En ese lugar, lidiaron con las fuerzas del Imperio Bizantino (330-1453). Una sola casa reinante controlo el imperio otomano «el enfermo de Europa» sus gobernaste impusieron leyes por la fuerza y cayeron tras la I Guerra mundial. Excelente artículo.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.