Nihilismo
El nihilismo se considera una forma de existencialismo cuando afirma que la vida carece de significado, propósito o valor.
El nihilismo es una forma de pensar la historia metafísica, ética y gnoseológica del mundo occidental. Tal como su nombre lo indica (nihil significa “nada” en latín), el nihilismo sostiene que en lugar de haber “algo” que funcione como fundamento de todo lo que es, lo que hay es “nada”.
Hitler no creó estas infames ideas de la nada. Muchos pensadores habían llegado a las mismas antes que las llevase a su extrema consecuencia. Faltaba un ingrediente más: su nihilismo. Para el dirigente nazi no existió nunca compasión alguna, ni para su propia gente ni mucho menos para sus enemigos. Veía al mundo libre de toda moral o responsabilidades éticas, por lo que llegó a decir que “La Tierra sigue girando, ya sea que el hombre mate al tigre o sea el tigre quien se lo coma”. El problema fue que por muchos años, este horrendo tigre fue el responsable del sufrimiento y muerte de millones de individuos.
Compilación histórica y elaboración: Luis Alberto Pintado Córdova
«Tener un delirio es algo mucho más amplio y que, en función del tipo de delirio, puede padecerse un trastorno u otro, o, incluso, si es algo puntual, no necesariamente es un trastorno psicológico.
En cualquier caso, es importante entender lo que es un delirio, por ello, en Psicología-Online vamos a hablar de lo que son los trastornos delirantes y las ideas delirantes y, en concreto, en qué consiste el delirio nihilista o de negación, también conocido como Síndrome de Cotard ya que es un trastorno que tiene como base ciertas ideas delirantes por lo que nos sirve como ejemplo a la hora de mostrar hasta qué punto puede dominar un delirio la vida de una persona». Sonia Silgado 2020.
¿Qué es el nihilismo?
Muchos de los que defienden a “la nada” como aportadora de algo también la defienden en el plano moral. Son nihilistas, término que viene del latín nihil (nada). Niegan que haya valores trascendentes en el ser humano. De hecho, se contradicen al afirmar que, en el plano moral, la nada no produce nada.
El nihilismo rechaza los aspectos fundamentales y aceptados del sentido de la vida. Así, niega la posibilidad de dar con un fin o sentido último de la existencia, ya que nada la sostiene ni la impulsa a una dirección particular.
Si bien el nihilismo se puede rastrear en la antigua Grecia o en la obra de Agustín de Hipona, la popularidad en el uso del término se dio en el siglo XIX, tanto en Rusia como en Alemania. El escritor ruso Iván Turgenev incorporó el término “nihilismo” a su novela Padres e hijos, de 1863. Por su parte, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche utilizó al nihilismo como clave interpretativa para pensar la historia de la metafísica occidental.
Al contrario de lo que se suele pensar, el nihilismo no es una negación de la vida ni en una creencia “en nada”. En todo caso, el nihilismo es la oposición a todos los sentidos objetivos, deterministas o jerárquicos que le den a la existencia una misión o un fin determinado, una explicación o justificación.
El nihilismo prefiere la idea de un devenir continuo de la historia, sin cometido u objetivo final alguno. Profesa la liberación de ideas preconcebidas sobre la vida o el destino y abraza ideas lúdicas y vitalistas, contrarias al pesimismo con que se asocia comúnmente al término.
Y es fácil argumentar en contra. Los trascendentales del ser son el bien, la verdad y la belleza. Es obvio que siempre nuestra voluntad busca el bien o lo que consideramos adecuado para nosotros.
Nuestra inteligencia busca la verdad. A nadie le gusta que le digan mentiras. Si alguien dice: “Miénteme, pero no me dejes”, es que hay un problema en él o ella. Además, todos buscamos la belleza. Nadie en sus cabales dice: “Voy a buscar a la persona más fea para que sea mi novia o novio”. O si entramos a una tienda de ropa, no decimos: “Vamos a ver si hay una prenda fea fea, para comprarla”. Buscamos lo más bonito, dentro de nuestras posibilidades.
El nihilismo proliferó hacia finales del siglo XIX, principalmente en Rusia. Entre los filósofos defensores de esta corriente se encuentran Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, así como Jean-Paul Sartre, este más ligado al existencialismo.
Decíamos que el nihilismo como sistema moral es erróneo, pues niega algo de lo más importante que puede tener el ser humano: su trascendencia en el mundo, en su entorno, en su familia, en sí mismo y su salvación eterna.
Etimología del término «nihilismo»
El término “nihilismo” proviene del latín nihil (“nada”). Se lo utiliza para referir a un tipo de pensamiento que sostiene o aboga por una ausencia o «nada» en lugar de la idea de un origen fundacional como punto de partida. Fue popularizado por el escritor ruso Iván Turgénev en su novela titulada Padres e hijos (1862). Turgénev lo explica como una postura política opuesta a toda autoridad y todo principio de fe. El término se extendió en la Rusia imperial: fue mal visto por los sectores conservadores y abrazado por los revolucionarios.
Sin embargo, el término data de una carta enviada al filósofo Fichte por Friedrich Heinrich Jacobi a finales del siglo XVIII (1799), en la que lo emplea como crítica a la filosofía idealista-trascendental de Immanuel Kant.
A la larga, el término “nihilista” se convirtió en mofa e insulto para las generaciones jóvenes y radicales que, al oponerse al orden tradicional, eran acusadas de “no creer en nada”.
Antecedentes del nihilismo
Los antecedentes más claros del nihilismo están en la escuela cínica del pensamiento filosófico de la Antigua Grecia, fundada por Antístenes en el siglo IV a. C.
Los cínicos criticaban el orden y la moral imperante mediante sátiras y la práctica de la “anaideia”: la desvergüenza, la provocación o la irreverencia. También se les atribuía la indiferencia respecto al bien y el mal como conceptos claros y reconocibles (la “adiaforía”) y la libertad en el hablar (la “parresía”).
Nihilismo ruso
Se conoce como nihilismo ruso a una generación de artistas jóvenes que, durante la Rusia zarista (bajo el mandato de Alejandro II), aprovecharon la concesión de ciertas libertades civiles (como la de prensa) para reaccionar contras las antiguas ideas religiosas, morales e idealistas, ridiculizándolas y combatiéndolas mediante sinceridad descarnada, mal gusto y una provocación despectiva. Estas actitudes sirvieron a Turguénev para su retrato generacional en Padres e hijos (1862).
Nihilismo nietzscheano
En filosofía, el nihilismo adquirió popularidad gracias a la obra de Friedrich Nietzsche (1844-1900). El nihilismo es la clave interpretativa nietzscheana para pensar la historia de la metafísica occidental. Plantea la pérdida de peso de aquellos valores considerados como supremos. Nietzsche afirma que «Dios ha muerto», es decir, no hay más fundamento último de la realidad, que es a su vez el fundamento de los valores morales y de todo lo que existe. Decir “Dios ha muerto” es decir que ya no existen valores absolutos.
Según Nietzsche, el nihilismo puede pensarse según distintos tipos o períodos nihilistas de la historia de la filosofía:
- Nihilismo decadente. El primer tipo de nihilismo se caracteriza por hacer filosofía metafísica, por poseer un pensamiento monotonoteísta (la idea de un Dios que es siempre el mismo, no importa cómo se lo llame) y por poseer rasgos del egipticismo (según Nietzsche, por “momificar” a la vida). El nihilismo decadente es el del hombre transmundano o “último hombre”, que es el de las pequeñas y vanas virtudes. Su figura es la del camello, que se arrodilla para que lo carguen. Aparece en El nacimiento de la tragedia (1872).
- Nihilismo integral. El segundo tipo de nihilismo es la filosofía del martillo, la filosofía crítica o genealógica. El nihilismo integral es el del espíritu libre. Su figura es la del león, ya que posee “libertad de” pero todavía no puede crear. Aparece en Humano demasiado humano (1878), El viajero y sus sombra (1879), Aurora (1881), La Gaya ciencia (1882), Genealogía de la moral (1887), Crepúsculo de los ídolos (1888) y El Anticristo (1888).
- Nihilismo futuro. El tercer tipo de nihilismo es la filosofía artística, creadora y legisladora de valores. El nihilismo futuro es el del filósofo artista, el filósofo-niño o filósofo del futuro. Su figura es la del niño que posee inocencia y libertad para crear. Aparece en Así habló Zarathustra (1883-1885).
Ideas centrales del nihilismo
Si bien el nihilismo no es una doctrina filosófica, podemos resumir las ideas principales de quienes lo ejercen en los siguientes puntos:
- La vida no tiene un sentido per se y, por lo tanto, no hay una manera “correcta” de vivirla.
- La existencia es efímera y vana, por lo tanto, queda en el ser humano decidir lo que hace con ella en plena y absoluta libertad.
- La religión, la ideología, la moralidad y otras doctrinas no son más que mecanismos de control del pensamiento a favor de un status quo.
- Tener conciencia del vacío existencial es una forma de libertad.
Nihilismo filosófico
Al nihilismo en la filosofía se lo vincula con la obra de dos grandes filósofos alemanes: Federico Nietzsche y Martin Heidegger.
Nietzsche sostiene que la historia de la metafísica es la historia de un pensamiento nihilista. Así, la religión cristiana es nihilista porque el Dios que piensan los cristianos como fundamento de la realidad es una nada (nihil) desde el inicio. El olvido de esta nada y de la producción artificial de lo divino es el pensamiento nihilista.
Según Nietzsche, el pensamiento metafísico occidental es decadente porque se sostiene desde oposiciones y dominaciones de los “otros” (lo distinto a uno mismo) basadas en la idea de un Dios nihilista. Esta ubicación extrema es lo decadente. Cuando se dice que “Dios ha muerto” es justamente porque ya no hay más sostén ficticio de lo que es: los grandes valores históricos no sirven para dominar ni para establecer oposiciones. A este vacío Nietzsche lo llama “la muerte de Dios”.
Heidegger, por su parte, describe al nihilismo como el estado en que “no queda nada del ser en sí”, ya que reduce al ser a un mero valor. Supone un movimiento que prosigue a la conciencia occidental y que se fundamenta en tres principios:
- La negación de todos los valores vigentes.
- La autoafirmación de esa negación inicial.
- La construcción de un nuevo punto de partida.
Tipos de nihilismo
Los tipos de nihilismo más conocidos son los descritos por Nietzsche en sus distintas obras. Sin embargo, a grandes rasgos se pueden pensar dos formas de nihilismo. Estas se diferencian entre sí según cómo piensen a la nada que el nihilismo postula.
- Nihilismo activo o positivo, entendido como la negación de toda forma de dogmatismo para entregarse a la libertad y a las miles de opciones vitales posibles.
- Nihilismo pasivo o negativo, entendido como la negación de los principios éticos que a menudo conduce a la autodestrucción y la negligencia.
Nihilismo en la literatura

La literatura se ha servido del nihilismo en diversas oportunidades. En la literatura rusa, por ejemplo, se ve la influencia del nihilismo en la obra de Turguénev, y en las obras de Anton Chéjov, en particular en su obra Las tres hermanas, donde la frase “¿Qué importa?” es empleada a menudo como respuesta a los eventos narrados.
En cambio, para autores como la filósofa y escritora Ayn Rand, el nihilismo representa la negación de un espíritu vital indispensable, y por eso sus personajes antagonistas a menudo responden a preceptos de esta doctrina.
Nihilismo en política

La corriente política extrema del anarquismo a menudo encuentra puntos de contacto con el nihilismo, sobre todo en su escepticismo respecto de valores sociales, jerárquicos o religiosos que permiten el control de la vida del ser humano en base a un modelo “correcto” de vivir.
De hecho, el nihilismo ruso fue la cuna de muchos grupos anarquistas que luego lucharon por la desaparición del Estado.
Concepto popular del nihilismo
El término “nihilista” se ha empleado de manera común en la cultura popular como sinónimo de rebeldía (a menudo de una forma muy ingenua, vinculada con lo adolescente) y de pesimismo, depresión, desesperación o incluso suicidio. Ninguna de estas connotaciones tiene un vínculo real con el concepto original.
Fuente: https://humanidades.com/nihilismo/#ixzz8DAMSkkCL
BREVE HISTORIA DEL NIHILISMO
Ancestral, reinventado en el siglo XIX y aún fuente de influencia en nuestros días, el nihilismo es parte indiscutible de nuestra actual manera de ver el mundo.
David Lorenzo Cardiel
«Aprovecha el día y no confíes en el mañana». Con este verso, el poeta latino Horacio inspiró el que luego sería un canon literario, el carpe diem (literalmente, «cosecha el día»), si bien este reflejaba en realidad una mirada que llevaba tiempo circulando por Occidente: vive el presente, no confíes en un devenir que puede carecer de sentido.
El nihilismo es parte de nuestro presente. De alguna manera, su poso edifica nuestro comportamiento social: el consumismo, la reinvención de valores desde muy diversos prismas ideológicos e incluso el constante guerracivilismo en las redes sociales. ¿Cuál es la historia de una corriente que sigue electrificando el presente?
Una voz antediluviana
Para rastrear los orígenes del nihilismo (del latín, nada) debemos remontarnos a los comienzos del testimonio escrito. Cuando el rey mesopotámico Gilgamesh, convertido en mítico personaje de epopeya, acude ante los dioses para suplicar que le devuelvan la vida de su amigo, recibe por obsequio un único consejo: disfruta la existencia y los placeres terrenales, pues ni siquiera los dioses pueden devolver el hálito a un mortal.
La idea del nihilismo surge en última instancia de la comprensión del cosmos como un sistema caótico y azaroso
La invitación a vivir el presente con absoluto hedonismo necesita de un nihilismo que sostenga la disolución de la moral. Unas normas de conducta que, como mencionaron intelectuales como Mircea Eliade, provienen de muy atrás: el hombre, ante los vaivenes de la vida, escoge aceptar el cosmos como un sistema ordenado y misterioso… o como uno caótico y azaroso. De este último pensar surge el nihilismo.
India y Oriente hicieron de la nada una sustancia plena. La angustia, al contrario de la forma en que la concebimos al otro lado del mundo, surge de las percepciones con que los sentidos físicos enriquecen nuestra experiencia terrenal: el budismo o el taoísmo son dos de las doctrinas que, por ejemplo, se apoyan en unos vacíos que persiguen enriquecer el modo de vida de sus practicantes.
No obstante, el nihilismo, como corriente filosófica, surge en Europa, y desde la Ilíada el lector más taimado puede rastrear los hilos de un «vacío» que se revela absoluto. Más allá de las disquisiciones filosóficas posteriores, su origen puede rastrearse hasta la escuela cínica, con Antístenes, su fundador, a la cabeza: el pensador ateniense quedó tan impresionado por la serenidad con la que Sócrates aceptó su ejecución que abandonó las enseñanzas de los sofistas y creó su propia escuela. Allí trazó su pensamiento, defendiendo el abandono de todo elemento superfluo, de las leyes civiles y las normas de convivencia, aspirando a un regreso al orden animal. Nada importaba más que la autosuficiencia y la constante pugna por alcanzar la ataraxia; es decir, la imperturbabilidad del espíritu, la cual conduciría, finalmente, a la felicidad.
Tuvieron que pasar los siglos –las pestes de la antigüedad y de la Edad Media, el colapso del Imperio romano occidental y la conquista otomana de Constantinopla– para que la sensación de un sinsentido y de una nada se convirtiesen en el nihilismo formal que hemos asimilado hoy. De esta herencia y del pensamiento judío bebió Baruj Spinoza en el siglo XVII al definir la existencia de una sustancia única y limitar al ser a cumplir un rol mecánico. La existencia individual, según el intelectual judío, carece de sentido en sí misma: es parte de un todo que alberga este significado en sí mismo como sistema.
Para Turguénev, nihilista es aquel «que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe»
Este proto-nihilismo se terminó de perfilar en el siglo XIX. Fue F. H. Jacobi, en una carta remitida a Fichte en 1799, quien mencionó el término por primera vez, si bien fue el novelista Iván Turguénev quien comenzó a popularizar el término a partir de en 1862, con su novela Padres e hijos, donde escribió que el nihilista es aquella persona «que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe». Un nihilismo muy influyente es también el que expuso Fiódor Dostoievski a lo largo de su obra, con una perspectiva especialmente visible en su obra Los demonios: es la negación del sentido de la vida alrededor del hombre mismo y unos valores caducos que, en sí mismos, poseen sentido, pero que lo pierden al no creer la sociedad en ellos.
Desde Alemania, Arthur Schopenhauer proclamó sus ideas nihilistas cuando afirmó que la esencia del mundo sería una voluntad absolutamente irracional, pero sería Friedrich Nietzsche quien se autoproclamaría como el primer nihilista, estructurando esta concepción del mundo y analizando su presencia en las creencias religiosas (un tipo de nihilismo que rechazó por suponer un aborregamiento de un individuo que se disuelve en las masas). En su lugar, propuso uno nuevo, capaz de reconfigurar los valores y erigirse libre en su voluntad de poder. Más adelante, Martin Heidegger rescataría un análisis del nihilismo anterior a su obra: según él, la doctrina supuso la destrucción del concepto de «ser» siendo sustituido por el valor
El nihilismo hoy
El impacto literario de Nietzsche agitó la perspectiva occidental en torno a la «muerte de Dios» (esto es, de los valores cristianos, al ser desterrados en la práctica por el ser humano). De hecho, los movimientos libertarios, a izquierda y a derecha del espectro político, emanan de esa defensa a ultranza de rechazo del orden establecido y de transformación radical.
La Gran Guerra y su brutal impacto en la sociedad europea de comienzos del siglo XX impulsó el ateísmo y la adscripción ideológica, así como un hondo pesimismo que asentó el camino a peligrosos dirigentes extremistas, como Mussolini y Hitler.
En cuanto a costumbres sociales, el nihilismo es el gran triunfador de la actualidad. Una esfera en la que destaca es el consumismo, especialmente aquel practicado antes de la emergencia climática: importa el beneficio, el aquí y ahora, y no el bien común; fabricar barato y consumir en abundancia. Miremos donde miremos, el nihilismo nos acompaña. Creamos o no creamos en él.
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Historias que hicieron llorar a Dios
Dos imágenes de la guerra, que no hizo más que incrementar las prácticas barbáricas inhumanas de un régimen totalitario para el que la vida humana no valía nada. El nihilismo sobreviene cuando se deja de creer en Dios… «La muerte de Dios». Luis Alberto Pintado Córdova
Hitler y la destrucción nihilista
Giuseppe Albatrino
Escritor, dramaturgo y divulgador científico
Acabo de leer el estupendo libro «The dark charism of Adolf Hitler», de Laurence Rees, y ha sido una jornada aleccionadora, no solo porque todo libro sobre la historia del ascenso y caída del dictador nazi ya de por sí tiene lecciones, sino porque a base de innumerables testimonios, diarios, entrevistas y extractos de sus propios discursos, intenta exponer el proceso de cómo Hitler, su séquito y su pueblo generaron juntos una de las mayores catástrofes de la historia.
Para muchos puede parecer incompresible cómo un pueblo educado como el alemán, encumbró a un cabo bohemio, arquitecto frustrado y artista fracasado que no tuvo mayor educación formal, al nivel de líder absoluto. Lo que el afamado historiador Rees expone es una secuencia de pasos graduales, en las que se hace presente el carisma de Hitler y un pueblo receptivo a las promesas de este. La suerte y en parte la torpeza de muchos dirigentes, que subestimaron su independencia y terquedad, también jugaron un papel destacado, como cuando, por ejemplo, se obstina en querer ser Canciller (el equivalente a Primer Ministro) a pesar que su partido no había salido victorioso en las elecciones.
Los resultados de su gobierno no debieron sorprender a quienes leyeron el libro que escribió estando en la cárcel. Durante los nueves meses de prisión (reducidos a partir de los cinco años que le tocó por un intento fallido de golpe) escribió “Mi Lucha”, en el cual se dibuja como un visionario predestinado a guiar a la raza aria, cuando en realidad no es hasta sus mediados veinte años en que toma interés en la política. En el mismo texto habla de su rechazo al Tratado de Versalles, desdén por los judíos y de la necesidad de que Alemania se expandiese al Este contra los bolcheviques.
No implementará sus ideas desde el primer día de gobierno, lo hará progresivamente, de forma que su carisma como líder, al cual todos juraban fidelidad, no se viese mellado. Mientras, el aparato del estado irá aceptando su visión de que no se debe proteger a los más débiles sino que por el contrario, se les debe destruir. Así aparecen los programas de esterilización forzada o de eutanasia mucho antes de la guerra (Alemania llegó a tener unas treinta “clínicas especiales” en donde los recién nacidos eran asesinados si las parteras les descubrían alguna anomalía.)
La guerra no hizo más que incrementar las prácticas barbáricas de un régimen para el que la vida humana no valía nada, literalmente. Y aquí entra a tallar no solo un hombre, sino una jerarquía civil, militar (con notables excepciones) y una sociedad que se nutrió de una filosofía que les dio un marco teórico para los terribles hechos que conocemos hoy.
Por una parte, la supuesta superioridad racial era creída de hito a hito por gran parte de la población. Esto implicaba, como es lógico, que el resto sea inferior y considerado “sub-humano” lo cual les daba pie para asesinar y matar sin miramientos no solo a los judíos, sino soviéticos (de los cuales murieron el doble que los judíos) y todo pueblo que sea conquistado. Esto también les sirvió para anexarse inicialmente a todo pueblo de “raza germana”, como Austria y la región de los Sudetes, a la vista y paciencia de los demás europeos.
Así mismo, la supuesta necesidad del espacio vital (lebesraum), en vez de atender a un modelo de intercambio de bienes, era el único medio aceptable para atender a las necesidades de su población; ello se tradujo ena expansión de Alemania sobre sus vecinos orientales, colonizando la inmensa región formada por la URSS y sus satélites. Aunque parezca increíble, funcionarios nazis encargados del planeamiento (uno de ellos luego sería catedrático universitario) aplicaban modelos de sostenibilidad, con los que concluían fríamente con que ¡debían eliminarse a 30 millones de personas de esa área!
Pero Hitler no creó estas infames ideas de la nada. Muchos pensadores habían llegado a las mismas antes que las llevase a su extrema consecuencia. Faltaba un ingrediente más: su nihilismo. Para el dirigente nazi no existió nunca compasión alguna, ni para su propia gente ni mucho menos para sus enemigos. Veía al mundo libre de toda moral o responsabilidades éticas, por lo que llegó a decir que “La Tierra sigue girando, ya sea que el hombre mate al tigre o sea el tigre quien se lo coma”. El problema fue que por muchos años, este horrendo tigre fue el responsable del sufrimiento y muerte de millones de individuos.
No quiero dejar de recomendar este libro para todos aquellos que intentan entender el incomprensible proceso por el cual un líder amoral y la propaganda de sus seguidores, llevaron gradualmente a una nación a convertirse en verdugo de sus vecinos.
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Nazismo y comunismo: las verdaderas cifras del terror tras la histórica condena de la UE
El 19 de septiembre 2019, el Parlamento europeo igualó oficialmente los «asesinatos en masa, genocidios y deportaciones de ambos regímenes» durante el siglo XX
El resultado fue aplastante: 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones. El pasado 19 de septiembre, la Unión Europea situó oficialmente al comunismo al mismo nivel que el nazismo , tras aprobar una resolución en la que se condenó que «ambos regímenes cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones, y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad».
Los europarlamentarios pedían, además, que todos los Estados miembros «hagan una evaluación clara y basada en los crímenes y actos de agresión perpetrados por los regímenes comunistas totalitarios y el régimen nazi». A pesar de su trascendencia histórica, esta resolución ha pasado desapercibida para la gran mayoría de los medios de comunicación, lo que resulta curioso si tenemos en cuenta que dicha comparación ha sido un debate recurrente entre los historiadores más prestigiosos del mundo desde la caída de la URSS hace tres décadas.
En 1995, por ejemplo, el periodista polaco Ryszard Kapuscinski llegó a la siguiente conclusión en su libro «El imperio» (Anagrama): «Si podemos establecer la comparación, el poder destructor de Stalin fue mucho mayor . La destrucción realizada por Hitler no duró más de seis años, mientras que Stalin empezó su terror en los años veinte y llegó hasta 1953. Su poder se mantuvo 30 años y la maquinaria de terror se prolongó mucho más. No es que Hitler fuese mejor, pero no tuvo tanto tiempo». No hay que olvidar que a Lenin ya se le responsabiliza antes de tres millones de muertes desde que tomó el poder en 1917 hasta su salida en 1924, sin incluir las registradas en la guerra civil.
«Libro negro del comunismo»
El debate alcanzó su punto álgido en 1997, con la publicación del «Libro negro del comunismo» a raíz del 80 aniversario de la Revolución de Octubre. Fue redactado por un grupo de historiadores bajo la dirección del investigador francés Stéphane Courtois , que se esforzó por hacer un balance preciso y documentado del verdadero coste humano del comunismo. Se apoyó en la información desclasificada de los archivos de Moscú y estableció un cómputo final sobrecogedor: cien millones de muertos, cuatro veces más que la cifra atribuida por estos mismos autores al nacionalsocialismo de Hitler.
El balance no fue una revelación, a pesar de todo. Numerosos investigadores ya se habían interesado en los años previos por los gulag, las hambrunas provocadas por Stalin en Ucrania y las deportaciones masivas de los disidentes del régimen soviético. En 1989, el politólogo Zbigniew Brzezinski ya había establecido los muertos del régimen soviético en 50 millones, en su obra «El gran fracaso: nacimiento y muerte del comunismo en el siglo XX». Robert Conquest , cuyos trabajos sobre la Unión Soviética le convirtieron en una autoridad, estimó 40 millones de víctimas, sin contar a los fallecidos en la Segunda Guerra Mundial. En 1987, Rudolph Rummel , de la Universidad de Hawai, dijo que la URSS había matado a 61,9 millones de personas entre 1917 y 1987. Mientras que el historiador ruso y premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn , en el segundo volumen de su «Archipiélago Gulag», de 1973, cifró el número de víctimas de la represión en 88 millones.
La idea de que se pueda comparar a ambos regímenes ha sido siempre rechazada con indignación por los comunistas. De hecho, incluso el grupo socialista europeo –en el que se encuadra el PSOE– presentó una propuesta distinta a la resolución finalmente aprobada, en la que se evitaba mencionar al comunismo y los crímenes cometidos en su nombre en la condena. Es probable que los nazis también hubieran rechazado con igual indignación esta declaración pública, pero no hay que olvidar que esta equiparación ya fue establecida en la primera mitad del siglo XX por autores tan importantes y dispares como George Orwell , Simone Weil , Marcel Mauss , Bernard Shaw , el Nobel de Literatura André Gide y socialistas rusos convencidos como Victor Serge . Hay muchos historiadores que, incluso, defienden que el nazismo no podría explicarse sin la existencia previa del comunismo.
Exterminio racial o político
Una de las diferencias más notables entre ambos es que que los gulag soviéticos se emplearon para castigar y eliminar a los disidentes políticos soviéticos, con el objetivo de transformar lo más rápido posible las estructuras socio-económicas del país e impulsar la colectivización y la industrialización. Los nazis, por su parte, emplearon sus campos de concentración para el exterminio de la raza judía, principalmente.
El balance más desolador de este último fue hecho público hace dos años por el Holocausto Memorial Museum de Washington , a través del proyecto «Enciclopedia de Campos y Guetos». El resultado fue un mapa de 42.500 campos de concentración, guetos y factorías de trabajos forzados que provocaron entre 15 y 20 millones de muertos o internados. En su mayoría fueron judíos, pero también integrantes de otros grupos perseguidos por el nazismo, como los gitanos y los homosexuales. «Las cifras son más altas de lo que originalmente pensamos», aseguró el director del German Historical Institute de Washington, Hartmut Berghoff.
Sin embargo, el cómputo de la mayoría de estudios hechos desde 1945 era de seis millones. Ese mismo año, el Instituto de Asuntos Judíos de Nueva York ya situó los muertos entre 5.659.600 y 5.673.100. Una cifra similar a la que fue revelada antes por William Höttl, antiguo miembro de las SS, que declaró que fue usada por Adolf Eichmann, el arquitecto de la solución final, en 1944.
A la luz de estas cifras, Courtois estableció otra diferencia importante que parece haber sido resarcida con la presente resolución. «Habría que reflexionar sobre el régimen que a partir de 1945 fue considerado como el más criminal del siglo y un régimen comunista que, hasta 1991, ha conservado toda su legitimidad internacional y que hoy está en el poder en varios países y mantiene adeptos en el mundo entero».
Friedrich Nietzsche es uno de los filósofos más destacados asociados con el nihilismo. Argumentó que el nihilismo se manifiesta en la pérdida de valores absolutos, como la religión, y en la ausencia de un fundamento último de la realidad. Nietzsche proclamó la famosa frase «Dios ha muerto» para expresar esta idea de que los valores tradicionales habían perdido su influencia en la sociedad. En resumen, el nihilismo es una corriente filosófica que desafía las ideas tradicionales sobre el significado y los valores de la vida, y ha sido objeto de debate y reflexión en la filosofía occidental.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
Friedrich aquel que da origen a las concepciones del bien y mal, donde agito la perspectiva occidental en torno a la “Muerte de Dios” donde no creía en Dios.
Es clara la moral, que debe ser y/o saber entre lo que esta bien ser y lo que esta mal, un concepto fuerte dependiente de la sociedad en la que se encuentra. Es político e histórico, producido por seres humanos que se manifiestan cuando encuentran un espacio institucional e estructural. Aquí se mencionan a dos ideólogos de mentalidad despiadada que condujo a muerte y sufrimiento a millones de persona.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
Una de las diferencias más notables entre ambos líderes totañlitarios que no creían en nada, Stalin y Hitler, fueron que que los gulag soviéticos se emplearon para castigar y eliminar a los disidentes políticos soviéticos, con el objetivo de transformar lo más rápido posible las estructuras socio-económicas del país e impulsar la colectivización y la industrialización. Los nazis, por su parte, emplearon sus campos de concentración para el exterminio de la raza judía, principalmente. Grandes genocidas producto de materialismo o nihilismo extremo para logros que no condujeron a sus aíses para nada bueno.
Gracias por su comentario, éxitos profesionales
Una pieza importante de este pensamiento nihilista.Los antecedentes más claros del nihilismo están en la escuela cínica del pensamiento filosófico de la Antigua Grecia, fundada por Antístenes en el siglo IV a. C.
Los cínicos criticaban el orden y la moral imperante mediante sátiras y la práctica de la “anaideia”: la desvergüenza, la provocación o la irreverencia. También se les atribuía la indiferencia respecto al bien y el mal como conceptos claros y reconocibles (la “adiaforía”) y la libertad en el hablar (la “parresía”).
Gracias por su comentario, éxitos profesionales
Horrorosa cifras producto de un nihilismo degenerado hasta el extremo hitleriano y tambien comunista, que devienn en totalitarismo con método crueles. El balance más desolador de este último fue hecho público hace dos años por el Holocausto Memorial Museum de Washington , a través del proyecto «Enciclopedia de Campos y Guetos». El resultado fue un mapa de 42.500 campos de concentración, guetos y factorías de trabajos forzados que provocaron entre 15 y 20 millones de muertos o internados. En su mayoría fueron judíos, pero también integrantes de otros grupos perseguidos por el nazismo, como los gitanos y los homosexuales. «Las cifras son más altas de lo que originalmente pensamos», aseguró el director del German Historical Institute de Washington, Hartmut Berghoff. Una buena investigación.
Sin embargo, el cómputo de la mayoría de estudios hechos desde 1945 era de seis millones. Ese mismo año, el Instituto de Asuntos Judíos de Nueva York ya situó los muertos entre 5.659.600 y 5.673.100. Una cifra similar a la que fue revelada antes por William Höttl, antiguo miembro de las SS, que declaró que fue usada por Adolf Eichmann, el arquitecto de la solución final, en 1944. Su nihillismo asesino los lleva al infierno eterno. Pensar que muchos hombres famosos y con mucho poder quisieron destruir el cristianismo y la palabra sigue vigente por ser palabra de Dios, mientras que estos líderes todopoderosos murieron sin nada propio.
Gracias por su comentario, éxitos profesionales
Nihilismo decadente. El primer tipo de nihilismo se caracteriza por hacer filosofía metafísica, por poseer un pensamiento monotonoteísta (la idea de un Dios que es siempre el mismo, no importa cómo se lo llame) y por poseer rasgos del egipticismo (según Nietzsche, por “momificar” a la vida). El nihilismo decadente es el del hombre transmundano o “último hombre”, que es el de las pequeñas y vanas virtudes. Su figura es la del camello, que se arrodilla para que lo carguen. Aparece en El nacimiento de la tragedia (1872).
Gracias por su comentario, éxitos profesionales
Es importante recordar y reconocer que las ideas y filosofías extremistas de Adolf Hitler no surgieron de la nada, sino que fueron influenciadas por corrientes de pensamiento previas. El nihilismo, en particular, jugó un papel crucial en la cosmovisión de Hitler, al liberarlo de cualquier sentido de compasión o responsabilidad ética hacia sus semejantes.Esta perspectiva nihilista permitió a Hitler llevar a cabo atrocidades inimaginables, pues para él, el mundo carecía de cualquier valor moral o ético. Sus acciones reflejaron una absoluta indiferencia hacia el sufrimiento humano y un desprecio desmedido por la vida de aquellos que consideraba enemigos. Esta mentalidad despiadada fue la que condujo a la muerte y el sufrimiento de millones de personas.
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Comparto con los amigos que gustan de la filosofía este fragmento que vale la pena ser leído especialmente por los jóvenes.
Mientras se explicaba el concepto de superhombre que propone Nietzsche, surgió en clase una pregunta interesante: ¿Sería Hitler un ejemplo de superhombre» El problema de la relación entre Nietzsche y el nazismo aparece de un modo recurrente. Parece claro que el autor alemán no hubiera estado de acuerdo con la ideología nazi ni con la persecución judía. Tiene múltiples textos en los que critica al pueblo alemán, que él consideraba decadente y mediocre. Sin embargo, cuando se adopta la perspectiva individual, puede que las cosas cambien: de acuerdo, los alemanes (o la supuestamente existente raza aria) no representan un grupo superior, pero ¿y los ideólogos del nazismo» Pues mucho me temo que, si no forzamos a los textos de Nietzsche a que digan lo que en realidad no dicen, y si no tranformamos su filosofía y la traicionamos, ciertos aspectos de Hitler podrían encajar con la descripción nietzscheana del superhombre.
El panorama de fondo que nos sirve para sostener esto es el irraionalismo que defendió Nietzsche. Quizás en pocos personajes históricos se haya encarnado de un modo tan brutal como en el lider del nazismo. Pero si nos paramos a comentar algunos de los conceptos más importantes de Nietzsche vemos que las piezas también encajan. Para empezar, podríamos fijarnos en la voluntad de poder: es claro que Hitler la tuvo, que trató de llevar su ámbito de influencia tan lejos como pudo, y que en ningún caso la razón pudo actuar como freno a su ambición, a lo que su instinto y su voluntad le dictaban. Y otro tanto de lo mismo ocurre si nos fijamos en esa vida al margen de la moral y de la religión que propone Nietzsche: también en este sentido se podría decir que Hitler asume la propuesta del Así habló Zaratustra. El nihilismo llevado a su máxima expresión (algo que después Hannah Arendt denominaría la «banalidad del mal») y además un nihilismo dominador, activo, que no se asusta ante la falta de sentido. Estas expresiones reflejan de un modo correcto la personalidad del líder del nacionalsocialismo alemán, que despreciaba también la debilidad, la mediocridad, la compasión.
Buena sección cultural de este espacio Web.
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Muchos filósofos contemporáneos consideran que la noción de maldad está ligada al concepto de acción malvada. En este sentido, defienden que una persona malvada es aquella que realiza acciones malas o incorrectas. Los que mal actán es porque no creen en nada, eso es el nihilismo, así de simple. Son los mas degenerados de la historia miremos los líderes del mal en la historia, todos han originado guerras donde la mayor parte de muertosson civils inocentes.
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Muy interesante concebir folosóficamente el mal. La idea de mal o maldad se asocia a los accidentes naturales o comportamientos humanos que se consideran perjudiciales, destructivos o inmorales y son fuente de sufrimiento moral o físico. Desde este segundo punto de vista menos general y vinculado a lo humano, se denomina más bien perversidad.
Para la ética es una condición negativa atribuida al ser humano que indica la ausencia de principios morales, bondad, caridad o afecto natural por el entorno y los entes que figuran en él.
Friedrich Nietzsche intentó redefinir la ética en su Más allá del bien y el mal (1886), donde se afirma que hay que superar la moral judeocristiana y los filósofos del futuro deben transmutar sus valores creándose otros más propios y fundados en la voluntad de poder, el vitalismo dionisiaco, la imaginación y la autoafirmación, negando una moral universal y por tanto un mal único para todos los seres humanos. Hannah Arendt, en Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal (Barcelona: Lumen, 1999) retoma la cuestión del mal radical kantiano, politizándolo. Analiza el mal cuando este se ciñe a grupos sociales o al propio Estado. Según la autora, el mal no es una categoría ontológica, no es natural ni metafísico. Es político e histórico: es producido por seres humanos y se manifiesta solo cuando encuentra espacio institucional y estructural para ello, debido a una elección política. A la trivialización de la violencia corresponde, para Arendt, el vacío del pensamiento donde la banalidad del mal se asienta.
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Nietzsche adulto, después de leer a Kant, buscó los orígenes del bien y del mal en el mundo. Entonces se preguntó: «¿En qué condiciones ha inventado el hombre para su uso estas dos evaluaciones: el bien y el mal?» y «¿Qué valor tienen en sí mismas?». Sus respuestas a estas y a otras preguntas se encuentran en su Genealogía.
Friedrich Nietzsche da un origen doble a las concepciones de bien y mal: la de los señores y la de los esclavos. Expone que las ideas de bien se identifican con la posición de quienes las tienen, así los poderosos están bien para ellos, y los «resentidos morales» están bien para ellos. Las ideas del mal se identifican con las posiciones contrarias: los esclavos están mal para los señores y vice versa.
Es claro que la moral, el deber ser, qué es lo que está bien ser y qué es lo que está mal, es un concepto fuertemente dependiente de la sociedad en la que se encuentra. Para Nietzsche, la búsqueda del superhombre transgrede la moral occidental y atenta contra Dios y la ideología del cristianismo
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el nihilismo no es una negación de la vida ni en una creencia “en nada”. En todo caso, el nihilismo es la oposición a todos los sentidos objetivos, deterministas o jerárquicos que le den a la existencia una misión o un fin determinado, una explicación o justificación. Eso se adapta al contexto o a la coyuntura, como al oportunismo político económico.
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El impacto literario de Nietzsche agitó la perspectiva occidental en torno a la «muerte de Dios» (esto es, de los valores cristianos, al ser desterrados en la práctica por el ser humano). De hecho, los movimientos libertarios, a izquierda y a derecha del espectro político, emanan de esa defensa a ultranza de rechazo del orden establecido y de transformación radical. Esto llevo a varios tyiranos a ser considerados líderes mesianicoa hasta hoy. Los países totañlitarios sufren de ese liderazgo enfermizo y delirante.
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Dos ideólogos que que no creían en Dios, sino en nada, uno pendante y otro un genocida. Los conceptos reapropiados por el nazismo fue el de superhombre, En muy resumidas cuentas, para Nietzsche el superhombre tiene un grado de madurez espiritual y moral que ha sobrepasado a los del humano de su época. Hitler era un seguidor del nihilismo maldito.
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