EL PAN DE CADA DÍA
Durante la época colonial, las panaderías eran consideradas centros penitenciarios y un mercado idóneo para comercializar esclavos- Créditos: Reporteros de la Historia
Difusión y compilación histórica: Luis Pintado Córdova
Según el libro “La Presencia Afrodescendiente en el Perú. Siglos XVI – XX” de Maribel Arrelucea y Jesús Cosamalón, la forma en que los hacendados de la época virreinal trataban a sus esclavos variaba considerablemente y dependía de varios factores: ubicación geográfica, tipo de actividad económica, sistema de trabajo y relaciones sociales. Estas incluían aspectos como vestimenta, calzado, alimentación, atención médica y religión.
Registros de las quejas presentadas por los esclavos ante el Tribunal Eclesiástico de Lima, una sanción impuesta por sus ‘propietarios’ era enviarlos a laborar en las panaderías. A través de las líneas del libro “Una palenque llamado Lima” de Francisco Quiroz, se detalla que la tarea más detestada era tornear, que consistía en girar una manivela durante muchas horas de forma consecutiva. Esta tarea generó más de un problema debido a que era difícil encontrar a una persona libre que aceptase trabajar en el torno. Y poner a un esclavo propio era condenarlo al desgaste rápido, por lo que los amos la consideraron una opción ideal como castigo para los esclavos que se rebelaban.
Los esclavos iniciaban con sus labores durante la noche y finalizaban al medio día, sin descanso y encadenados permanentemente.
Durante la época colonial, las panaderías eran consideradas centros penitenciarios y un mercado idóneo para comercializar esclavos- Créditos: Reporteros de la Historia
Cuentan los viejos cronistas que antaño los panaderos, montados en las ancas de su vieja mula, cargada con varios costales llenos de pan, emprende su viaje, desde las seis de la mañana – la misma hora que se escucha la voz de doña Aniceta, la quejumbrosa lechera – recorriendo las casas a las que, sin saco ni chaleco, podían ingresar, pues, ¡como Pedro por su casa! Ya en el zaguán, el panadero y su mula, anunciaban su llegada «dando sobre los capachos de cuero, dos o tres rudos golpes con las riendas», para, horas más tarde, aparecer por alguna pulpería donde los pulperos, algunos revoltosos otros donjuanescos, tenían que ser, por órdenes del virrey Conde de Lemos, hombres casados. Aquellos pulperos, amantes de la soltería, a fin de continuar ejerciendo el oficio, tuvieron que, más temprano que tarde, echarse a buscar a la futura esposa. ¡Menudo problema!
Años más tarde…
Hacia el mil ochocientos noventa, cuando – según el cronista de Lima – «no podían ni hablarse de aquellos bizcochitos llamados revolución caliente», contrario a lo que sucedía con el mantequero, tan temido y detestado, era el bizcochero el preferido de los niños. Desde muy temprano hasta el mediodía, con su tabla que descansaba sobre su cabeza, por las polvorientas calles de la vieja Lima, pregonaba ¡buen pan de Guatemalaaá! ¡muchacho avisa… avisa… ya me voy! Volvían a las seis de la tarde para ofrecer, junto al galletero, mazapanes y budines y cocadas y las ricas empanaditas de boda, tan buscadas por las muchachas casamenteras.
El amarillo pan de Guatemala, a decir de Ricardo Dávalos y Lissón, era aquel que hacía buenas migas con el meloso merengue y la espumosa bizcotela, amiga íntima del helado que vendían en Marron, en el portal de Botoneros. Muy distinto era el pan de dulce que solían vender los bizcocheros únicamente en Semana Santa. El «pan de dulce. pan de ulce… buen pan de reaalo» se anunciaba al amanecer, como los «huevos de olor» avisaban la llegada del Carnaval. Fue por esos tiempos cuando frente a la plazuela de Guadalupe, rodeada de casas y corralones, a un paso de la chingana de la esquina y a la casa de don Benito, el cafetero, vecina a la casa de Andrés Avelino Arangoitia, existió una panadería italiana donde varios caballos «capacheros llevan, desde las siete de la mañana, pan francés y pan trenzado para las casas de los alrededores.
Cuenta una antigua crónica que uno de los últimos virreyes, a modo de ornamento, ordenó la siembra de árboles de Malambo a lo largo de toda esta ancha calle, escenario de los paseos cortesanos de la Miquita. Fue en esta calle donde, años más tarde, existió, además de la pulpería de don Nicola, aquel italiano que vendía «sifón con jarabe», una panadería, la de Suito y Toro, donde nunca faltaban las rosquitas de manteca que salían al sonar de las once campanadas de la vecina capilla. Dice, además, que a esas horas la gente se agolpaba frente al vetusto portón de madera para conseguir, con suerte, un paquetito de sus doradas rosquillas. Eran tiempos en que doña Petronila, en el barrio llamado de la Torrecilla, vendía, a decir de los dulceros, el turrón de Doña Pepa más caro de la ciudad pues estaban adornados con los conocidos caracolitos de la marca Field, en los que venían enrollados versos de Chocano y Gálvez.
«¿Ya probaste el pan de dulce de los Huérfanos…?» ¡Estupendos! Era la respuesta que daban todos aquellos que habían probado el dulce preparado por el maestro Cubillas en su panadería de los Huérfanos. Cubillas, como misia Clara, famosa dulcera de la esquina de las Nazarenas, guardaban celosamente el secreto de sus delicias. Según los más golosos, misia Clara, preparaba, además de la mazamorra morada, el mejor arroz con leche.
La panadería de Panteoncito, de los hermanos Merea, vecina al viejo Olimpo, tenía un exquisito pan pinganillo; en la de Santa Teresa y de la Encarnación, de propiedad de los alemanes Schütz y Trou, elaboraban el mejor pan negro o de cebada. Y en el día de San Antonio las panaderías se esmeraban en preparar, con la mejor leche y mantequilla, un pequeño panecillo que era repartido al interior de las parroquias.
Fuentes:
- César Coloma. «La Ciudad de los Reyes y la Guía del Viajero en Lima, de Manuel Atanasio Fuentes
• Ernesto Ascher. «Historia del pasado y observaciones del presente»
• Ricardo Dávalos y Lissón. «Lima de Antaño».
- Pedro Benvenutto Murrieta. «Quince Plazuelas, una Alameda y un callejón».
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Pregoneros en Lima – Panadero (época del Virreynato).
Este artículo ofrece una perspectiva histórica sorprendente sobre las panaderías durante la época colonial. Revela una realidad impactante, donde estos establecimientos no solo eran lugares para el comercio de productos horneados, sino también centros de castigo para esclavos. Las quejas registradas ante el Tribunal Eclesiástico subrayan las duras condiciones a las que estaban sometidos, como el arduo trabajo de tornear. Es fundamental recordar estas prácticas pasadas para comprender y reflexionar sobre nuestra historia cultural.
Gracias por el comentario, éxitos profesionales.
Las pregoneras de la ciudad, al anunciar el pan del día, son parte de la rica tradición cultural. Este vínculo entre la venta de alimentos y la identidad de la ciudad destaca la importancia de preservar las prácticas tradicionales que contribuyen al carácter único de cada comunidad.
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La historia detrás del pan cotidiano revela aspectos inesperados durante la época colonial. Las panaderías, lejos de ser solo centros de producción de pan, también sirvieron como lugares de detención y comercio de esclavos. Este vínculo revela la complejidad social de aquel período, donde elementos aparentemente mundanos como el pan estaban entrelazados con instituciones y prácticas que reflejan la opresión y desigualdad arraigadas en la sociedad de la época.
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Es importante señalar que el artículo describe un aspecto oscuro y lamentable de la historia, vinculado a la esclavitud durante la época colonial en Perú. La narrativa revela que las panaderías durante la época colonial no solo eran lugares para la producción de alimentos, sino también centros donde los esclavos eran enviados como castigo. Esto subraya la utilización de la fuerza laboral esclava en diversas industrias, incluida la panificación. este relato arroja luz sobre una parte sombría de la historia, recordándonos la importancia de aprender de estos episodios para construir sociedades más justas y equitativas en el presente y el futuro.
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Durante la época colonial en Lima, las panaderías tenían un oscuro papel como centros de reclusión y comercio de esclavos. Los amos enviaban a esclavos rebeldes a trabajar en panaderías como castigo, donde realizaban tareas agotadoras encadenados. En el siglo XIX, los panaderos recorrían las calles anunciando su llegada, mientras los bizcocheros pregonaban sus productos, como el «buen pan de Guatemala». Esta crónica ofrece una visión de la explotación en panaderías y escenas cotidianas de vendedores ambulantes en Lima
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El artículo ofrece una visión panorámica de la evolución de las panaderías desde la época colonial hasta el siglo XIX. Inicialmente señala las condiciones de explotación y castigo hacia los esclavos que trabajaban en estas panaderías durante la época colonial. Sin embargo, destaca el cambio positivo en el siglo XIX, cuando las panaderías se convirtieron en negocios prósperos, mejorando las condiciones laborales y ganando respeto. La inclusión de detalles sobre los pregoneros, la variedad de productos como el pan de Guatemala y las rosquitas de manteca, así como las especialidades dulces, como el pan de dulce de los Huérfanos y el turrón de Doña Pepa de doña Petronila.
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El artículo explora de manera impactante la historia colonial peruana, revelando la cruel realidad de las panaderías convertidas en centros de castigo para esclavos. La narrativa detalla las condiciones inhumanas y castigos impuestos, proporcionando una perspectiva valiosa sobre el pasado oscuro del comercio de esclavos en relación con las panaderías.
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El artículo nos habla sobre las panaderías de la época colonial, las cuales eran lugares de explotación. Los esclavos eran enviados a trabajar en ellas como castigo, y las condiciones de trabajo eran inhumanas. En el siglo XIX, las panaderías se convirtieron en un negocio más próspero, las condiciones de trabajo mejoraron y los panaderos eran más respetados. Los pregoneros recorrían las calles anunciando sus productos, y los niños se entusiasmaban con el pan de Guatemala y las rosquitas de manteca. Algunos panaderos se especializaban en dulces, como el pan de dulce de los Huérfanos o el turrón de Doña Pepa de doña Petronila.
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Buen articulo, el cual nos relata que durante la época colonial, las panaderías eran consideradas centros penitenciarios y un mercado idóneo para comercializar esclavos.
Nos cuenta que en los registros de las quejas presentadas por los esclavos ante el Tribunal Eclesiástico de Lima de aquellas épocas, una sanción impuesta por sus ‘propietarios’ era enviarlos a laborar en las panaderías. A través de las líneas del libro “Una palenque llamado Lima” de Francisco Quiroz, se detalla que la tarea más detestada era tornear, que consistía en girar una manivela durante muchas horas de forma consecutiva.
Unas prácticas de aquellas épocas, que vale la pena recordar como parte de nuestra cultura.
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Hewrmosa lectura, me gusto: El amarillo pan de Guatemala, a decir de Ricardo Dávalos y Lissón, era aquel que hacía buenas migas con el meloso merengue y la espumosa bizcotela, amiga íntima del helado que vendían en Marron, en el portal de Botoneros. Muy distinto era el pan de dulce que solían vender los bizcocheros únicamente en Semana Santa. El «pan de dulce. pan de ulce… buen pan de reaalo» se anunciaba al amanecer, como los «huevos de olor» avisaban la llegada del Carnaval.
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Los pregoneros de la ciudad. Entre el caos citadino siempre se asoman gritos de vendedores que le dan personalidad a las calles. La mayoría de estos personajes de origen colonial han desaparecido, hoy ya sólo escuchamos a algunos.
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Durante la época colonial, las panaderías eran consideradas centros penitenciarios y un mercado idóneo para comercializar esclavos.
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Gracias por el compartir histórico.
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Registros de las quejas presentadas por los esclavos ante el Tribunal Eclesiástico de Lima, una sanción impuesta por sus ‘propietarios’ era enviarlos a laborar en las panaderías. A través de las líneas del libro “Una palenque llamado Lima” de Francisco Quiroz, se detalla que la tarea más detestada era tornear, que consistía en girar una manivela durante muchas horas de forma consecutiva.
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Que tal expotación. Los esclavos iniciaban con sus labores durante la noche y finalizaban al medio día, sin descanso y encadenados permanentemente.
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No sabía eso. Durante la época colonial, las panaderías eran consideradas centros penitenciarios y un mercado idóneo para comercializar esclavos. Buena información.
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