Salmos
Durante el período de la dominación persa contra los hebreos, los salmos estuvieron en pleno apogeo y se fueron diversificando en multitud de estilos y géneros diferentes: himnos, imágenes mesiánicas, lamentaciones individuales o grupales, escatología, súplicas a Dios donde se confiaba en recibir una respuesta, textos didácticos que recuerdan importantes episodios históricos, cánticos de acción de gracias de personas individuales o de la nación entera…
El Salterio, o Libro de los Salmos, es el primer libro de las “Escrituras” (Kethubhim o Hagiographa), es decir, la tercera sección de la actual Biblia hebrea impresa. En esta sección de la Biblia hebrea el orden canónico de los libros ha variado substancialmente, mientras que en las secciones primera y segunda, es decir, en la Ley y los Profetas, los libros han estado siempre casi en el mismo orden. La lista Talmúdica (Baba Bathra 14b) coloca el libro de Rut antes que los Salmos. San Jerónimo encabeza las “Escrituras” con los Salmos, en su “Epístola ad Paulinum” (P.L. XXII, 547), con Job en su “Prólogo Galeatus” (P.L., XXVIII, 555).
Muchos manuscritos masoréticos, especialmente españoles, comienzan las “Escrituras” con Paralipómenos o Libros de las Crónicas. Los manuscritos masoréticos alemanes han liderado el ordenamiento del libro en el Kethubhim de la Biblia Hebrea moderna. La Versión de los Setenta coloca los Salmos como el primero entre los Libros Sapienciales. Estos últimos libros en el “Códice Alejandrino” pertenecen a la tercera sección y siguen a los Profetas. La Vulgata clementina tiene los Salmos y los Libros Sapienciales en la segunda sección, después de Job. Este artículo tratará sobre el nombre de los Salmos, su contenido, los autores, su canonicidad, texto, versiones, forma poética, belleza poética, valor teológico y uso litúrgico.
No debe confundirse con Libro de los Salmos de Salomón.
Los salmos (en hebreo תְּהִילִים, Tehilim, ‘Alabanzas’, en griego ψάλμοι, psalmoi) son un conjunto de cinco libros de poesía religiosa hebrea que forma parte del Tanaj judío y del Antiguo Testamento. El Libro de los Salmos está incluido entre los llamados Libros Sapienciales. También es conocido como Alabanzas o Salterio. Suele encontrarse entre los libros de Job, Proverbios y Cantar de los Cantares.
Elaboración: Luis Alberto Pintado Córdova
Datos generales y títulos
Origen de la literatura hebrea
Las poesías de estilo salmódico son muy abundantes en las tradiciones literarias sumeria, asiria y babilónica desde la más remota antigüedad. Estas culturas empleaban sobre todo salmos en forma de himnos o lamentaciones.
Algunos estudiosos sostienen que los himnos religiosos egipcios (especialmente el «Himno a Atón»), inspiraron en forma directa diferentes algunos salmos, cuyo ejemplo más evidente es el Salmo 104.
La cultura cananea influyó sobre los salmos y probablemente también sobre el resto de la literatura hebrea. El rey David, quien según la Biblia era poeta, perfeccionó la organización litúrgica y aplicó un poderoso impulso a la poesía salmódica hasta alcanzar la gran variedad y calidad de los poemas reunidos en este libro.
Durante el período de la dominación persa, los salmos estuvieron en pleno apogeo y se fueron diversificando en multitud de estilos y géneros diferentes: himnos, imágenes mesiánicas, lamentaciones individuales o grupales, escatología, súplicas a Dios donde se confiaba en recibir una respuesta, textos didácticos que recuerdan importantes episodios históricos, cánticos de acción de gracias de personas individuales o de la nación entera, etcétera.
La poesía hebrea
Una de las principales dificultades al tratar de interpretar los Salmos se debe a las cualidades de la poesía hebrea, expresión del ánimo peculiar del pueblo israelita, más intuitivo y sensible que el griego.
La poesía hebrea se caracteriza por una métrica especial fundada en el paralelismo semántico: repetir la misma idea dos veces por lo menos con distintas palabras:
El malvado cree que Dios se olvida,que se tapa la cara y nunca ve nada (Salm. X, 11)
Son rasgos principales su concisión y carácter elíptico. Las ideas se fijan con pocas palabras, y se dejan implícitas muchas relaciones. Se renuncia a completar los nexos entre las ideas para que las palabras sueltas encuentren en el oyente lo que el poeta no consignó en el texto. Si a eso se añade que, por lo general, la poesía hebrea es breve, el trabajo exegético se dificulta mucho, pues no existe entonces la posibilidad de confrontar el texto en estudio con otros y elaborar por este medio una explicación conjunta que ilumine el detalle.
Si los poemas fueran más extensos… las distintas partes se iluminarían… y ayudarían a comprender el conjunto del poema. (Gunkel 1933:18)
La brevedad y la elipsis de los poemas hebreos se resolvían en su época gracias a un contexto histórico y social que compartían el poeta y sus contemporáneos. El desconocimiento de ese contexto esconde actualmente el sentido real del poema y deja paso a toda clase de especulaciones.7El error en esta apreciación, está en el hecho de considerar que el contexto de este conjunto de libros (salmos=poesías) se puede hallar en lo histórico-social de las vivencias del pueblo hebreo. Pero su contexto y razón solo se pueden entender y exponer bajo la lente de las vivencias y conocimientos cognitivos que este pueblo guardaba con YHWH (Jehová). Siempre, en este conocimiento y comprensión de la invariabilidad, potencialidad y omnipresencia de YHWH, lo elíptico y conciso de la prosa no solo de estos libros, sino también de los Proverbios, los Cantares, las Lamentaciones y aún de todos los demás libros canónicos, hallan contexto vigente y actual. Es decir: cuando tu experiencia es contrastada, sopesada, vivida y regida según los designios y la presencia ineludible de un Dios invariable, Santo y siempre presente, todo escrito bíblico cobra ‘vida’ en la vida.
Colocación y nombre
En la Biblia hebrea, el Libro de los Salmos se encuentra al inicio de la tercera sección, llamada ketubim (escritos). En la versión de los LXX o Septuaginta, encabeza también la sección de libros llamados didácticos. En cambio, las versiones latinas lo han colocado siempre tras el Libro de Job.
La Biblia hebrea lo denomina tehillim o sefer tehillim, forma plural del nombre tehillah, que significa himno o alabanza. También usa, al inicio de 57 salmos, la palabra mizmor, que se emplea para hablar de un poema que se canta y es acompañado por instrumentos de cuerda (kinnor).
La versión de los LXX los llama ψάλμοι o βίβλος ψάλμων, aunque el Códice Alejandrino use la expresión psalterion, que es el nombre del instrumento de cuerdas con que los oficiantes judíos acompañaban los cánticos de alabanza a Yahveh o Jehová. Por extensión, más tarde el término se aplicó a la colección de himnos y finalmente al libro que la contuvo.
Contenidos
Al parecer se trataba de una recolección oficial de cantos usados en la liturgia y que se empleaban en Jerusalén en el período del segundo templo. Son 150 salmos en total. Ahora bien, existen diferencias en cuanto a la división. Todas las versiones comprenden exactamente 150 salmos. El problema se suscita al comparar las versiones hebreas con la Septuaginta y la Vulgata. Así, se pueden observar discrepancias en la numeración y división de algunos salmos. Si bien estas divergencias se refieren siempre a casos puntuales y particulares, inevitablemente repercuten en la numeración general.
La numeración que les otorga el texto hebreo sólo se corresponde con los LXX y con la Vulgata en los 8 primeros salmos y en los 3 últimos. La Biblia griega fusiona el salmo 9 y el salmo 10 en uno solo y hace lo mismo con el salmo 113 y el salmo 114. De manera inversa, divide en dos el salmo 116 y denomina a las partes resultantes salmo 114 y salmo 115 y de la división del salmo 147 hace los salmos 146 y 147.
Como regla mnemotécnica, puede decirse que, entre el salmo 10 y el 148, la numeración de la Septuaginta y la Vulgata es igual a la numeración hebrea menos 1. Usualmente, sin embargo, cuando se habla del Salmo n, sin dar mayores explicaciones, se está refiriendo a la numeración original hebrea.
Los salmos aparecen en el idioma original hebreo, agrupados en cinco libros o colecciones, separados por doxologías que aparecen al final de los salmos salmo 41, salmo 72, salmo 89, salmo 106 y salmo 150. Este último consiste todo él en una doxología. La primera mención a la recolección que de alguna manera permite datarla se encuentra en el prólogo a una traducción del Eclesiástico que se escribió hacia el 117 a.C. donde se indica que el libro de los Salmos ya formaba parte de la Biblia hebrea a inicios del siglo IIa.C.
Subdivisiones
El Libro de los Salmos se compone, en realidad, de 5 colecciones de cánticos que el antiguo pueblo de Israel empleaba en su adoración. Gran parte de estos están encabezados por anotaciones referidas al autor, su forma o el contexto en el que se escribieron (los llamados «títulos»). Muchos de ellos emplean un orden alfabético. Las subdivisiones serían las siguientes, separadas cada parte por una doxología:
- Salmo 1 al salmo 41
- Salmo 42 al salmo 72
- Salmo 73 al salmo 89
- Salmo 90 al samo 106
- Salmo 107 al salmo 150
Sin embargo, hay salmos duplicados (por ejemplo, el salmo 14, que se encuentra en el salmo 54). Otro aspecto que hace pensar en la diversidad de autores y momentos o en la existencia de otras colecciones anteriores es la falta de homogeneidad en el uso de palabras como Yahveh o Elohim, ya que se considera habitualmente que los salmos que usan Elohim para referirse a Dios son más antiguos que los yahvistas.
Títulos
La mayoría de los Salmos contienen un encabezado a modo de título. La versión de los LXX incluye más que el texto masorético. La versión hebrea da como autor de 73 salmos a David y la LXX, 84.
Se usan algunas expresiones para dar a entender el tipo de salmo:
- mizmor (salmo) en 57 ocasiones.
- shir (cantos) en 30 ocasiones.
- tefillah (oraciones) en 3 ocasiones.
- tehillah (himnos o cantos de alabanza) en 1 ocasión.
- miktam (traducido como “poema para inscripción”) en 6 ocasiones como por ejemplo en los salmos 16, 56-60).
- maskil (palabra de significado dudoso, quizá poema contemplativo o sapiencial) en 13 ocasiones (salmo 32, salmo 42, salmo 44, salmo 45, salmo 52 – salmo 55, salmo 74, salmo 78, salmo 88, salmo 89 y salmo 142).
- siggayon (lamentación) en 1 ocasión.
Se llama lamed auctoris a una indicación que ofrece información sobre el creador del salmo o su dedicatoria. Recientemente se ha puesto en duda su pertenencia original al salmo, debido a la cantidad de variantes que presenta.
En los títulos se ofrecen también datos sobre los instrumentos musicales empleados o de acompañamiento o incluso del uso de melodías conocidas: de cuerda, voces de soprano, tonadas del “no destruyas”. Hay indicaciones e incluso palabras que no han logrado ser dilucidadas con certeza, como la expresión selah («interludio«, en la LXX, y “siempre”, en la Vulgata de Jerónimo de Estridón). En los salmos salmo 8, salmo 81 y salmo 84, aparece el vocablo hebreo gui·tit, empleado, en el antiguo Israel, en la composición. Se cree que la expresión se·mi·nit indica una disminución de una octava. Finalmente, en el salmo 5 se halla la neji‧lóhth, de significado incierto y que probablemente derive de ja‧líl o «flauta«, en hebreo.
Hay también en los títulos algunas indicaciones sobre el momento en que se debían usar: bien en peregrinaciones, bien para la celebración de la dedicación del templo o para el sábado, entre otros.
Finalmente, algunos salmos incluyen en los títulos una explicación del momento en el que supuestamente se habría compuesto el salmo: la huida de David ante Saúl, el arrepentimiento tras la muerte de Urías, la guerra con Absalón, etcétera.
Un buen número de Padres de la Iglesia se manifiesta a favor de considerar también como inspirados estos textos de los títulos de los salmos debido a que, según opinan, serían obra del mismo autor. Pero también muchos discuten no solo su origen sino también su veracidad. En la actualidad, la mayor parte de los exégetas niegan su carácter canónico.
El texto
El texto original de los Salmos estaba en hebreo. Los manuscritos más antiguos con los que se cuenta y que están en esta lengua son de fines del siglo X, aunque los fragmentos encontrados en Qumram sean de mediados del siglo I. Dado que se trataba de un texto muy usado con fines litúrgicos, sufrió diversas transformaciones y cambios que hacen muy difícil descubrir el texto hebreo que fue la fuente de las traducciones más antiguas con que se cuenta. Esto se puede comprobar si se comparan textos duplicados como el del Salmo 18 con II Samuel 22 o el Salmo 14 con el salmo 53. A esto se añade el hecho de que el período de composición de todos ellos va de seis a ocho siglos.
Aun cuando fueron encontrados en Qumram diversos textos e incluso, en algunos casos, variantes de un mismo salmo, el más importante es el rótulo de cuero 11QPs, con 41 salmos: 7 apócrifos (con el himno que se menciona en Sab 51, 13-20, y el Salmo 151, que aparece también en la Septuaginta) y los últimos 33 salmos del salterio canónico.
Traducciones
Se habla de una especie de grupos de salmos dentro del salterio o incluso de “salterios dentro del salterio” y es que todas las técnicas de crítica textual se han usado en los textos de los Salmos. A continuación se enumeran diversas traducciones:
- Septuaginta. Según la mayoría de los críticos, la traducción es de mala calidad, pero es la más antigua (fines del siglo IIa.C.). De hecho, Beaucamp afirma:
Las divergencias señaladas entre el texto griego de los LXX y el del texto masorético parecen debidas al traductor y al original hebraico usado. Por entonces el salterio hebraico era idéntico al que poseemos hoy, pero todavía había inseguridades en los detallesDBS 201
A pesar de sus incorrecciones tanto en la traducción como en el mismo griego, se usa para tratar de dilucidar el texto hebreo que le sirvió de base. Fue recensionada por Luciano de Antioquía y Hesiquio de Antioquía.
- Otras versiones en griego: Según Jerónimo, hubo también otras versiones griegas que usó para su texto latino. Una, llamada “de Áquila” (realizada a inicios del siglo II), y la de Símaco (hacia el año 200).
- El Tárgum es la versión en arameo que también resulta útil para descubrir la versión original o fuente hebrea. Se caracteriza por la cantidad de comentarios que se añaden al texto.
- Versiones latinas: Tres son obra de Jerónimo:
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- una a partir de la Vetus latina (que a su vez es traducción de la Septuaginta);
- la segunda se hizo en Palestina; en realidad, es una revisión de la anterior conocida como Salterio Gallicano (fue adoptada en las Galias) y, tras la aprobación papal en 1568, entró también en el salterio;
- la tercera fue compuesta entre el 390 y el 405 a partir de un texto en hebreo (de ahí su nombre de Psalterium iuxta hebraeos).
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La nueva Vulgata de 1979 ofrece otra traducción que, además, unifica la numeración con la hebraica.
Contenido
Nombres
El Libro de los Salmos tiene varios nombres en los textos hebreos, en Los Setenta y en la Vulgata.
A. El nombre hebreo es “alabanzas” (de “alabar”) o “libro de alabanzas”. San Hipólito conocía este último nombre, quien escribió “Habraioi periegrapsanten biblon Sephra theleim” (ed. Lagarde, 188). Hay alguna duda respecto a la autenticidad de este fragmento. Sin embargo, no puede haber duda en cuanto a la transliteración Spahrthelleim por Orígenes (P.G., XII, 1084); y “sephar tallim, quod interpretatur volumen hymnorum” por San Jerónimo (P.L., XXVIII, 1124). El nombre “alabanzas” no indica el contenido de todos los Salmos. Solamente el Salmo 145(144) es titulado “alabanza”. Un sinónimo hallel, en el ritual judío posterior, fue dado a cuatro grupos de cánticos de alabanzas, Salmos 104(103) – 107(106); 111(110) – 117(116); 135(134) – 136(135); 146(145) – 150. No sólo estas canciones de alabanza, sino la colección de salmos constituyen un manual para el servicio del Templo—un servicio principalmente de alabanza, de ahí que el nombre “Alabanzas” fue dado al manual mismo.
B. Los manuscritos de los Salmos en Los Setenta dicen psalmoi, salmos, o psalterion, salterio. La palabra salmos es una traducción que ocurre en los títulos de cincuenta y siete salmos. Salmos, en griego clásico significa el tañido de las cuerdas de un instrumento musical, su equivalente en hebreo (de “afinar”) significa un poema de forma “afinada” y mesurada. Las dos palabras nos muestran que un salmo era un poema con estructura definida para ser cantado con acompañamiento de instrumentos de cuerda. El texto del Nuevo Testamento utiliza los nombres psalmoi (Lc. 24,44) biblos psalmon (Lc. 20,42; Hch. 1,20) y Daveid (Hb. 4,7).
C. La Vulgata siguió el texto griego y traduce psalmi, liber psalmorum. De igual modo, la Biblia siria llama a la colección Mazmore.
Contenido
El libro de los Salmos contiene 150 salmos, dividido en 5 libros; junto con cuatro doxologías y los títulos de la mayoría de los salmos.
Número
Las Biblias hebreas impresas listan 150 salmos. Algunos manuscritos masoréticos tienen menos. Los antiguos manuscritos de los Setenta (Códice Sinaítico, Códice Vaticano y Códice Alejandrino dan 151, pero establecen claramente que el último salmo no es canónico. “Este salmo fue escrito por David con su propia mano y está fuera de número”, exothen tou arthmou. La Vulgata sigue la numeración de Los Setenta pero omite el Salmo 151. En el siguiente esquema se pueden ver las diferencias en la numeración del texto hebreo y la Vulgata:
- Hebreo 1-8 = Los Setenta/Vulgata 1-8
- Hebreo 9-10 = Los Setentaa/Vulgata 9
- Hebreo 11-112 = Los Setenta/Vulgata 10-111
- Hebreo 113 = Los Setenta/Vulgata 112
- Hebreo 114-115 = Los Setenta/Vulgata 113
- Hebreo 116 = Los Setenta/Vulgata 114-115
- Hebreo 117-146 = Los Setenta/Vulgata 116-145
- Hebreo 147 = Los Setenta/Vulgata 146-147
- Hebrero 148-150 = Los Setenta/Vulgata 148-150
En el curso de este artículo, seguiremos la numeración hebrea y entre paréntesis la de Los Setenta y la Vulgata. Cada numeración tiene sus defectos; ninguna es preferible a la otra. La diferencia entre los textos Masoréticos y Los Setenta es significativa debido a la negligencia gradual de la forma poética original de los salmos, esta negligencia fue ocasionada por los usos litúrgicos y por el descuido de los copistas. Todos admiten que los salmos 9 y 10 eran originalmente un solo poema acróstico, que fueron erróneamente separados por Masora y correctamente unidos por Los Setenta y la Vulgata. Por otra parte el Salmo 144(143) se compone de dos canciones: los versos del 1-11 y del 12-15. Los salmos 42(41) y 43(42) demuestran, por la identidad del tema (anhela la casa de Yahveh), la estructura métrica y el estribillo (cf. Heb. Salmo 42,6.12; 43,5), que son tres estrofas de uno y el mismo poema. El texto hebreo está correcto al contar como uno el salmo 116 (114 + 115) y el salmo 147(146 + 147). Posteriormente el uso litúrgico parece haber dividido éstos y no pocos otros salmos. Zenner (¨Die Chorgesange im Buche der Psalmen”, II Friburgo im Br., 1896) ingeniosamente combina lo que él juzga eran las odas corales originales: salmos 1, 2, 3, 4; 6 + 13(12); 9 + 10(9); 19(18), 20(19), 21(20); 46(45) + 47(46); 69(68) + 70(69); 114 + 115(113); 148, 149, 150. La forma original del salmo 14(13) + 70(69) parece haber sido una oda coral. Las dos estrofas y el epodo son el salmo 14(13): las dos antistrofas son el Salmo 70(69) (cf. Zenner-Wiesmann, “Die Psalmen nach dem Urtext”, Munster, 1906, 305). Es significativo que, al romperse la oda original, cada porción se deslizó dos veces al Salterio: salmo 14(13) = 53(52), Salmo 70(69) = 40(39),14-18. Otros salmos duplicados son el salmo 108(107),2-6 = salmo 57(56),8-12; salmo 108(107),7-14 = Salmo 60(59),7-14; Salmo 71(70),1-3 = Salmo 31(30),2-4. La Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) reconoce que esta pérdida de la forma original de algunos de los salmos se debió a los usos litúrgicos, negligencia de los copistas u otras causas.
División
El Salterio esta dividido en cinco libros. Cada libro, salvo el último, termina con una doxología. Estas formas litúrgicas difieren levemente. Todos concuerdan que las doxologías al final de los primeros tres libros no tienen relación con los cánticos originales a los cuales han sido añadidos. Algunos consideran que la cuarta doxología fue siempre una parte del Salmo 106(105) (cf. Kirkpatrick, “Salmos”, IV y V, p. 6363). Preferimos, con Zener-Wiesmann (op.cit., 76) clasificarlo como una doxología pura y simple. El quinto libro no tiene necesidad de una doxología añadida. En el salmo 150, si compuesto como tal o no, sirve el propósito de una grandiosa doxología que lleva adecuadamente el Salterio a su final.
Los cinco libros del salterio se componen como sigue:
- Libro I: Salmos 1 – 41(40); doxología, salmo 41(40),14.
- Libro II: Salmos 42(41) – 72(71); doxología, salmo 72(71),18-20.
- Libro III: Salmos 73(72) – 89(88); doxología, salmo 89(88),53.
- Libro IV: Salmos 90(89) – 106(105); doxología, salmo 106(105),48
- Libro V: Salmos 107(106) – 150; sin doxología.
En el texto masorético, la doxología es seguida inmediatamente por un adjetivo ordinal que indica el número del siguiente libro; no así en Los Setenta y la Vulgata. Esta división del Salterio en cinco partes pertenece a la tradición judía primitiva. El Midrash en el salmo 1 nos dice que David dio a los judíos cinco libros de salmos correspondientes a los cinco libros de la ley dada a ellos por Moisés. Esta tradición fue aceptada por los primeros Padres. Hipólito, en el fragmento dudoso antes mencionado, llama al Salterio y sus cinco libros un segundo Pentateuco (ed. Lagarde, 193). San Jerónimo defiende la división en su importante «Prologus Galeatus» (P.L., XXVIII, 553) y en la Ep. CXL (P.L., XXII, 11, 68). Escribiendo a Marcela (P.L., XXIII, 431), él dice: «In quinque siquidem volumina psalterium apud Hebraeos divisum est». Sin embargo, él contradice esta declaración en su carta a Sofronio (P.L., XXVIII, 1123): «Nos Hebraeorum auctoritatem secute et maxime apostolorum, qui sempter in Novo Testamento psalmorum librum nominant, unum volumen asserimus».
Títulos
En el Salterio hebreo, todos los salmos, excepto treinta y cuatro, tienen títulos simples o bastante complejos. La Versión de los Setenta y la Vulgata proveen títulos a la mayoría de los treinta y cuatro salmos que carecen de títulos hebreos. Estos últimos, llamado los «salmos huérfanos» por la tradición judía, se distribuyen así en los cinco libros del Salterio:
- Libro I: Tiene 4: salmos 1, 3, 10(9b), 33(32) De éstos, el salmo 10 es una porción del salmo 9; el salmo 33(32) tiene título en Los Setenta y la Vulgata..
- Libro II: Tiene 2: Salmos 43(42), 71(70). De éstos, el salmo 43 es una porción del salmo 42.
- Libro III no tiene.
- Libro IV: Tiene 10: Salmos 91(90), 93(92) – 97(96), 99(98), 104(103) – 106(105). Todos éstos tienen título en Los Setenta y la Vulgata.
- Libro V: Tiene 18: Salmos 107(106), 111(110) – 119(118), 135(134) – 137(136), 146(145) – 150. De éstos, el salmo 112(111) tiene título en la Vulgata, el salmo 137(136) en los Setenta y Vulgata; el cuasi-título hallelu yah precede a nueve 111(110) – 113(112), 135(134), 146(145) – 150); el equivalente griego Allelouia precede a otros siete [107(106), 114(113a), 116(114-115) – 119(118) y 136(135)]. Sólo el salmo 115(113b) no tiene título ni en la hebrea ni en Los Setenta.
Significado de los Títulos
Estos títulos nos dicen una o más de cinco cosas sobre los salmos: (a) el autor, o, quizás, la colección; (b) la ocasión histórica de la canción; (c) sus características poéticas; (d) su arreglo musical; y (e) su uso litúrgico.
(a) Títulos que indican el autor
- Libro I: De sus 41 salmos, tiene cuatro anónimos [salmos 1, 2, 10(9b), 33(32)]. Los otros treinta y siete son davídicos. El salmo 10(9b) es parte del 9; el salmo 33(32) es davídico en Los Setenta; y los Salmos 1 y 2 son prólogos de toda la colección.
- Libro II: De sus 31 salmos, tiene tres anónimos [Salmos 43(42), 66(65), 71(70)]. De éstos, ocho salmos, 42(41) – 49(48) son “de los hijos de Coré” (libne qorah); el salmo 50(49) es «de Asaf»; los Salmos 51(50) – 72(71) son «del maestro de coro» (lamenaççeah) y el Salmo 72(71) es «de Salomón». El Salmo 43(42) es parte del 42(41); los Salmos 66(65) y 67(66) son davídicos en Los Setenta y la Vulgata.
- Libro III: De sus 17 salmos, tiene un salmo davídico, 86(85); once «de Asaf», 73(72) – 83(82); cuatro «de los hijos de Coré», 84(83), 85(84), 87(86), 88(87); y uno «de Etán», 89(88). El Salmo 88 se asigna además a Hemán el indígena.
- Libro IV: De sus 17 salmos, tiene dos salmos davídicos, 101(100) y 103(102), y uno «de Moisés» [90(89)]. Además, Los Setenta asigna a David otros ocho: los salmos 91(90), 93(92) – 97(96), 99(98), 104(103). El resto son anónimos.
- Libro V: De sus 44 salmos, tiene veintiocho anónimos. Los Salmos 108(107) – 110(109), 122(121), 124(123), 131(130), 133(132), 138(137) – 145(144) son davídicos. El Salmo 127(126) es «de Salomón». Los Setenta y la Vulgata le asignan el Salmo 137(136) a David, los Salmos 146(145) – 148, a Ageo y Zacarías.
Además de estos títulos-nombres de autores y colecciones que están claros, hay muchos nombres que son dudosos.—Lamenaççeah (Setenta, eis to telos; Vulg., in finem; Douay, «hasta el final»; Aquila, to nikopoio, «para el vencedor»; San Jerónimo, victori; Símaco, epinikios, «una canción de victoria»; Teodoción, eis to nikos, «para la victoria») ahora interpretado generalmente como “del maestro de coro”. El Pi’el de la raíz significa en 1 Cr. 15,22, «ser líder» sobre los bajos en el servicio litúrgico del canto (cf. Diccionario Hebreo de Oxford, 664). El título «del maestro de coro» es probablemente análogo al «de David», «de Asaf», etc., e indica una “colección de salmos del maestro de coro”. Esta colección parece haber contenido 55 de nuestros salmos canónicos, de los cuales 39 eran davídicos, 9 coreítas, 5 asáficos y 2 anónimos.
Al-Yeduthun, en los salmos 62(61) y 77(76), donde la preposición al puede llevar a uno a interpretar Yeduthun como un instrumento musical o un tono. En el título del salmo 39(38), «del maestro de coro, de Yeduthun, una canción de David», Yeduthun está sin al y parece ser el antedicho maestro de coro (Menaççeah). Que David tenía tal maestro de coro está claro en 1 Cron. 16,41.
(b) Títulos que indican la ocasión histórica de los salmos
Trece salmos de David tienen tales títulos. Los Salmos 7, 18(17), 34(33), 52(51), 54(53), 56(55), 57(56), 59(58), 142(141) refieren la época cuando Saúl perseguía a David; el Salmo 60(59), a las victorias en Mesopotamia y Siria; el salmo 51(50) a su pecado; los salmos 3 y 63(62) cuando le huía a Absalón.
(c) Títulos que indican las características poéticas del salmo
Mizmor (Setenta, psalmos; Vulg., psalmus; un salmo), palabra técnica no usada fuera de los títulos del Salterio; significa un conjunto de canciones para ser acompañadas por instrumentos de cuerda. Hay 57 salmos, la mayoría de ellos davídicos, con el título Mizmor.
Shir (Setenta, oda; Vulg., Canticum; una canción), un término genérico utilizado treinta veces en los títulos (12 veces junto con Mizmor), y a menudo en el texto de los salmos y de otros libros. En los salmos (42(41),9; 69(68),31; 28(27),7) la canción es generalmente sagrada; en otras partes es una lay lírica (Gén. 31, 27; Isaías, 30, 29), un poema de amor (Cant. 1,1), o una balada báquica (Is. 24, 9; Ecls. 7,5).
Maskil (Setenta, synedeos o eis synesin; Vulg. intellectus o ad intellectum), una forma oscura encontrada en los títulos de 13 salmos [32(31), 42(41), 44(43), 45(44), 52(51), 55(54), 74(73), 78(77), 88(87), 89(88), 144(143)]. (a) Gesenio y otros explican «un poema didáctico», de Hiph´il (cf. Sal. 32(31),8; I Crón. 28,19); pero solamente los Salmos 32(31) y 78(77) son Maskilim didácticos. (b) Ewald, Riehm y otros sugieren «una canción artística hábil», de otros usos del verbo afín (cf. 2 Crón. 30,22; Sal 47(46),7); Kirkpatrick piensa que «un salmo ingenioso» lo hará. Es difícil ver que Maskil es o más artístico o más ingenioso que el Mizmor. (c) Delitzch y otros interpretan «un poema contemplativo»; Briggs, «una meditación». Esta interpretación está garantizada por el uso del verbo afín (cf. Is. 41,20; Job 34,27), y es el único que satisface todo el Maskilim.
Tephillah (Setenta, proseuche; Vulg., oratio; una oración), el título de cinco salmos, 17(16), 86(85), 90(89), 102(101), 142(141). La misma palabra ocurre en la conclusión del Libro II (cf. Sal. 72(71),20), «Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé». Aquí Los Setenta hymnoi (Vulg., laudes) señala una mejor lectura, «alabanza».
Tehillah (Setenta, ainesis; Vulg., laudatio; «una canción de alabanza»), es el título sólo del Salmo 145(144).
Mikhtam (Los Setenta, stelographia o eis stelographian; Vulg., tituli inscriptio o in tituli inscriptionem), un término oscuro en el título de seis salmos, 16(15), 56(55) – 60(59), siempre «de David». Briggs («Salmos», I, LX; Nueva York, 1906) con los [rabi y rabinismo|Rabbis]] deriva este título «de oro». El Mikhtamim son canciones doradas, «artísticas en forma y exquisitas en contenido».
Shiggayon (Los Setenta simplemente psalmos; Vulg., psalmus; Aquila, agnonma; Símaco y Teodoción, hyper agnoias; San Jerónimo, ignoratio o pro ignoratione), ocurre solamente en el título del salmo 7. La raíz de la palabra significa «vagar», «vacilar», por lo tanto, según Ewald, Delitzch, y otros, el título significa una oda ditirámbica con ritmo vacilante, vago.
(d) Los títulos que indican el arreglo musical de un salmo (un sistema especialmente oscuro).
Ocho títulos pueden indicar la melodía del salmo citando las palabras iniciales de una conocida canción.
Nehiloth (Los Setenta y Teodoción, hyper tes kleronomouses; Aquila, apo klerodosion; Símaco, hyper klerouchion; San. Jerónimo, super haereditatibus; Vulg., pro ea guae haereditatem consequitur), aparece únicamente en el salmo 5. Las versiones antiguas correctamente derivan el título de, «heredar»; Baethgen (“Die Psalmen”, 3ra ed., 1904, p. 35) piensa que Nehiloth era la primera palabra de alguna canción antigua; la mayoría de los críticos traducen «con instrumentos de viento» asumiendo erróneamente que Nehiloth significa flautas (cf. Is. 30,29).
Al-tashheth (Los Setenta, Aquila, Símaco, peri aphtharsias, excepto el salmo 75(74), Símaco, peri aphtharsias; San. Jerónimo, ut non disperdas (David humilem et simplicem); Vulg., ne disperdas o ne corrumpas), en los salmos 57(56) – 59(58), 75(74), significa «no destruyan», puede ser el principio de una canción de la vendimia mencionada en Is. 65,8. Símaco otorga, en el título del Salmo 57, peri tou me diaphtheires.
Al-Muth-Labben; (Los Setenta, hyper ton hyphion tou yiou; Vulg. pro occultis filii, «referente a los pecados secretos del hijo»; Aquila, hyper akmes tou hiou, «de la juventud del hijo»; Teodoción, hyper akmes tou hyiou, «referente a la madurez del hijo») en el Salmo 9(9a), probablemente significa “afinando ’la muerte emblanquece’”.
Al-ayyeleth hasshahar (Los Setenta, hyper tes antilepseos tes heothines, Vulg., pro susceptione matutina, «para la ofrenda de la mañana»; Aquila, hyper tes elaphow tes orthines; Símaco, hyper tes boetheias tes orthines, “la ayuda de la mañana»; San Jerónimo, pro cervo matutino), en el Salmo 22 (21), probablemente significa “la cierva de la aurora”.
Al Shoshannim en los salmos 45(44) y 69(68), Shushan-eduth en el salmo 60(59), Shoshannim-eduth en el salmo 80(79) parecen referirse al comienzo de la misma canción, los «lirios» o los «lirios del testimonio». La preposición es al o el. Los Setenta traduce las consonantes hyper ton Alloiothsomenon; Vulg., pro iis qui commutabuntur, «para aquellos que serán cambiados».
Al Yonath elem rehoquim, en el salmo 56(55) significa “colocarse a la paloma del terebinto distante”, o, según las vocales de Masora, “colocarse a ‘la paloma silenciosa de los que se encuentran lejos’». (N. del T.: En la Biblia de Jerusalén traduce esta expresión como “La opresión de los príncipes lejanos.” Y en la nota al calce de este versículo dice: La palabra ‘opresión’ es en hebreo la misma que paloma y así se traduce a veces, pues el salmo habla de opresión.) Los Setenta la interpreta como hyper tou apo ton hagion memakrymmenou; Vulg., pro populo qui a sanctis longe factus est, «para el pueblo que está lejos del santuario«. Baethgen (op. Cit., p. XLI) explica que Los Setenta entiende que Israel es la paloma; lee elim para el elem, e interpreta la palabra como dioses o santuario.
‘Al Mahalath [Salmo 53(52)] Mahalath leannoth [Salmo 88(87)] es transcrito por Los Setenta Maeleth; por Vulg., pro Maeleth. Aquila lo interpreta como epi choreia, «para la danza«; la misma idea es sugerida por Símaco, Theodoción, Quinta y San Jerónimo (pro choro). La palabra ‘Al es la prueba de que las siguientes palabras indican alguna canción conocida con cuya melodía eran cantados los salmos 53(52) y el 88(87).
‘Al-Haggittith, en los títulos de los salmos 8, 81(80) y 84(83). Los Setenta y Símaco, hyper ton lenon; Vulg. y San Jerónimo, pro torcularibus, “para los lagares». Ellos leyeron gittoth, plural de gath. El título puede significar que estos salmos debían ser cantados con una melodía para la vendimia. El título masorético puede significar un instrumento filisteo (Targ., «el arpa traída por David de Gat»), o una melodía filistea. Aquila y Teodoción siguen la lectura de Masora y en el salmo 8 traducen el título hyper tes getthitidos; empero Belarmino dice de esta misma lectura que no tiene sentido. («Explicación de los Salmos” París, 1889), I43).
Un título que probablemente significa la clase de instrumento musical a ser usado. Neginoth (Los Setenta, en psalmois, en el salmo 4, en hymnois en otros lugares; Vulg. in carminibus; Símaco, dia psalterion; San Jerónimo, in psalmis) aparece en los salmos 4, 6, 54(53), 55(54), 67(66), 76(75). La raíz de la palabra significa «para tocar en instrumentos de cuerda» (1 Sam. 16,16-18.23). El título probablemente significa que estos salmos serían acompañados en un cántico litúrgico monótono “con instrumentos de cuerda” exclusivamente. El salmo 61(60) tiene Al Neginath en su título, y quizás para ser cantado con un solo instrumento de cuerdas.
Dos títulos parecen referirse al tono. Al-Alamoth [salmo 46(45)], “puesto para doncellas”, es decir, para ser cantado con una voz de soprano o de falsete. Los Setenta interpreta hyper ton kryphion; Vulg., pro occultis, «para los ocultos»; Símaco, hyper ton aionion, «para el eterno»; Aquila, epi neanioteton; San Jerónimo, pro juventutibus, «para la juventud».
Al-Hassheminith [Salmos 6 y 12(11)], «en octava»; Los Setenta, hiper tes ogdoes; Vulg., pro octava. Se ha conjeturado que «octava» significa una octava más bajo, el registro más bajo o bajo, en contraste con el alto o registro de soprano. En 1 Cr. 15,20-21 se le asignaba a los levitas «con salterios de tonos altos (Alamoth)», otros «con cítaras de octava (Sheminith)» (el registro más bajo).
(e) Títulos que indican el uso litúrgico de un salmo
Hamma’aloth en el título de los salmos 120(119) – 134(133); Los Setenta, ode ton anabathmon; San Jerónimo, canticum graduum, «la canción de las subidas». La palabra se utiliza en Éx. 20,26 para denotar las gradas de que llevaban del atrio de las mujeres al de los hombres en el Templo. El total de gradas eran quince. Algunos comentadores judíos y Padres de la Iglesia lo han interpretado como que en cada uno de los quince escalones se cantaba uno de estos quince Salmos Graduales. Tal teoría no parea con el contenido de estos salmos; ellos no son salmos del templo. Otra teoría, propuesta por Gesenio, Delitzsch y otros, relacionan «las gradas» al paralelismo en forma de escalera de los salmos graduales. Esto paralelismo en forma de escalera no se encuentra en todos los salmos graduales; ni es distintivo de cualquiera de ellos. Una tercera teoría es la más probable. Aquila y Símaco leen eis tas anabaseis, «para las subidas»; Teodoción dice asma al nanabaseon. Éste es un salterio peregrino, una colección de cánticos peregrinos de aquéllos «que suben hacia Jerusalén para las fiestas» (1 Sam. 1,3). Isaías nos dice que los peregrinos subían cantando (Is. 30,29). Los salmos en cuestión serían adecuados para canciones peregrinas. La frase «subir» a Jerusalén (anabainein) parece referirse especialmente a la subida de los peregrinos (Mc. 10,33; Lc. 2,42, etc.). Esta teoría ahora es comúnmente aceptada. Una explicación menos probable es que los salmos graduales eran cantados por aquéllos que «subían» del exilio de Babilonia (Esd. 7,9).
Otros títulos litúrgicos son: «para la acción de gracias», en el Salmo 100(99); «Para hacer memoria», en los Salmos 38(37) y 70(69); «para enseñar», en el salmo 40(39); «para el último día o Fiesta de los Tabernáculos», en los Setenta del salmo 29(28), exodiou skenes; Vulg., in consummatione tabernaculi. El salmo 30(29) se titula «Cántico para la Dedicación de la Casa». El salmo se pudo haber utilizado en la Fiesta de Dedicación del Templo, el Encaenia (Jn. 10,22). Esta fiesta fue instituida por Judas Macabeo (1 Mac. 4,59) para conmemorar la rededicación del Templo después de su profanación por Antíoco. Su título nos demuestra que el salmo 92(91) debía ser cantado en el Sabbath o sábado. Los Setenta titula el salmo 24(23), tes mias sabbaton «para el primer día de la semana»; el salmo 48(47), deutera sabbatou «para el segundo día de la semana»; el salmo 94(93), tetradi sabbaton, «para el cuarto día de la semana»; el salmo 93(92), eis ten hemeran «para el día antes del Sabbath». El latín antiguo titulo el Salmo 81(80), quinta sabbati, «el quinto día de la semana». El Mishna (Tamid, VII, 13) asigna los mismos salmos para el servicio diario del Templo y nos dice que el salmo 82(81) fue para el sacrificio matutino del tercer día (cf. James Wm. Thirtle, «Los Títulos de los Salmos, su Naturaleza y Significado Explicados”, Nueva York, 1905).
Valor de los Títulos
Muchos de los críticos han tildado estos títulos como apócrifos y los han rechazado como no pertenecientes a las Sagradas Escrituras; tales críticos son De Wette, Cheyne, Olshausen y Vogel. Más críticos eruditos protestantes más recientes, tales como Briggs, Baethgen, Kirkpatrick y Fullerton han seguido las líneas de Ewald, Delitzsch, Gesenio y Koster, y le han dado mucha importancia a los títulos, para así aprender más y más sobre los autores, las colecciones, las ocasiones, los arreglos musicales y los propósitos litúrgicos de los salmos.
Los eruditos católicos, mientras que no insisten que el autor de los salmos sobrescribieron los títulos, siempre han considerado estos títulos como parte integral de la Sagrada Escritura. Santo Tomás de Aquino (en el salmo 6) asigna los títulos a Esdras: «Sciendum est quod tituli ab Esdra facti sunt partim secundum ea quae tune agebantur, et partim secundum ea quae contigerunt.” Una declaración del caso tan comprehensiva es apenas atinada; muchos eruditos modernos dan a los títulos una historia más variada. Casi todos, sin embargo, están de acuerdo en considerar como canónicas estas direcciones ocasionalmente oscuras. En esta unanimidad los católicos siguen la tradición judía. La tradición pre-masorética conservó los títulos como Escritura, pero perdió mucho del significado litúrgico y musical, debido probablemente a cambios en el canto litúrgico de los salmos. La tradición masorética ha guardado cuidadosamente todos los títulos que recibió. Hace que los títulos sean parte de las Sagradas Escrituras, conservando sus consonantes, puntos vocales y acentos con el mismo cuidado que se da al resto del Canon Judío.
Los Padres dan a los títulos el mismo respeto y autoridad que le dan al resto de las Escrituras. Ciertamente, la oscuridad de los títulos conduce a menudo a los padres a interpretaciones místicas y muy fantasiosas. San Juan Crisóstomo («De Compunctione «, II, 4; P.G., XLVII, 415) interpreta hyper tes ogdoes, «para el octavo día», «el día de descanso», «el día de la eternidad«. San Ambrosio (en Lucam, V, 6) considera en este título el mismo número místico que él observa en las ocho Bienaventuranzas de San Mateo, en el octavo día como cumplimiento de nuestra esperanza, y el ocho como la suma de todas las virtudes: «pro octava enim multi inscribuntur psalmi». En este asunto de las interpretaciones místicas de los títulos, San Agustín está adelantado de los generalmente literales y realidades de San Ambrosio y Juan Crisóstomo. Con todo, al tratar el valor y autenticidad de los títulos, ningún Padre es más decidido y acertado que el gran obispo de Hipona. Para él los títulos están inspirados en las Sagradas Escrituras. Comentando el título del salmo 51(50), «de David, cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había unido a Betsabé», San Augustín (P.L., XXXVI, 586) dice que es inspirado al igual que la historia de la caída de David, narrada en el Libro Segundo de Samuel (11,1-26); «Utraque Scriptura canonica est, utrique sine ulla dubitatione a Christianis fides adhibenda est”.
Recientemente, algunos eruditos católicos modernos opinan igual que San Agustín sobre este asunto: Cornely, «Specialis Introduction in libros V. T.», II, 85; Zschokke, «Hist. Sacr. V. T. «, 206; Thalhofer, «Erklärung der Psalmen», 7ma ed., 1904, 8; Patrizi, «Cento Salmi», Roma, 1875, 32; Danko, «Historia V. T.», 276; Hoberg, «Die Psalmen der Vulgata», 1892, p. XII. Solamente muy pocos eruditos católicos han negado que los títulos son parte integral de la Sagrada Escritura Gigot, en «Introducciones Especiales al Antiguo Testamento» (New York , 1906), II, 75, cita con aprobación esta negación por Lesêtre, «Le Livre des Psaumes» (París, 1883), p. 1. Barry, en «Tradición de la Sagrada» (Nueva York, 1906), 102, dice: «Es pausible mantener que no pueden ser rechazadas las inscripciones de las cuales los Masora, LXX y la Vulgata dan testimonio”. Pero mirarlos, bajo todas circunstancias, como porciones de la Escritura sería violentar los decretos tridentinos«. Debido al peligro que, sin razón grave, estas partes de la Biblia honradas desde antiguo se puedan clasificar como extra-canónicas, la Comisión Bíblica recientemente (1 de mayo de 1910) ha puesto énfasis especial en el valor de los títulos. Del acuerdo que hemos observado entre los títulos de Masora y los de la Versión de los Setenta, de la Vulgata, de Aquila, de Símaco, de Teodoción, de San Jerónimo, etc., la Comisión ha decidido que los títulos son más antiguos que Los Setenta y que han llegado a nosotros, si no por los autores de los salmos, por lo menos por la tradición judía antigua, y que, en este sentido, no se pueden poner en duda, a menos que haya una razón seria contra su autenticidad. De hecho, los mismos desacuerdos que hemos notado nos llevan a la misma conclusión. Para la época en que se escribió Los Setenta, los títulos deben haber sido excesivamente viejos; pues la tradición de su vocalización era ya muy oscura.
“Casi todos los textos –los textos bíblicos en particular– no solamente quieren que exploremos lo que está detrás –su trasfondo– y que los leamos históricamente, desde una postura histórica, crítica y científica, sino los textos bíblicos también quieren que honremos y exploremos ese primer plano, lo que textos proyectan hacia adelante. Eso implica que leer, como respuesta primaria a lo que está escrito, no es sólo explorar lo que el autor dijo sobre su propia situación, sino lo que él o ella pudo haber dicho sobre mí situación”.
Hans de Wit, teólogo.
Autores de los Salmos
Testimonio de la Tradición
(1) La tradición judía es incierta en cuanto a los autores de los salmos. Baba Bathra (14 f) menciona diez; Pesachim (10) le atribuye todos los salmos a David.
(2) La tradición cristiana es igualmente incierta. San Ambrosio, «en los salmos 43(42) y 47(46)» (P.L., XIV 923), reconoce a David como el único autor. San Agustín, en “Ciudad de Dios”, XVII.14 piensa que todos los salmos son davídicos y que los nombres de Ageo y Zacarías fueron sobrescritos por el poeta en un espíritu profético. San Filastrio, Haer. 130 (P.L., XII, 1259), tilda la opinión contraria como herética. Por otra parte, Orígenes, «In Ps.» (P.G., XII, 1066) defendió la pluralidad de autoría; San Hilario de Poitiers, «In Ps. Procem. 2) (P.L., IX, 233); Eusebio, «In Ps. Procem. In Pss. 41, 72” (P.G., XXIII, 74, 368); y muchos otros. San Jerónimo, «Ad Cyprianum, Epist. 140, 4 (P.L., XXII, 1169), dice que «yerran quiénes consideran que todos los salmos son de David y no el trabajo de aquellos cuyos nombres están sobrescritos”.
(3) Este desacuerdo respecto a la autoría de los salmos va desde los Padres a los teólogos. La autoría davídica es defendida por Santo Tomás de Aquino, el judío convertido arzobispo Pablo de Burgos, San Roberto Bellarmine, Alfonso Salmerón, Santa Mariana; la autoría múltiple es defendida por Nicolás de Lira, Cayetano, Sixto Senensis, Jacques Bonfrere, y Giovanni Stefano Menochio.
(4) La Iglesia no ha tomado ninguna decisión sobre este asunto. El Concilio de Trento (Sess. IV, 8 de abril de 1546), en sus decretos sobre las Sagradas Escrituras, incluye «Salterio Davídico, 150 Salmos» entre los libros canónicos. Esta frase no define la autoría davídica más que el número 150, sino que señala solamente el libro, que se define como canónico (cf. Pallavicino, «Historia del Concilio de Trento», l. VI, 1591. Nápoles, 1853, I, 376). En el vota preliminar, quince Padres votaron por el nombre «Salmos de David»; seis por «Salterio Davídico»; nueve por «Libri Psalmorum»; dos por «Libri 150 Psalmorum»; dieciséis por el nombre adoptado, «Salterio Davídico 150 Salmos»; y a dos no le interesaba cuál nombre fuera elegido (cf. Agustín Theiner, «acta Authentica Councilii Tridentini», I, 72 sq.). De las varias “vota” es claro que el Concilio no tenía ninguna intención de definir la autoría davídica.
(5) El reciente decreto de la Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) decide los siguientes puntos:
- Ni la fraseología de los decretos de los concilios ni las opiniones de ciertos Padres tienen el peso para determinar que David es el único autor de todos los salmos.
- No puede ser prudentemente negado que David es el autor principal de los cánticos del Salterio.
- Especialmente no puede negarse que David es el autor de los salmos que, en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, son claramente citados bajo el nombre de David, por ejemplo el 2, 16(15), 18(17), 32(31), 69(68), 110(109).
David era poeta y le concedió un poderoso impulso a la poesía salmódica, a la que reorganizó. TercerAngel 2019
Del 22 al 23
Sin embargo, la tradición hebrea adjudica al rey David, entre otros, los Salmos del 11 al 32, y esto incluye al 23.
En su adolescencia, David fue pastor de ovejas, y en los Evangelios, siglos después, Jesús se llama a sí mismo «el buen pastor«. En Juan 10:11 se lee: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.»
Las ovejas son animales que necesitan ser constantemente guiados y cuidados. Tal vez sea por esto que el creyente es comparado con ellos.
El apóstol Pedro escribió, en su primera carta: «Antes eran como ovejas que andaban descarriadas. Pero ahora han vuelto a su Pastor, al Guardián de sus almas.» (2:25).
El apóstol Pablo, escribió en Hebreros 13:20: «Y ahora, que el Dios de paz —quien levantó de entre los nmuertos a nuestro Señor Jesús,nel gran Pastor de las ovejas,ny que ratificó un pacto eterno con su sangre— (…)»
Antes del Salmo 23, en el Salmo 22, el rey David clama por auxilio. Del 9 al 21 se lee:
«Sin embargo, me sacaste a salvo del vientre de mi madre
y, desde que ella me amamantaba, me hiciste confiar en ti.Me arrojaron en tus brazos al nacer;
desde mi nacimiento, tú has sido mi Dios.No te quedes tan lejos de mí,
porque se acercan dificultades,
y nadie más puede ayudarme.Mis enemigos me rodean como una manada de toros;
¡toros feroces de Basán me tienen cercado!Como leones abren sus fauces contra mí;
rugen y despedazan a su presa.Mi vida se derrama como el agua,
y todos mis huesos se han dislocado.Mi corazón es como cera
que se derrite dentro de mí.Mi fuerza se ha secado como barro cocido;
la lengua se me pega al paladar.
Me acostaste en el polvo y me diste por muerto.Mis enemigos me rodean como una jauría de perros;
una pandilla de malvados me acorrala;
han atravesado[a] mis manos y mis pies.Puedo contar cada uno de mis huesos;
mis enemigos me miran fijamente y se regodean.Se reparten mi vestimenta entre ellos
y tiran los dados[b] por mi ropa.¡Oh Señor, no te quedes lejos!
Tú eres mi fuerza, ¡ven pronto en mi auxilio!Sálvame de la espada;
libra mi preciosa vida de estos perros.Arrebátame de las fauces del león
y de los cuernos de estos bueyes salvajes.».Salmo 22: 9-21
Testimonio del Antiguo Testamento
En la decisión anterior la Comisión Bíblica ha seguido no sólo la tradición judía y cristiana, sino también las Escrituras cristianas y judías. Los títulos son el principal testigo en el Antiguo Testamento de la autoría de los salmos. Éstos parecen atribuir varios salmos, especialmente de los libros I – III, a David, Asaf, los hijos de Coré, Salomón, Moisés y otros.
(1) David
Los títulos de setenta y tres salmos en el Texto Masorético y de muchos más en Los Setenta parecen designar a David como autor: cf. en el Libro I, los salmos 3 – 41(40), es decir, todo el libro I excepto 10(9b) y el 33(32); en el Libro II, los salmos 51(50) – 70(69), excepto el 66(65) y 67(66); en el Libro III, el salmo 86(85); en el Libro IV, el salmo 103(102); en el Libro V, los salmos 108(107) – 110(109), 122(121), 124(123), 131(130), 133(132), 135(134) – 145(144). Ahora se sostiene generalmente que, en el título hebreo, la preposición “le” tiene la fuerza de un genitivo, y que en Los Setenta tou David «de David», es una traducción mejor que la de la Vulgata ipsi David “de David mismo». ¿Esta preposición significa autoría? No en cada título; ambos David y el maestro de coro son los autores del Salmo 19(18), y todos los hijos de Coré, junto con el maestro de coro, son autores conjuntos de los salmos atribuidos a ellos. En el caso de tales títulos compuestos como “del maestro de coro, salmo de David” [salmo 19(18)] o “del maestro de coro, de los hijos de Coré, un salmo“ [salmo 48(47)], probablemente tenemos indicaciones, no de la autoría, sino de varias colecciones de salmos—las colecciones tituladas “David”, “el maestro de coro”, “los hijos de Coré”. Semejante al Nuevo Testamento, el Concilio de Trento, y muchos Padres de la Iglesia hablan de “David” o “el Salterio de David”, “los Salmos de David”, no para inferir que todos los salmos son de David, sino que él fue el salmista por excelencia, así que los títulos de muchos salmos los asignan no tanto a sus autores sino a sus colectores o al autor principal de la colección a la cual pertenecen. Por otra parte, algunos de los títulos más largos van a demostrar que «de David» puede significar autoría. Tomando por ejemplo: «del maestro de coro, afinar al tono ‘no destruyas’, de David, una pieza elegida (Mikhtam), cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva» [salmo 57(56)]. La ocasión histórica de la composición davídica de la canción, la calidad lírica de la canción, su inclusión en la colección inicial «de David» y más adelante en el himnario del maestro de coro, el tono en el cual el salmo o fue escrito por David o fue fijado por el maestro de coro—todas estas cosas parecen indicarse por el mismo título puesto bajo consideración. De la misma clase que los títulos davídicos es el final suscrito a los primeros dos libros de los salmos: «Amén, Amén; fin de las oraciones de David, hijo de Jesé» [salmo 72(71),20). Esta suscripción es más antigua que Los Setenta; y estaría fuera de lugar si David no fuese el autor principal de los salmos en los dos libros al cual se le añade.
Evidencia adicional en el Antiguo Testamento de la autoría de David de los salmos, según sugerido por el reciente decreto de la Comisión Bíblica, son los talentos poéticos naturales de David, demostrados en su cantos y elegías, 2 Samuel y 1 Crónicas, junto con el hecho que él fue quien instituyó el cántico levítico solemne de los salmos en presencia del Arca de la Alianza (I Crón. 16,23-25). Los cantos y elegías atribuidos a David son significativamente parecidos a los salmos de David en espíritu, estilo y fraseología. Examinemos la línea de apertura de 2 Samuel 22:
«David dijo a Yahveh las palabras de este cántico el día que Yahveh lo salvó de la mano de sus enemigos y de la mano de Saúl, y él dijo: 2. Yahveh es mi roca, mi baluarte, mi libertador, 3. mi Dios, la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio, mi Salvador que me salva de la violencia. 4. Grito de alabanza, invoco a Yahveh, y quedo a salvo de mis enemigos».
Las dos canciones son claramente idénticas, las leves diferencias son probablemente debido a diversas redacciones litúrgicas del Salterio. Al final del escrito de 2 Samuel da «las últimas palabras de David» (23,1)—a saber, un salmo corto al estilo davídico en donde David habla de sí mismo como «el suave salmista de Israel», «salmos egregios de Israel» (2 Sam. 23,2). De modo semejante el Cronista (1 Crón. 16,8-36) cita como davídica una canción compuesta por los salmos 105(104),1-13, del salmo 96(95) y una pequeña porción del Salmo 106(105). Finalmente, el profeta Amós se dirige a los samaritanos: «ustedes que cantan al son del arpa; se inventan, como David, instrumentos de música» (Am. 6,5). El talento poético de David sobresale como una característica del Rey Pastor. Sus lamentos elegíacos en la muerte de Saúl y Jonatan (2 Sam. 1,19-27) revelan cierto poder, pero no el de los salmos davídicos. Las anteriores razones para la autoría davídica son impugnadas por muchos que insisten sobre la redacción tardía de 2 Samuel 21-24 y sobre las discrepancias entre los pasajes que hemos comparado. La pregunta sobre la redacción tardía de las canciones davídicas en 2 Samuel no está a nuestro alcance; ni tal redacción tardía destruye la fuerza de nuestra apelación al Antiguo Testamento, ya que esa apelación es a la Palabra de Dios. En cuanto a las discrepancias, hemos dicho que son explicables por la admisión que nuestro Salterio es el resultado de varias redacciones litúrgicas, y no presentan todos los salmos en la forma exacta en la cual fueron desarrollados por sus escritores originales.
(2) Asaf
Los títulos le acreditan a Asaf doce salmos, 50(49), 73(72) – 83(82). Estos salmos son todos de carácter nacional y pertenecen a períodos de la historia judía ampliamente separados. El Salmo 83(82), aunque Briggs («Salmos», Nueva York, 1906, p.67) lo asigna al período persa temprano, parece haber sido escrito en el tiempo del estrago causado por la invasión asiria de Tiglatpileser III en 737 a.C. El salmo 74(73) fue escrito probablemente, según infiere Briggs, durante el Exilio Babilónico, después de 586 a.C. Asaf era un levita, el hijo de Barakías (1 Crón. 6,24), y uno de los tres jefes del coro levítico (1 Crón. 15,17). Los “hijos de Asaf” fueron separados «para profetizar con cítaras, salterios y címbalos» (1 Crón. 25,1). Es probable que los miembros de esta familia compusieran los salmos que fueron recogidos más adelante en un salterio de Asaf. Las características de estos salmos de Asaf son uniformes: hacen alusiones frecuentes a la historia de Israel con un propósito didáctico; sublimidad y vehemencia de estilo; descripción viva; exaltan el concepto de la divinidad.
(3) Los hijos de Coré
Los hijos de Coré son nombrados en el título de once salmos: 42(41) – 49(48), 84(83), 85(84), 87(86), 88(87). Los coreítas era una familia de cantantes del templo (2 Crón. 20,19). Difícilmente puede ser que cada salmo de este grupo fuera compuesto en común por todos los hijos de Coré; cada composición fue más bien compuesta por un miembro del gremio de Coré; o, quizás, fueron recolectados de varias fuentes en un himnario litúrgico por el gremio de los hijos de Coré. En todo caso, hay una unidad de estilo en estos himnos que es indicativo de uniformidad del espíritu levítico. Las características de los salmos coreítas son un gran amor por la Ciudad Santa; un deseo vivo por la adoración pública de Israel; una confianza suprema en Yahveh y una forma poética que es simple, elegante, artística, y bien equilibrada. Por sus ideas mesiánicas y alusiones históricas, estos salmos parecen haber sido compuestos entre los tiempos de Isaías y el retorno del exilio.
(4) Moisés
Moisés está en el título del Salmo 90(89). San Agustín (P.L., XXXVII, 1141) no admite autoría mosaica; San Jerónimo sí lo hace (P.L., XXII, 1167). El autor imita las canciones de Moisés en Deuteronomio 32 y 33; esta imitación puede ser la razón del título.
(5) Salomón
Salomón está en los títulos de los salmos 72(72) y 127(126), probablemente por una razón similar.
(6) Etán
Etán, está en el título del salmo 89(88), debe ser probablemente Idithun. El Salterio de Idithun, de Yedutún, contenido también en los Salmos 39(38), 62(61) y 77(76).
Testimonio del Nuevo Testamento
Para los católicos, que creen totalmente en la Divinidad de Cristo y en la infalibilidad de las Sagradas Escrituras, las citas en el Nuevo Testamento sin lugar a dudas consideran davídicos los salmos 2, 16(15), 32(31), 35(34), 69(68), 109(108), 110(109). Cuando el fariseo dijo que Cristo era el hijo de David, Jesús le pregunto: «pues ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: Dijo el Señor a mi Señor «[cf. Mt. 22,43-45; Mc. 12,36-37; Lc. 20,42-44; Sal. 110(109),1]. No puede haber aquí ninguna pregunta sobre el nombre de la colección «de David». Ni hay pregunta de una colección cuando San Pedro, en el primer Pentecostés en Jerusalén, dice: «Pues David no subió a los cielos, y sin embargo dice: “Dijo el Señor a mi Señor etc.» (Hch. 2,34). La autoría davídica es otorgada por Pedro, cuando cita los salmos 69(68),26; 109(108),8; 2,1-2 como «de la boca de David» (Hechos 1,16; 4,25). Y cuando el principal apóstol cita el salmo 16 (15),8-11, como las palabras de David, él explica cómo estas palabras fueron pensadas por el patriarca muerto como una manera de profecías para los siglos venideros (Hch. 2,25-32). El testimonio de San Pablo es concluyente cuando él (Rm. 4,6; 11,9) le atribuye a David partes de los Salmos 32(31), 35(34) y 69(68). Un no católico podría objetar que San Pablo se refería a la colección llamada «David», pues tal colección parece significar claramente «en David», en Daveid de Hebreos 4,7. Nosotros contestamos, ésa es una evasión: si San Pablo hubiese querido decir “una colección”, él habría dictado en Daveid en la Carta a los Romanos.
Los críticos se inclinan por eliminar todas las preguntas sobre la autoría davídica. Briggs dice: «es evidente por el carácter interno de estos salmos, con algunas posibles excepciones, que David no habría podido escribirlas» (Salmos p. 61). Ewald reconoce que esta evidencia interna demuestra que David escribió los salmos 3, 4, 7, 11(10), 15(14), 18(17), y la primera parte del 19(18), 24(23), 29(28), 32(31), 101(100).
Canonicidad
A. El canon cristiano de los salmos no presenta ninguna dificultad; todos los cristianos admiten en su canon los 150 salmos del Canon de Trento; todos rechazan el Salmo 151 de Los Setenta, probablemente una adición macabea al canon.
B. El canon judío presenta un problema discutible. ¿Cómo se ha desarrollado el Salterio? La opinión judía tradicional, defendida generalmente por los eruditos católicos, es que no sólo el canon judío de los salmos sino que todo el canon palestino del Antiguo Testamento fue prácticamente cerrado durante la época de Esdras (v. Canon del Antiguo Testamento). Esta opinión tradicional es posible; para argumentos a su favor vea Cornely, «Introductio Generalis in N. T. Libros», I (París, 1894), 42.
1. Visión Crítica: Los críticos no admiten estos argumentos en su totalidad. Dice Driver: “No hay fundamento de ninguna clase en la antigüedad para la opinión de que el canon del Antiguo Testamento fue cerrado por Esdras, o por sus asociados”. («Introducción a la literatura del Antiguo Testamento «,Nueva York, 1892, p. X). Respecto a los salmos Wellhausen dice: «puesto que el Salterio es el himnario de la congregación del segundo Templo, la pregunta no es si contiene algunos salmos post-exilio, sino si contiene algún salmo pre-exilio» («Introducción» de Bleek, ed. 1876, 507). Hitzig («Begriff der Kritik», 1831) considera que los libros III-V son enteramente macabeos (168-135 a.C.). Olshausen («Die Psalmen», 1853) trae algunos de estos salmos a la dinastía asmonea y al reinado de Juan Hircano (135-105 d.C.). Duhm (“Die Psalmen», 1899, p. XXI) reconoce muy pocos salmos pre-macabeos, y asigna los salmos 2, 20(19), 21(20), 61(60), 63(62), 72(71), 84(83), 132(131) a los reinados de Aristóbulo I (105-104 a.C.) y a su hermano Alejandro Janeo (104-79 a.C.); de modo que el canon del Salterio no fue cerrado hasta 70 a.C. (p. 23). Tales visiones extremas no se deben a argumentos válidos. Siempre que uno rechace aceptar la fuerza del argumento tradicional en favor del canon de Esdras, se debe admitir en todo caso que el canon judío de los salmos fue indudablemente cerrado antes de la fecha de la traducción de Los Setenta. Esta fecha es 285 a.C., si aceptamos la autoridad de la Carta de Aristeas (v. Versión de los Setenta); o a más tardar 132 a.C., el período en el cual Ben Sirá escribió, en el prólogo al Eclesiástico, que «la ley por sí misma y los profetas y el resto de los libros [es decir el Hagiógrafa, del cual eran los salmos] habían sido traducidos al griego». Ésta es la opinión de Briggs (p. 12), que fija la redacción final del Salterio para mediados del siglo II a.C.
Los críticos generalmente consideran como una cosa lógica la evolución gradual del Libro de los Salmos. Su aplicación de los principios del alto criticismo no resulta en ninguna uniformidad de opinión respecto a los diferentes estratos del Salterio. Presentaremos estos estratos como lo indica el profesor Briggs, probablemente el menos precipitado de los que han publicado últimamente las llamadas «ediciones críticas» de los salmos. Su método de criticismo es el usual; por un criterio de evidencia interna bastante subjetivo, él trincha algunos salmos, remienda otros, desecha porciones de otros y los «corrige» todos. Asigna siete salmos a la primera monarquía hebrea; siete a la monarquía media; trece a la última monarquía; trece a la época del exilio; treinta y tres al primer período persa; dieciséis al período persa medio (los tiempos de Nehemías); once al último período persa; «el gran salmo real del advenimiento» [Salmos 93(92), 96(95) – 100(99)] junto con otros ocho al primer período griego (que comienza con la conquista de Alejandro); cuarenta y dos al último período griego, y al período de los Macabeos los salmos 33(32), 102(101)(b), 109(108)(b), 118(117), 139(138)(c), 129(128) del salterio Peregrino y 147(146-147) y 149 de los Aleluyas.
Según Briggs, de estos salmos y porciones de salmos, treinta y uno son «salmos aparte», es decir, nunca fueron incorporados en un Salterio antes de que fuera emitida la actual redacción canónica. El resto fueron corregidos en dos o más de los doce Salterios que marcan la evolución del libro de salmos. La primera colección de salmos fue compuesta por siete Mikhtamim, los «pedazos de oro», del período persa medio. En el último período persa, trece Maskilim se unieron como colección de meditaciones. Al misma tiempo, setenta y dos salmos fueron revisados, como libro de oración para uso en la sinagoga, bajo el nombre de «David»; de éstos, trece tienen en sus títulos referencias a la vida de David, y se piensa que formaban por sí mismos una colección anterior. En Palestina, en el primer período griego, once salmos fueron recopilados en un Salterio menor titulado los «hijos de Coré».
Al mismo tiempo, en Babilonia, doce salmos fueron reunidos en un salterio titulado «Asaf». No mucho después, en el mismo período, el salmo exílico 88(87) junto dos salmos “huérfanos”, el salmo 66(65) y el 67(66), fueron corregidos junto con selecciones de «David,» los «hijos de Coré» y «Asaf» para el culto público del cántico en la sinagoga; el nombre de este salterio fue «Mizmorim». Un salterio mayor el elohísta, salmos 42(41) – 83(82), se asume que pudo haber sido compuesto en Babilonia, durante el período griego medio, de selecciones de «David», «Coré», «Asaf» y «Mizmorim»; el nombre se debe al uso de Elohim evitando el nombre Yahveh en estos salmos. Al mismo tiempo, en Palestina, se compuso un libro de oraciones con 54 salmos del «Mizmorim”, 16 salmos “de David”, 4 de “Coré» y 1 «de Asaf»; este salterio llevó el nombre de «maestro de coro». Las canciones de alabanza aleluyas o aleluyáticas fueron reunidas en un salterio para el servicio del templo en el período griego. Estos salmos tienen halleluyah (alabanza ye Yah) al principio [salmos 111(110), 112(111)], o al final [salmos 104(103), 105(104), 115(113b), 117(116)), o en ambos, al principio y al final (Salmos 106(105), 113(112), 135(134), 146(145) – 150). La Versión de los Setenta da un Allelouia también al comienzo de los salmos 105(104), 107(106), 114(113a), 116(114-115), 119(118), 136(135). Briggs incluye como Aleluyas todos éstos excepto el 118(117) y el 119(118), «el primero da una canción macabea triunfal, el último la gran alabanza alfabética de la ley«. El «Salterio Peregrino» fue un salterio menor del período griego [salmos 120(119) – 134(133)], una colección de «canciones del peregrinaje», de las «Canciones de la Subida», o «Salmos Graduales«, que los peregrinos cantaban mientras iban a Jerusalén para las tres grandes fiestas.
2. La Visión Católica: Una aplicación tan extensiva del criticismo divisivo del Salterio no choca con la aprobación de los exégetas católicos. Ellos admiten fácilmente las redacciones sucesivas de los salmos, con tal que la doctrina de inspiración de las Santas Escrituras no sea impugnada. La doctrina de la inspiración tiene respeto por los salmos como están puestos en los cánones, y no impide a los católicos admitir las diferentes redacciones del Salterio anteriores a la actual redacción; de hecho, incluso la redacción litúrgica no inspirada de los salmos inspirados contraria a la enseñanza de la Iglesia en materia de inspiración, siempre y cuando el redactor haya preservado intacto y absolutamente inalterado el significado inspirado del Texto Sagrado. La Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) no admite que la actual redacción contiene muchos salmos macabeos; ni tampoco Delitzsch, Perowne, Renan y muchos otros eruditos críticos. «Hay tantos salmos de esa época, que es difícil no pensar que podrían haber llevado marcas prominentes en su dicción y estilo” (Drive, «Introducción a la Literatura del Antiguo Testamento», Nueva York, 1892, 365). Los salmos 44(43), 74(73), 79(78) y 83(82) que Delitzsch y Perowne consideran macabeos basándose en argumentos históricos, le ocasionan a Davison (Hastings, «Dict. de la Biblia «, IV, 152) «dificultades indiscutibles que surgen de su lugar en los libros II y III». No hay pruebas certeras de que éstos o cualquier otro salmo sean macabeos. La Comisión Bíblica, sobre esta razón, no niega que alguno de los salmos sea macabeo, deja esa pregunta todavía abierta. En materia de redacción, permite que «por razones litúrgicas, musicales u otra razón desconocida, los salmos pudieron haber sido divididos o juntados» en el curso del tiempo; y «hay otros salmos, como el Miserere mei, Deus [Salmo 51(50)] que, para que puedan ajustarse mejor a las circunstancias históricas y a las solemnidades de la gente judía, fueron levemente reeditados y cambiados por la omisión o adición de un verso o dos, siempre y cuando la inspiración del texto entero permaneciera intacta». Eso es lo importante: la doctrina de la inspiración de las Santas Escritura debe sufrir lo menos posible. ¿Cómo, entonces, se mantiene intacta la doctrina de la inspiración de todo el texto? ¿Fueron inspirados los anteriores escritos? Ninguna autoridad de la Iglesia ha determinado nada sobre estos asuntos. Nos inclinamos a la opinión de que Dios inspiró los significados de los salmos como fueron escritos originalmente, y de igual forma inspiró a cada redactor que recopiló y corrigió estas canciones de Israel hasta que el último redactor inspirado las unió en su forma actual.
«Jehová es mi pastor»
David se refiere a Dios por su nombre «Jehová». Debe recordarse que Dios se llamó a sí mismo YHWH (Él quien será, es y fue), que luego derivó en Jehová. David conocía al Todopoderoso como su Pastor personal e intransferible: «Mi pastor», que cuidaba personalmente de él.
En su adolescencia, David había sido pastor de ovejas y en ese rol tuvo experiencias que marcaron su vida. Cuando él fundamenta ante el rey Saúl por qué enfrentará al gigante Goliat, apela a su memoria como pastor:
«Pero David insistió: —He estado cuidando las ovejas y las cabras de mi padre. Cuando un león o un oso viene para robar un cordero del rebaño, yo lo persigo con un palo y rescato el cordero de su boca. Si el animal me ataca, lo tomo de la quijada y lo golpeo hasta matarlo. Lo he hecho con leones y con osos, y lo haré también con este filisteo pagano, ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente! ¡El mismo Señor que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo!» .
1ra. de Samuel 17:34-37
«Nada me faltará»
David manifiesta su completa confiaza en el poder y la bondad de Dios para asegurarle todo lo necesario, según la sabiduría de Dios, no según el limitado enfoque humano, tanto en lo espiritual como en lo material, tanto en el presente como en el futuro.
«En lugares de delicados pastos me hará descansar»
En las tierras desérticas de Judea, solo había ‘delicados pastos‘ junto a un oasis. Caminar bajo el intenso sol, era sacrificado. Pero llegar al oasis todo era una delicia. Dios conoce los pesares y las dificultades pero, según David, le permitirá acceder a su gracia reparadora, a su sabiduría inagotable.
Años después, Jesús dirá: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.» (Juan 10:9).
«Junto a aguas de reposo me pastoreará»
A lo largo de su peregrinación por el desierto, al pueblo de Israel no le faltó ni alimento (el maná caía del cielo cada día excepto los sábados porque es el día de adoración) ni agua pura: evidencias del cuidado pastoral de Dios a su pueblo.
La invitación sigue siendo la misma. «Jesús les respondió: —Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás.» (Juan 6:35).
«Confortará mi alma»
Años después, el profeta Isaías lo expresó de una forma muy bella:
«Él da poder a los indefensos
¿y fortaleza a los débiles.
Hasta los jóvenes se debilitan y se cansan,
¿y los hombres jóvenes caen exhaustos.
En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas;
volarán alto, como con alas de águila.
Correrán y no se cansarán;
caminarán y no desmayarán.»(Isaias 40:29-31)
El rey David había experimentado una y otra vez esta obra de restauración de parte de Dios cuando él se había apartado y pecado.
La culpa castiga al creyente sincero/a. El propósito de Jesús siempre fue el perdón, la reparación y la nueva oportunidad.
El profeta Joel lo expresó así:
«El Señor dice: «Les devolveré lo que perdieron
a causa del pulgón, el saltamontes,
la langosta y la oruga.
Fui yo quién envió ese gran ejército destructor en contra de ustedes.Volverán a tener toda la comida que deseen
y alabarán al Señor su Dios,
que hace esos milagros para ustedes.
Nunca más mi pueblo será avergonzado.»Joel 2:25 y 26.
Pero es condicional. No hay promesas ni ilimitadas ni irrestrictas. No es bíblico el concepto de quienes apelan al poder del perdón para seguir, con frivolidad, cometiendo los mismos errores del pasado.
«Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.»
El pastor guía al rebaño, al menos era la tradición en el Oriente de aquellos años.
Es necesario confiar en que el pastor llevará hasta el lugar adecuado. Elegir el propio camino no sólo es alejarse del poder y la sabiduría de Dios sino también es arriesgarse al peligro del error.
Hay un sentido moral en el camino y por eso es «de justicia».
«Por amor de su nombre» significa que lo hará para reivindicar el honor de su palabra y lo inmutable de su fidelidad.
«¡Qué fragante es tu perfume!
Tu nombre es como la fragancia que se esparce.
¡Con razón todas las jóvenes te aman!».Cantares 1:3.
Es posible que aceche el mal o la tristeza o la depresión. El valle de sombra de muerte tiene muchas interpretaciones y posibilidades cada día. Pero no debería provocar temor ni desesperanza.
«Aunque ande en valle de sombra de muerte.»
Los primeros cristianos que vivieron en medio de una sociedad pagana y hostil, encontraron fuerzas y ánimos en Cristo como el Pastor.
El salmista no sólo piensa en el momento de la muerte. Lo que está diciendo es que en toda circunstancia sombría de la vida, el creyente puede tener confianza en que Dios ilumina su camino aún en esas circunstancias extremas.
«No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo».
Éste es el motivo por el cual no hay temor. No hay incertidumbre. El futuro no acongoja ni provoca inseguridad.
El salmista abandona la escritura en tercera persona para elegir la segunda persona. La poesía cambia porque ahora es un diálogo directo.
El único argumento para no temer a la muerte ni a las dificultades que puedan surgir consiste en que el Señor está con nosotros. Él ya ha pasado por ese camino de muerte y ahora se coloca junto a nosotros para acompañarnos.
«He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Mateo 28:20
«Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.»
La vara era un garrote que tenía el propósito de permitir al pastor defender a las ovejas y a sí mismo.
El cayado o báculo era usado como medio de apoyo y también para guiar al rebaño y corregir a las ovejas.
La protección y dirección del Señor son simbolizadas por la vara y el cayado.
¿Es mala la disciplina? El apóstol Pablo escribió sobre el tema:
«¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo:
«Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor
y no te des por vencido cuando te corrige.
Pues el Señor disciplina a los que ama
y castiga a todo el que recibe como hijo».
Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus propios hijos. ¿Acaso alguien oyó hablar de un hijo que nunca fue disciplinado por su padre?
Si Dios no los disciplina a ustedes como lo hace con todos sus hijos, quiere decir que ustedes no son verdaderamente sus hijos, sino ilegítimos.
Ya que respetábamos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, entonces, ¿acaso no deberíamos someternos aún más a la disciplina del Padre de nuestro espíritu, y así vivir para siempre?».Hebreos 12:5 al 9
«Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores,»
David cambia la metáfora. Dios ya no es un Pastor sino un Anfitrión que ha preparado un espléndido banquete al que el salmista es invitado como huésped.
Es imposible no recordar la hospitalidad oriental. El huésped no sólo era acogido en la tienda o casa del anfitrión, sino que la comida y bebida eran servidas con generosidad. El huésped gozaba de la protección de su anfitrión; bajo su techo encontraba un cobijo sagrado que ningún enemigo tenía derecho a invadir.
Dios invita a su casa: la idea emociona:
«En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré ora vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.»
Juan 14:2-3
En el mundo del Antiguo Testamento, comer y beber a la mesa de alguien era una manera de establecer un vínculo de lealtad mutua, y podía significar la culminación de los arreglos para la concertación de un pacto.
Apocalipsis 19:7-9 afirma que el Señor presidirá el banquete celestial al que todos los creyentes son invitados.
«Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.»
La hospitalidad para con los visitantes solían ser precedidas de prácticas casi rituales: proveer agua para que el huésped pudiera lavarse, derramar sobre su cabeza un aceite o ungüento aromático.
La costumbre en las fiestas orientales era que el dueño de la casa diera la bienvenida a sus invitados derramando perfumes sobre sus cabezas, según iban entrando.
No importa lo que tramen los enemigos afuera, dentro la protección está asegurada y hay alegría y bienestar. La victoria está asegurada.
Este aceite refresa el alma del creyente (Salmo 92:10), es una fuente de gozo (Salmo 45:8).
No sólo se trata de darnos vida, sino «vida en abundancia» (Juan 10:10).
«Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,»
El relato no deja espacio para la duda:
«Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa. Y él inclinándose, dijo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo? Entonces el rey llamó a Siba siervo de Saúl, y le dijo: Todo lo que fue de Saúl y de toda su casa, yo lo he dado al hijo de tu señor. Tú, pues, le labrarás las tierras, tú con tus hijos y tus siervos, y almacenarás los frutos, para que el hijo de tu señor tenga pan para comer; pero Mefi-boset el hijo de tu señor comerá siempre a mi mesa. Y tenía Siba quince hijos y veinte siervos. Y respondió Siba al rey: Conforme a todo lo que ha mandado mi señor el rey a su siervo, así lo hará tu siervo. Mefi-boset, dijo el rey, comerá a mi mesa, como uno de los hijos del rey.»
2da. Samuel 9:7-11
«Y en la casa de Jehová moraré por largos días.»
«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.»
Juan 16:33
La casa de Jehová es la palabra hogar, donde estamos en familia, con los seres queridos. Jesús lo expresó así: «Para que donde yo esté, allí también estéis vosotros».
Lo que nos mueve a desear la casa de Dios es el deseo de estar en la presencia de Dios y entrar en su reposo.
David podría estar refiriéndose a una estancia prolongada en Jerusalén, pero también puede ser entendido como una alusión a la eternidad.
Probablemente David estaba pensando en su regreso a Jerusalén y al santuario.
Pero la expresión también resulta una mirada puesta en la «casa del Padre» (Juan 14:2-3), la meta de los peregrinos en esta Tierra.
El Texto
Los salmos fueron escritos originalmente en caracteres hebreos, así como vemos sólo en monedas y algunas inscripciones lapidarias; el texto nos ha llegado a través de caracteres arameos cuadrados. Solamente las versiones nos dan alguna idea del texto pre-masorético. Hasta el momento no se ha descubierto ningún manuscrito pre-masorético de los salmos. El texto masorético se ha conservado en más de 3400 manuscritos, de los cuales ninguno es anterior al siglo IX y solamente nueve o diez son anteriores al siglo XII (vea Manuscritos de la Biblia). Estos manuscritos masoréticos representan dos familias levemente variables de una tradición—los textos de Ben Asher y de Ben Neftalí. Sus variaciones son de poca importancia en la interpretación de los salmos. El estudio de la estructura rítmica de los salmos, junto con las variaciones entre Masora y las versiones, ha aclarado que nuestro texto hebreo está lejos de ser perfecto, y que sus puntos son a menudo incorrectos. Los esfuerzos de los críticos por perfeccionar el texto son a veces debidos sólo a una conjetura sagaz. Se elige el molde métrico; entonces el salmo se adapta forzosamente a él. Era mejor dejar el texto en su condición imperfecta que hacerlo peor por conjeturas. El decreto de la Comisión Bíblica se dirige a ésos a quiénes las imperfecciones en el texto Masorético son una ocasión, aunque no excusa, para las incontables enmiendas conjeturales, ocasionalmente salvajes y fantasiosas, que hoy día se aceptan como una aceptable exégesis crítica de los salmos.
Versiones
Griega:
La principal versión de los salmos es la de Los Setenta. Se conserva para nosotros en:
- Cod. U, Brit. Mus. Pap. 37, siglo VII, conteniendo los salmos 10(9b) – 33(32);
- Leipzig Pap., siglo IV, que contiene los salmos 29(28) – 54(53);
- Códice Sinaítico, siglo IV, completo;
- B. Códice Vaticano, siglo IV, completo, excepto los salmos 105(104),27 – 137(136),6;
- A, Códice Alejandrino, siglo V, completo excepto los salmos 49(48),19 – 76(75),10
- I, Códuce Bodleiano, siglo IX, completo;
y en muchos otros manuscritos posteriores. La Versión de los Setenta es de gran valor en la exégesis de los salmos. Proporciona las lecturas pre-masoréticas que son claramente preferibles a las de los Masoretas. Nos devuelve a un texto de por lo menos el siglo II a.C. A pesar de un servilismo aparente en las palabras y en las construcciones hebreas, un servilismo que existió probablemente en el griego alejandrino de los judíos de ese período, el traductor de Los Setenta demuestra un excelente conocimiento del hebreo, y miedo de no apartarse de la letra y de no cambiar el significado original. Las versiones griegas del siglo II d.C de Aquila, Símaco y Teodoción existen sólo en algunos fragmentos; estos fragmentos son testigos de un texto bastante parecido a nuestro masorético.
Latina:
Aproximadamente a mediados del siglo II el Salterio de Los Setenta fue traducido al latín. De esta versión latina antigua, o Itala, tenemos solamente algunos manuscritos y las citas de los Padres Latinos. A petición del Papa San Dámaso I, (383 d.C.) San. Jerónimo revisó la Itala y la acercó a Los Setenta. Su revisión fue pronto tan distorsionada que él se quejó, «plus antiquum errorem quam novam emendationem valere» (P.L., XXIX, 117). Éste es el “Salterio Romano» de San Jerónimo; se utiliza en la recitación de los Oficios en la Basílica de San Pedro, Roma, y en el Misal. La corrupción de su primera traducción condujo a San Jerónimo a emprender una nueva traducción de la edición Hexapla de Los Setenta. Él trabajó cuidadosamente en Belén antes de 392 d.C. Marcó con asteriscos las partes del texto hebreo que habían sido omitidas por Los Setenta y se las pidió prestadas a Teodoción; marcó con el “obelus” las partes de Los Setenta que no estaban en el texto hebreo. Con el correr del tiempo estas marcas críticas fueron completamente desatendidas. Esta traducción es el «Salterio galicano»; es parte de la Vulgata. Una tercera traducción latina de los salmos, hecha del texto hebreo, con la Hexapla de Orígenes y las otras versiones antiguas a la vista, fue completada por San Jerónimo cerca de fines del siglo IV en Belén. Esta versión es de gran valor en el estudio del Salterio. El Dr. Briggs dice: «Donde difiere de H. y G., su evidencia es especialmente valiosa pues da la opinión del mejor erudito bíblico de épocas antiguas en cuanto al texto original, basado en el uso de una abundancia de material crítico mucho mayor que el poseído por cualquier otro crítico, anterior o posterior» (p. 32).
Otras Versiones:
Para otras traducciones, vea Versiones de la Biblia, Biblias Rimadas.
Forma Poética
A. Paralelismo
Paralelismo es el principio de balance admitido por todos como el rasgo más característico y esencial de la forma poética de los salmos. Por sinónimo, sintético, antitético, emblemático, en forma de escalera, o paralelismo introvertido, el pensamiento se balancea con el pensamiento, línea con línea, copla con copla, estrofa con antistrofa, en la construcción lírica de un cuadro poético o imprecación o exhortación.
B. Metro
¿Hay metro en los salmos? Los judíos del siglo I d.C. así lo pensaron. Flavio Josefo habla de los hexámetros de Moisés (Antiq. II, XVI, 4; IV, VIII, 44) y los trímetros y los tetrámetros y los metros múltiples de las odas e himnos de David (Antiq., VII, XII, 3). Filo Judeo dice que Moisés había aprendido la «teoría del ritmo y armonía» (De vita Mosis I, 5). Los primeros escritores cristianos expresan la misma opinión. Orígenes (murió en 254) dice que los salmos están en trímetros y los tetrámetros (En Salmo 118(117); cf. Card. Pitra, «Sacros de Analecta», II, 341); y Eusebio (murió en 340), en su «De Praeparatione evangelica «, XI, 5 (P.G., XXI, 852), habla de los mismos metros de David. San Jerónimo (420), en «Praef. ad Eusebii chronicon» (P.L., XXVII, 36), encuentra yámbicos, alcaicos, y sáficos en el Salterio; y escribiendo a Paula (P.L., XXII, 442), él explica que los salmos acrósticos 111(110) y 112(111) están compuestos de trimetros yámbicos, mientras que los salmos acrósticos 119(118) y 145(144) son tetrámetros yámbicos. Los exegetas modernos no están de acuerdo sobre este asunto. Por un tiempo, algunos no admitirían ningún metro en los salmos. Davison (Hast., «Dict. la Biblia «, s. v.) escribe: «aunque el metro o métrica no es perceptible en los salmos, no se entiende que el ritmo esté excluido». Este ritmo, sin embargo, «desafía el análisis y la sistematización». Driver («Introducción a la Literatura del Antiguo Testamento», Nueva York, 1892, 339) no admite en la poesía hebrea «ningún metro en el sentido estricto del término». Los [exégesis bíblica|exégetas que encuentran metro en los salmos son de cuatro escuelas, según expliquen el metro por cantidad, por el número de sílabas, por el acento, o por ambos cantidad y acento.
(1) Los defensores del criterio métrico de cantidad latino y griego según aplicado a la poesía hebrea son Francis Gomarus, en «Davidis lyra», II (Lyons, 1637), 313; Marque Meibom, en «davidis psalmi X» (Amsterdam, 1690) y en otras dos obras, que reclaman haber aprendido su sistema del metro hebreo por revelación Divina; Guillermo Jones, «Poeseos Asiaticae commentariorum» (Leipzig, 1777), intentó forzar palabras hebreas en los metros árabes.
(2) el número de sílabas fue tomado como criterio del metro por Hare, «Psalmorum liber in versiculos metrice divisus» (Londres, 1736); él hizo todos los pies disílabos, el metro trocaico en una línea de un número par de sílabas, yámbico en una línea de un número impar de sílabas. El sistema masorético fue rechazado, el siriaco puesto en su lugar. Esta opinión encontró su principal defensa en los escritos del erudito Profesor Gustav de Innsbruck; y en los » Metrices biblicae” de Gustav Bickell (Innsbruck, 1879), » Suplementum ad Metr. Bibl.» (Innsbruck), » Carimina veteris testamenti metrice» (1882), » Dichtungen der Hebraer» (1882-84). Gerard Gietmann, S. J., «De re mentrica Hebraeorum» (Br de Freiburg im, 1880); A. Rohling, «Das Solomonische Spruchbuch» (Maguncia, 1879); H. Lesetre, «Le livre des psaumes » (París, 1883); J. Knabenbauer, S. J., en «Job” (París, 1885), p. 18; F. Vigouroux, » Manual Bíblico», II, 203, todos han seguido los pasos de Bickell más o menos cercanamente. Hay hechos patentes contra este sistema. La cantidad de palabras se hace variar arbitrariamente. El hebreo es tratado como el siriaco, un dialecto tardío del arameo—que no lo es; de hecho, incluso la poesía siríaca posterior no midió sus líneas por el número de sílabas. Posteriormente el Masora señaló la estructura métrica por acentos; por lo menos el soph pasuk y athnah indican líneas completas o dos hemistiquios.
(3) El acento es el principio determinante en el metro hebreo según C.A. Anton, «Conjectura de metro Hebraeorum» (Leipzig, 1770), «Vindiciae disput. de metr. Hebr.» (Leipzig, 1771), «Specimen editionis psalmorum» (Vitebsk, 1780); Leutwein, «Versuch einer richtigen Theorie von der biblischen Verkunst» (1775); Ernst Meier, «Die Form der hebraischen Poesie nachgewiesen» (Tübingen, 1853); Julius Ley, «Die Metrischen Formen der hebraischen Poesie» (Leipzig, 1886); «Ueber die Alliteration im Hebraischen» in «Zeitsch. d. Deutsch. Morgenlandisch. Ges.», XX, 180; J. K. Zenner, S.J., «Die Chorgesange im Buche der Psalmen» (Freiburg im Br., 1896), y en muchas contribuciones a «Zeitsch. fur kathol. Theol.», 1891, 690; 1895, 373; 1896, 168, 369, 378, 571, 754; Hontheim, S.J., en «Zeitsch. fur kathol. Theol.», 1897, 338, 560, 738; 1898, 172, 404, 749; 1899, 167; Dr. C. A. Briggs, en «El Libro de los Salmos», en «Comentario Crítico Internacional» (New York, 1906), p. XXXIX, y en muchas otras publicaciones enumeradas allí; Francis Brown, «Medidas de la Poesía Hebrea: en «Revista de Literatura Bíblica», IX, 91; C. H. Toy, «Proverbios» en «Internat. Crit. Comm.» (1899); W. R. Harper, «Amos and Hosea» in «Internat. Crit. Comm.» (1905); Cheyne, «Salmos» (Nueva York), 1892; Duhm, «Die Psalmen» (Freiburg im Br., 1899), p. XXX. Esta teoría es la hipótesis que mejor trabaja junto con el totalmente esencial principio del paralelismo; le hace mucho menos violencia al texto masorético que cualquiera de las anteriores teorías. No le impone las sílabas masoréticas en las ranuras que son latinas, griegas, árabes o arameas. Es independiente del cambio de acento; y postula apenas una cosa, un número fijo y armonioso de acentos a la línea, sin importar el número de sílabas. Esta teoría de un metro tónico y no silábico tiene también a su favor que el acento es el principio determinante en las poesías egipcia, babilónica y asiria antiguas.
(4) En los últimos años el péndulo de las teorías métricas hebreas ha girado sobre la cantidad; la silábica no debe ser completamente descuidada. Hubert Grimme, en «Grundzuge der Hebraischen Akzent und Volkallehre», Friburgo, 1896, y «Psalmenprobleme» (1902), construye el metro principalmente sobre el principio tónico, al mismo tiempo considera las “morae” o pausas debido a la cantidad. Schlogl, «De re metrica veterum Hebraeorum» (Viena, 1899), defiende la teoría de Grimme. Sievers, «Metrische Studien» (1901), también admite las sílabas no acentuadas para la consideración métrica; así como Baethgen, «Die Psalmen» (Gottingen, 1904), p. 27.
C. Otras características
Las aliteraciones y asonancias son frecuentes. Los salmos acrósticos o alfabéticos son 9-10(9a y 9b), 25(24), 34(33), 37(36), 111(110), 112(111), 119(118), 145(144). Las letras del alfabeto comienzan líneas sucesivas, cuplés o estrofas. En el Salmo 119(118) la misma letra comienza ocho líneas sucesivas en cada uno de las veintidós estrofas alfabéticas. En los Salmos 13(12), 29(28), 62(61), 148 y 150 la misma palabra o palabras se repiten muchas veces. Las rimas, por la repetición del mismo sufijo, están en los Salmos 2, 13(12), 27(26), 30(29), 54(53), 55(54), 142(141), etc.; estas rimas ocurren en los extremos de líneas y en pausas cesurales. Las líneas fueron agrupadas en estrofas y antistrofas, comúnmente en pares y tríos, raramente en mayores múltiplos; ocasionalmente una estrofa independiente, como el epodo del coro griego, fue utilizado entre una o más estrofas y las antistrofas correspondientes. La palabra Selah marca casi invariablemente el final de una estrofa. El significado de esta palabra y su propósito es todavía una pregunta discutible. Pensamos que originalmente provino de «lanzar», y significa «un derribamiento», «una postración». Durante el cántico antifonal de los salmos, los sacerdotes tocaban sus trompetas para marcar el final de una estrofa, y a una señal los dos coros, o la gente o ambos se postraban (cf. Haupt, «Expository Times», Mayo,1911). El principio del paralelismo determinó estos arreglos de las líneas. Koster, en «die Psalmen nach ihrer strophischen Anordnung» (1837), distingue varias clases de paralelismo en línea y medias líneas, sinónimos, antitéticos, sintéticos, idénticos, introvertidos. Zenner, S. J., en su » Chorgesange im Buche der Psalmen» (Br de Freiburg im, 1896) ha arreglado muy hábilmente muchos de los salmos como odas corales, cantados por dos o tres coros. Hermann Wiesmann, S. J., en «Die Psalmen nach dem Urtext» (Munster, 1906), ha aplicado los principios métricos de Zenner, y revisado y publicado las últimos traducciones y estudios de los salmos. Este trabajo toma gran libertad con el Texto Sagrado, y últimamente (1911) ha sido puesto en el Índice.
Belleza Poética
Las palabras extravagantes de Alfonso de Lamartine en «Viaje a Oriente» son clásicas: «Lisez de l’Horace ou du Pindare apres un Psaume! Pour moi, je ne le peux plus» Uno se pregunta si Lamartine leyó alguna vez un salmo original. Criticar los salmos como literatura es muy difícil. Su texto nos ha llegado con muchas pérdidas en cuanto a la forma poética. Los autores variaban mucho en estilo. Su belleza literaria no se debe juzgar comparándolos con la poesía de Horacio y de Pindar. Es con los himnos de los antiguos Egipto, Babilonia y Asiria con lo que debemos comparar las canciones de Israel. Esos himnos antiguos son crudos y rudos al lado de los salmos. Incluso los imprecatorios salmos 18(17), 35(34), 52(51), 59(58), 69(68), 109(108), 137(136), esos himnos nacionales tan llenos del amor de Israel y casi sorprendentes por su odio a los enemigos de Yahveh y de Israel, si se leen desde el punto de vista de los escritores, son sublimes, vívidos, brillantes, entusiastas, aunque exagerados, estallidos poéticos, ejemplos de una «seriedad y veracidad muy altas”, tal como Aristóteles nunca habría encontrado en una canción de Babilonia o de Sumeria. Si sus tonos son de alabanza o de culpa, de dolor o de alegría, de humillación o de exaltación, de meditación profunda o de dogmatismo didáctico, siempre y por todas partes los escritores de los salmos son dignificados y magníficos, leales a los ideales del pueblo elegido de Yahveh, espiritual y piadoso. La gama de pensamiento es inmensa. Abarca en Yahveh, su templo, culto, sacerdotes, creación; hombre, amigo y enemigo; bestias, pájaros; toda la naturaleza, animada e inanimada. La gama de emociones es completa; cada emoción del hombre que es pura y noble ha sido plasmada en palabras en los salmos. Como ejemplo de la belleza poética, añadimos el famoso Salmo 23(22), traducido del hebreo. El poeta habla primero en su propia persona, luego a la manera de la oveja. La repetición del primer cuplé como una estancia es sugerida por Zenner y muchos comentaristas, para completar la envoltura del poema, o el paralelismo introvertido el paralelismo de la estructura estrófica:
El Poeta:
1. Yahveh es mi pastor; nada me falta.
La oveja:
2. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce. 3. y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. 4. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo; tu vara y tu callado, ellos me sosiegan. 5. Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.
El Poeta:
6. Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de mis días. Yahveh es mi pastor, nada me falta.
Valor Teológico
Las ideas teológicas de los salmos son extensas; la existencia y los atributos de Dios, del deseo vivo del alma por la inmortalidad, la economía de la gracia y las virtudes, muerte, juicio, cielo, infierno, esperanza de resurrección y de gloria, miedo al castigo… todas las principales verdades dogmáticas de la fe de Israel aparecen repetidas varias veces en su Salterio. Estas verdades no se establecen en forma dogmática, sino en el simple e infantil anhelo lírico del alma ingenua, de nuevo en arrebatos más sublimes y vehementes de los cuales es capaz la naturaleza humana. Los salmos son a la vez lo más humano y lo más sobrehumano; se hunden a las profundidades más bajas del corazón humano y se elevan a las cimas más elevadas de la contemplación divina. Tan humanos son los salmos imprecatorios que hacen que algunos se preguntan cómo pueden haber sido inspirados por Dios. Con seguridad Yahveh no pudo haber inspirado al cantante que rogó: «Mas los que tratan de perder mi alma, ¡caigan en las honduras de la tierra! ¡Sean pasados al filo de la espada, sirva de presa a los chacales.” (Salmo 63(62),10-11.
Tal objeción se basa en un malentendido. La perfección de los consejos de Cristo es una cosa, la meta del buen levita es otra. Los ideales del Sermón de la Montaña son de más alta espiritualidad que los ideales de los salmos imprecatorios. Aun así, los ideales de los salmos imprecatorios no son malos—no, son buenos, son divinos en su origen y autoridad. Los salmos imprecatorios son himnos nacionales; expresan la cólera de una nación, no de un individuo. La humildad, mansedumbre y el perdón del enemigo son virtudes en un individuo; no necesariamente de una nación; de ningún modo del Pueblo Escogido de Yahveh, la gente que sabía por revelación que Yahveh deseaba que ellos fuesen una gran nación y debían expulsar a sus enemigos de la tierra que Él les dio. Su gran amor nacional por su propia gente postuló un gran amor nacional por Yahveh. El amor por Yahveh postuló un odio a los enemigos de Yahveh, y en la economía teocrática del pueblo judío, los enemigos de Yahveh eran los enemigos de Israel. Si tenemos en mente este propósito nacional, y no olvidamos que toda poesía, y especialmente la poesía semítica, es altamente coloreada y exagerada, no nos escandalizaremos por la falta de misericordia en los escritores de los salmos imprecatorios.
Las principales ideas teológicas de los salmos son aquéllas que se refieren a la Encarnación. ¿Hay salmos mesiánicos? Sin la ayuda del poder interpretativo auténtico de la Iglesia y sin hacer caso al consenso de los Padres, los protestantes generalmente han venido considerando los salmos como no mesiánicos ya sea en el significado literal o típico; la más antigua interpretación mesiánica es descartada como trivial y gastada. Delitzsch admite solamente el Salmo 110(109) como mesiánico en su significado literal. Cheyne niega tanto el significado mesiánico literal como el típico en los salmos («Origen de los Salmos», 339). Davison (Hast., loc. Cit.) dice, «puede ser que el Salterio contiene apenas un solo ejemplo de profecía mesiánica directa». Los católicos siempre han sostenido que algunos de los salmos son mesiánicos en el significado, ya sea literal o típico. (vea Encarnación; Jesucristo; Mesías). El Nuevo Testamento claramente relaciona algunos salmos al Mesías. Los Padres son unánimes al interpretar muchos salmos como profecías de lo venidero, del reino, del sacerdocio, de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección de Jesucristo. El advenimiento del Mesías se predice en los salmos 18(17), 50(49), 68(67), 96(95) – 98(97). San Pablo (Ef. 4,8) interpreta la Ascensión de Cristo al cielo con las palabras del Salmo 68(67),19, descripción de la ascensión de Yahveh después de conquistar el mundo. El reino del Mesías se predice en los salmos 2, 18(17), 20(19), 21(20), 45(44), 61(60), 72(71), 89(88), 110(109), 132(131); el sacerdocio en el salmo 110(109). La Pasión y Muerte del Mesías están claras en los sufrimientos del siervo de Yahveh en los Salmos 22(21), 40(39), 69(68). El salmo 22(21) fue recitado en parte, quizás enteramente, por Cristo en la Cruz; el salmista describe como suyas propias las emociones y sufrimientos del Mesías. Por lo tanto la Comisión Bíblica (1 de mayo de 1910) rechaza la opinión de los que eliminan el carácter mesiánico y profético de los salmos y refieren sólo a la futura heredad del pueblo escogido aquellas palabras que son profecías referentes a Cristo. Cf. Maas, «Cristo en Tipo y profecía» (Nueva York, 1893).
LA DANZA DEL REY DAVID REMOLINEANDO
Uso Litúrgico
A. Liturgia Judía: Ya se ha hablado del uso de los salmos en la liturgia judía. Vea también los artículos Sinagoga y Templo.
B. Liturgia Cristiana: El uso litúrgico cristiano del Salterio data del tiempo de Cristo y sus Apóstoles. Él recitó los Aleluyas en la última Pascua; los salmos 113(112) – 114(113a) antes de la Última Cena y los salmos 115(113b) – 118(117) después de eso; el salmo 22(21) fue recitado en su agonía; citas autorizadas de otros salmos aparecen en sus discursos y en los de sus apóstoles (cf. Lc. 20,42; 24,44; Hch. 1,20). Los apóstoles utilizaban los salmos en su culto (cf. Hch. 16,25; Stgo. 5,14; 1 Cor. 14,26). El servicio litúrgico más antiguo fue tomado del Salterio. San Pablo representa a los cristianos efesios, en toda apariencia, salmodiando, un coro respondiéndole a otro. “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad (psallontes) en vuestro corazón al Señor, dando gracias (eucharistountes) por todas las cosas” (Ef. 5,19). Probablemente se refiere al ágape Eucarístico. Una referencia similar referencia se encuentra en Col. 3,16. San Basilio (P.G., XXXII, 764) habla de este salmodiar en dos coros—antipsallein allelois. Se dice (Sócrates, “Historia de la Iglesia”, VI.8) que San Ignacio de Antioquía introdujo en la Iglesia de Antioquía la costumbre de salmodiar, o cántico antifonal. Esta costumbre de la sinagoga parece haber pasado desde Siria a Palestina y Egipto, a Asia Menor, Constantinopla y a Occidente. San Ambrosio fue el primero en inaugurar en Occidente el cántico de los salmos en dos coros (cf. Batiffol, “Histoire du breviaire romain”, 1893). En el Propio de los Tiempos (Proprium de Tempore) del rito romano, todos los salmos son cantados una vez a la semana, algunos, dos veces y otros, más a menudo. En maitines y laudes, de acuerdo con la numeración de la Vulgata, son cantados los salmos 1-111(110), excepto unos pocos que son fijos para prima y otras horas; en vísperas se recitan los salmos 112(111) – 147(146-147), excepto unos pocos fijados para otras horas. La gran alabanza alfabética de la Ley, salmo 119(118), está distribuido entre las horas prima, tercia, sexta y nona. Tanto los benedictinos, franciscanos, carmelitas y dominicos, quienes tienen sus propios ritos, todos cantan el Salterio una vez a la semana; los jesuitas siguen el ritual romano
En el rito latino, los salmos 6, 32(31), (38)37, (51)50, 102(101), 130(129), 143(142) (Douay) han sido recitados por largo tiempo, en el orden expuesto, como oraciones de contrición por el pecado; son gritos líricos del alma doliente y por lo tanto han sido llamados “salmos penitenciales”. El Papa Inocencio III (1198-1216) ordenó su recitación durante la Cuaresma. Fue el Papa San Pío V (1566-1572) quien estableció la costumbre, la cual ya no es de obligación general, por medio de la cual los salmos llegaron a ser parte del oficio ferial de los viernes de Cuaresma.
El rito ambrosiano, el cual aún todavía se usa en la catedral de Milán, distribuye los salmos en dos semanas. Los ritos orientales en unión con Roma (melquitas, maronitas, sirio, caldeo, cóptico, etíope, etc.) junto con las Iglesias Orientales heréticas, todos mantienen la recitación de los salmos como su Oficio Divino.
Referencias: Naturalmente, la bibliografía sobre los salmos es enorme y sólo puede señalarse una pequeña parte.
Padres Griegos: ORÍGENES, Selecta En Salmos en P.G., XII. 1043; IDEM, Homilia en Salmos en P.G., XII, 1319; IDEM, Originis Hexaplorum quae supersunt, ed. FIELD; EUSEBIO, Comentario sobre los Salmos en P.G., XXIII, 65; XXIV, 9; SAN ATANASIO, Epist. Ad Marcellinum en P.G., XXVII, 11; IDEM, Exégesis sobre los Salmos en P.G., XXVII, 55; IDEM, De Titulis Psalmorum en P.G., XXVII, 645; SAN BASILIO, Homiliae in Pss. en P.G., XXIX, 209; SAN DÍDIMO DE ALEJANDRIA en P.G., XXIX, 1155; SAN GREGORIO DE NISA en P.G., XLIV, 431, 608; SAN JUAN CRISÓSTOMO en P.G., LV, 35, 527; SAN CIRILO DE ALEJANDRIA en P.G., LXIX, 699; TEODORETO en P.G., LXXX, 857.
Padres Latinos: SAN AMBROSIO, Enarrationes En XII Salmos en P.L., XIV, 921; SAN JERÓNIMO, Liber Psalmorum juxta hebraicam veritatem en P.L., XXVIII, 1123; IDEM, Excerpta de Psalterio (Maredsous, 1895); IDEM, Epistolae en P.L., XXII, 433, 441, 837; IDEM, Breviarium in Psalmos en P.L., XXVI, 821; SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Pss. en P.L., XXXVII, 67; IDEM, Expositio in Pss. C-CL in P.L., LI, 277; CASIODORO en P.L., LXX, 9.
Comentaristas de la Edad Media: BEDA, PEDRO LOMBARDO, SANTO TOMÁS, SAN BUENAVENTURA y otros de la Edad Media dependen principalmente de los Padres para sus interpretaciones. NICOLAS DE LIRA, en su Postilla, y el judío converso, PABLO, ARZOBISPO DE BURGOS, en sus Adiciones a la Postilla, nos da mucha de la interpretación rabínica.
Modernos: BELARMINO, Explicación sobre los Salmos (1611), fue por mucho el mejor comentador sobre los salmos hasta los tiempos recientes, pues usó métodos científicos en el criticismo textual; SCHEGG, Die Psalmen (Munich, 1845); ROHLING (1871); THALHOFER (Ratisbona, 1904); WOLTER, Psallite Sapienter (Freiburg im Br., 1904); BICKELL, Der Psalter (1884); VAN STEENKISTE (1870); PATRIZI, Cento Salmi tradotti e commentati (1875); MINOCHI, I Salmi tradotti del Testo Ebreo (1895); LE HIR, Les Psaumes traduits de l’hebreu en latin avec la Vulgate en regard (Paris, 1876); LESETRE (Paris, 1883); FILLION, Les Psaumes commentes selon la Vulgate et l’Hebreu (Paris, 1893); CRAMPTON (1889); PANNIER (1908); ZENNER-WIESMANN, Die Psalmen nach dem Urtext (Munster, 1906); NIGLUTSCH (Trent, 1905); EATON, Sing ye to the Lord (Londres, 1909); HOBERG, Die Psalmen nach der Vulgata (Freiburg, 1892); M’SWINEY, Psalms and Canticles (St. Louis, 1901).
Protestantes: los comentarios de DE WETTE (1811-56); HITZIG (1863-65); OLSHAUSEN (1853); HUPFELD (1855-88); EWALD (1839-66); DELITZSCH (1895); DUHM (Friburgo im Br., 1899); BAETHGEN (Gottingen, 1904); CHEYNE (New York, 1892); Comentario Crítico Internacional, ed. BRIGGS (New York, 1907), el mejor de los comentadores no católicos sobre los Salmos; KIRKPATRICK en la Biblia de Cambridge (1893-95).
Fuente: Drum, Walter. «Psalms.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12533a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina y Giovanni E. Reyes.
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- SPAEMANN, ROBERT (2015), Meditaciones de un cristiano. Sobre los Salmos 1-51, BAC, Madrid, 2015.
- SPAEMANN, ROBERT (2017), Meditaciones de un cristiano II. Sobre los Salmos 52-150, BAC, Madrid, 2017.
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Biografía de Asaf | Biografías Bíblicas | Personjes Bíblicos (3). Bajo La Gracia de Dios
HISTORIA DEL REY DAVID BASADA EN LOS LIBROS DE 1RA DE SAMUEL Y DE 2DA DE SAMUEL. PRODUCCIONES JAVI RODRIGUEZ
Los Salmos en su mayoría escritos por David, nos proporcionan esa expresión de alabanza, adoración y confesión a Dios. Nos muestran como los autores eran transparentes al confesar sus pecados, al expresar sus dudas, sus angustias, sus temores, siempre esperando la ayuda de Dios en esos tiempos difíciles. Pero también nos muestran como descansar de las aflicciones cuando ponemos nuestra confianza en Dios, creador nuestro.
«En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos» Salmos18:6
«En el día que temo, yo en ti confío» Salmos 56:3
Gracias por el comentario, éxitos profesioales.
[27/5/2022] Pedro ROCILLO: Que excelente lo que me haz hecho llegar mi hermano no tan solo te brinda tranquilidad también te llama a la reflexión y a enmendar tu caminar
27/5/2022] Pedro ROCILLO: Mil veces gracias mi Hermano Luchito
Gracias por el comentario. Éxitos profesionales.
A ti señor elevo mi alma, bondadoso y recto, jías el camino recto, , Lamentablemente señor mis debilidades me descompensan y me hacen prometeré que cambiaría para bien y siempre te fallo…. perdóname Dios de infinita misericordia, espero cambiar siempre el pecado me arrastra, debes estar cansados de los hombre que te fallamos… Aproxímame hacia ti mi rey y todo poderosos. Tu obras son variadas y grandiosas, no me alejes de ti . gracias por escucharme santo Señor. No me quites tu aliento….bendícenos a los pecadores.
racias por el comentario y preferencia. Éxitos profesionales
Los salmos tienen su origen en la recopilación de los cánticos del Templo de Jerusalén. La tradición quiso pensar que el rey David había fijado las normas de esta liturgia y le atribuyó un gran número de salmos, al igual que atribuyó a Salomón los libros de la Sabiduría. Es probable que los levitas, a cargo de los cantos y melodías, «hijos de Asaph» o «hijos de Yedutum», jugaran un papel importante en su composición o en su selección. En el transcurso del tiempo las recopilaciones se enriquecieron con oraciones personales o lamentaciones colectivas, expresión de otra época donde la piedad personal y las vicisitudes de la comunidad creyente cobraron matiz diverso.
Los salmos han alimentado la piedad popular y han sido la oración de Jesús. Son todavía la base del oficio litúrgico que recitan hoy en día varios centenares de miles de religiosos, religiosas, sacerdotes, diáconos y laicos.
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La gran cantidad de textos que forman la Biblia hace muy difícil conocer el contenido, la autoría y la procedencia de todos ellos, siendo algunos olvidados por uno u otro motivo, o porque consideremos otros textos más importantes. Para hablar sobre importantes textos de la Biblia y conocer todos aquellos datos interesantes sobre ellos, en esta lección de un profesor que pone lo mejor de si en sus artículos debemos hablar sobre qué son los Salmos de David. Extraordinariamente bellos que nos llenan el alma.
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La historia y la lectura de la Biblias hebrea es hermosa, digna y sublime que purifican el alma. Los Salmos y los Proverbios levantan el alma de cualquier pecador. Hoy en el día de la aparición de la Virgen María en Fátima seguimos con nuestro Señora Jesucristo. AMÉN
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El Salmo 91, también llamado el “Himno triunfal de la confianza”, es una joya. Ha infundido aliento y paz a millones de creyentes en el fuego de la prueba. Según algunos comentaristas fue escrito en medio de una epidemia de peste (2 Samuel 24:13). Podrían ser circunstancias similares a las que estamos viviendo hoy. Su mensaje, por tanto, es muy relevante a nuestra situación actual de epidemia. Vivimos días de ansiedad e incertidumbre. El mundo entero está con miedo. De pronto hemos tomado conciencia de la fragilidad de la vida. ¿Qué pasará mañana? La fortaleza en la que el hombre contemporáneo se creía seguro se ha tornado debilidad, hay grietas en la roca y nos sentimos vulnerables. La gente busca un mensaje de serenidad y
tranquilidad. ¿Dónde encontrarlo?
Un artículo para el alma.
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Esta lectura me levantaron para investigar algunos Salmos y la verdad que son de una puerca que limpian el alma. Aquí algo breve:
Sálvame, oh Dios, por tu nombre, y júzgame con tu fuerza.
Oh Dios, escucha mi oración; escucha las palabras de mi boca.
Porque extraños se han levantado contra mí, y opresores buscan mi alma; no han puesto a Dios delante de ellos. Sela.
He aquí, Dios es mi ayudador; el Señor está con los que sostienen mi alma.
Él recompensará con maldad a mis enemigos; córtalos en tu verdad.
Te ofreceré sacrificios; alabaré tu nombre, oh SEÑOR; porque es bueno.
Porque él me ha librado de toda angustia, y mis ojos han visto su deseo sobre mis enemigos.
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Interesantes contenidos para nuestra cultura religiosa y avance espiritual. La cultura cananea influyó sobre los salmos y probablemente también sobre el resto de la literatura hebrea. El rey David, quien según la Biblia era poeta, perfeccionó la organización litúrgica y aplicó un poderoso impulso a la poesía salmódica hasta alcanzar la gran variedad y calidad de los poemas reunidos en este libro.
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Cuando uno ama, cada vez desea saber más, acerca de lo que ama, y si a este impulso se une un cierto sentimiento lírico y poético, nos encontramos que muchos, que quieren saber más acerca del Señor, para amarlo más, quieren rezar con los salmos, pero cuando comienzan, se defraudan. Llega un momento en que para ellos, los salmos no responden a la imagen que de estos tenían, ni a la fama que estos tienen como medio de oración de Santos y personas consagradas al servicio divino. Veamos. Los salmos tienen su origen en el culto de Israel a Yahvéh. Las poesías de estilo salmódico no eran antiguamente patrimonio exclusivo del pueblo Israelí. Son muy abundantes en las tradiciones literarias salmódicas, sumerias, asirias y babilónicas desde la más remota antigüedad. Excelente.
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El pueblo hebrero fue el único pueblo monoteísta del mundo antiguo de allí que Abraham sea el padre de la fe. Des sus vastagos nació David uno de los autores de los Salmos. Durante el período de la dominación persa contra los hebreos, los salmos estuvieron en pleno apogeo y se fueron diversificando en multitud de estilos y géneros diferentes: himnos, imágenes mesiánicas, lamentaciones individuales o grupales, escatología, súplicas a Dios donde se confiaba en recibir una respuesta, textos didácticos que recuerdan importantes episodios históricos, cánticos de acción de gracias de personas individuales o de la nación entera…Solo medfiante la fe en un solo Dios salió adelante el pueblo de Israel y los Salmos jugaron un rol de vitalidad.
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Dijo el Señor a mi Señor «[cf. Mt. 22,43-45; Mc. 12,36-37; Lc. 20,42-44; Sal. 110(109),1]. No puede haber aquí ninguna pregunta sobre el nombre de la colección «de David». Ni hay pregunta de una colección cuando San Pedro, en el primer Pentecostés en Jerusalén, dice: «Pues David no subió a los cielos, y sin embargo dice: “Dijo el Señor a mi Señor etc.» (Hch. 2,34). La autoría davídica es otorgada por Pedro, cuando cita los salmos 69(68),26; 109(108),8; 2,1-2 como «de la boca de David» (Hechos 1,16; 4,25). Y cuando el principal apóstol cita el salmo 16 (15),8-11, como las palabras de David, él explica cómo estas palabras fueron pensadas por el patriarca muerto como una manera de profecías para los siglos venideros (Hch. 2,25-32). El testimonio de San Pablo es concluyente cuando él (Rm. 4,6; 11,9) le atribuye a David partes de los Salmos 32(31), 35(34) y 69(68). Un no católico podría objetar que San Pablo se refería a la colección llamada «David», pues tal colección parece significar claramente «en David», en Daveid de Hebreos 4,7. Nosotros contestamos, ésa es una evasión: si San Pablo hubiese querido decir “una colección”, él habría dictado en Daveid en la Carta a los Romanos. Comparto estos contenidos por darme mucha paz interior y sobre todo levantarme el ánimo.
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Debo ser honesto que la mayoría de los detalles de este excelente artículo que va de generación en generación son valiosos para mí porque los ignoraba por completo. No sabía que los salmos aparecen en el idioma original hebreo, agrupados en cinco libros o colecciones, separados por doxologías que aparecen al final de los salmos salmo 41, salmo 72, salmo 89, salmo 106 y salmo 150. Este último consiste todo él en una doxología. La primera mención a la recolección que de alguna manera permite datarla se encuentra en el prólogo a una traducción del Eclesiástico que se escribió hacia el 117 a.C. donde se indica que el libro de los Salmos ya formaba parte de la Biblia hebrea a inicios del siglo IIa.C. Todos los aportes son valiosos.
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Me encanto y da mas asidero a mi fe. La poesía hebrea se caracteriza por una métrica especial fundada en el paralelismo semántico: repetir la misma idea dos veces por lo menos con distintas palabras:
El malvado cree queDios se olvida,que se tapa la cara y nunca ve nada (Salm. X, 11)
Son rasgos principales su concisión y carácter elíptico. Las ideas se fijan con pocas palabras, y se dejan implícitas muchas relaciones. Se renuncia a completar los nexos entre las ideas para que las palabras sueltas encuentren en el oyente lo que el poeta no consignó en el texto. Si a eso se añade que, por lo general, la poesía hebrea es breve, el trabajo exegético se dificulta mucho, pues no existe entonces la posibilidad de confrontar el texto en estudio con otros y elaborar por este medio una explicación conjunta que ilumine el detalle.
Si los poemas fueran más extensos… las distintas partes se iluminarían… y ayudarían a comprender el conjunto del poema. (Gunkel 1933:18)
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Es grato que en la universidad pública se contemple este tipo de artículos que levantan el alma. El Salterio, o Libro de los Salmos, es el primer libro de las “Escrituras” (Kethubhim o Hagiographa), es decir, la tercera sección de la actual Biblia hebrea impresa. En esta sección de la Biblia hebrea el orden canónico de los libros ha variado substancialmente, mientras que en las secciones primera y segunda, es decir, en la Ley y los Profetas, los libros han estado siempre casi en el mismo orden. La lista Talmúdica (Baba Bathra 14b) coloca el libro de Rut antes que los Salmos. San Jerónimo encabeza las “Escrituras” con los Salmos, en su “Epístola ad Paulinum” (P.L. XXII, 547), con Job en su “Prólogo Galeatus”
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