Reino de Nabatea
El Reino de Nabatea fue una entidad política poderosa que floreció entre el siglo IV a.C. y en torno al año 106 d.C. en la región de la actual Jordania y que es más conocido hoy en día por las ruinas de su ciudad capital, Petra. Aunque está claro que para el 312 d.C. una comunidad rica estaba prosperando en las inmediaciones de Petra (como lo atestigua la expedición griega emprendida contra ellos), los estudiosos suelen datar la duración del Reino de los nabateos desde el 168 a.C., fecha de su primer rey conocido, hasta el 106 d.C. cuando fue anexado por el Imperio romano bajo Trajano (98-117 d.C.).
Los nabateos eran nómadas de Arabia provenientes del desierto del Néguev que acumularon su riqueza primero como comerciantes en las Rutas del Incienso las cuales serpenteaban desde Qataban (en el actual Yemen) hasta el vecino Reino de Saba (un poderoso eje de actividad comercial) y de allí hacia Gaza en el mar Mediterráneo. Sus viajes constantes en estas rutas los familiarizaron íntimamente con el área y su habilidad para encontrar y preservar las fuentes de agua los hicieron capaces de transportar mercancías más rápida y eficientemente que otros.
El lugar donde se sitúa su ciudad de Petra, esculpida en los riscos montañosos de arenisca y de difícil acceso, habría sido construido después de que ellos ya eran ricos gracias al comercio. Su decisión de construir particularmente en esa área ha desconcertado a estudiosos e historiadores durante siglos porque allí no había ninguna fuente natural de agua y el área estaba lejos de ser acogedora. Sin embargo, la posición geográfica en realidad tiene mucho sentido, puesto que su posición en Petra les permitía controlar a distancia las Rutas del Incienso y cobrarles impuestos a las caravanas que pasaban por su territorio, de modo que se enriquecieron aún más y su falta de accesibilidad les brindaba protección.
Tras la anexión por Roma en 106 d.C., Petra y otras ciudades nabateas tales como Hegra fueron perdiendo gradualmente su predominio sobre las Rutas del Incienso y su control sobre la región en general. El ascenso de la ciudad siria de Palmira como un centro de comercio desvió las caravanas de las ciudades nabateas que a su vez decayeron en riqueza y prestigio. La destrucción de Palmira por el emperador Aureliano en torno a 272 d.C. llegó muy tarde para resucitar la economía nabatea y para la época de la invasión árabe en el siglo VII d.C., el Reino nabateo había sido olvidado.
Primeros intercambios comerciales en las Rutas del Incienso
El término «Rutas del Incienso» se refiere a una serie de direcciones distintas que los comerciantes tomaban entre Arabia Meridional y el puerto de Gaza entre los siglos VII/VI a.C. y el siglo II d.C. El comercio a lo largo de estas rutas parece haberse hecho más lucrativo en torno al siglo III a.C. para cuya época los nabateos tenían el control de las ciudades más importantes a lo largo de las rutas. Las Rutas del Incienso no describen un único camino o caminos entre Arabia y Gaza, sino una dirección general que los mercaderes tomaban entre esos dos puntos. Según Plinio el Viejo (23-79 d.C.), las rutas abarcaban 1.200 millas (1.931 kilómetros) y tomaba 65 días para viajar en una dirección con una parada en una ciudad, preferiblemente cada noche.
Estas paradas no eran solamente para descansar, sino que eran un aspecto importante del negocio. La ciudad de Mamshit (o Mampsis), por ejemplo, era famosa por sus caballos árabes los cuales llegaban a alcanzar precios altos. Por lo tanto, los mercaderes se irían de ciudad en ciudad, comprando y vendiendo sus mercancías en cada parada antes de llegar al destino final en el puerto de Gaza. A medida que ciertas ciudades comenzaban a cobrar impuestos más elevados, el comercio se desviaba hacia otras que eran consideradas más hospitalarias. Sin embargo, para el siglo III d.C., las ciudades controladas por los nabateos se habían convertido en una parte tan integral del comercio a lo largo de las rutas que no se podían evitar.
Entre estas ciudades estaban aquellas que serían conocidas como Haluza (o Halasa), Mamshit, Avdat (u Ovdat) y Shivta; todas ofrecían mercancías para el comercio, lo mismo que alojamiento confortable para los comerciantes. Los fuertes nabateos construidos a lo largo de las rutas garantizaban la seguridad de los mercaderes, pero, como era el caso con los tributos impuestos a los mercaderes, su protección tenía un precio. Aunque para el siglo III a.C. los nabateos ya eran bastante ricos como mercaderes viajeros, se hicieron aún más ricos gracias al control estricto que ejercían de las Rutas del Incienso una vez establecido su reino.
Riqueza, costumbres, derechos de la mujer
Se cree que ellos fueron capaces de ser tan exitosos gracias al control precoz del agua a lo largo de las rutas. Mientras que otras tribus árabes tenían que regatear por el precio del agua, los nabateos excavaban cisternas que se llenaban con agua de lluvia y luego las cubrían y dejaban señales que sólo ellos podrían reconocer. Al seguir esta política eran capaces de viajar con mayor facilidad que sus competidores en el comercio. También fueron capaces de resolver el problema del agua para Petra por medio del ingenio tecnológico. Los nabateos organizaron un sistema elaborado de transporte y conservación del agua inigualable en su época y que no ha sido superado en la región. El área está sujeta a riadas y mediante una construcción cuidadosa de presas, cisternas y acueductos, los nabateos fueron capaces de crear un oasis artificial en una zona árida que no sólo les daba sustento, sino que los elevó a ser el reino más poderoso de la región.
No está claro precisamente cuándo fueron construidas las ciudades de Petra y de Hegra, pero los nabateos estaban bien establecidos para finales siglo IV a.C. cuando su riqueza atrajo la atención del general griego (y futuro rey) Antígono I (reinó de 306-301 a.C.). En el 312 a.C., Antígono fingió amistad con los nabateos y entonces envió a su hijo Demetrio en un ataque sorpresa contra Petra. Sin embargo, los nabateos no se habían dejado engañar y estaban preparados para Demetrio. Su ofensiva fracasó y él llegó a un acuerdo con los nabateos y regresó donde su padre; ambos fueron expulsados de la región por los nabateos en un combate posterior.
La inmensa riqueza del Reino nabateo creció y se hizo legendaria en su propia época. Siglos después seguía siendo mencionada por los historiadores, tales como Estrabón (murió en torno al 23 d.C.) y Diodoro Sículo (siglo I a.C.). Estos dos escritores, igual que otros, representan uniformemente a los nabateos de manera positiva. Diodoro hace referencia no sólo a la riqueza de los nabateos, sino también a sus costumbres, en el Libro XIX de su Biblioteca Histórica:
Es útil para aquellos que lo desconozcan detallar las costumbres de estos árabes mediante las cuales, según se cree, consiguen preservar su libertad. Llevan una vida al aire libre y llaman patria a un desierto sin ríos ni abundantes manantiales de los que sea posible dar de beber a un gran ejército.
No estaban habituados ni a sembrar trigo, ni a cultivar ningún otro tipo de planta que dé fruto, ni gustan del vino, ni construyen casas. De hecho, cualquiera que sea visto haciendo esto es condenado a muerte.
Así acostumbran a hacer, porque entendían que aquellos que tenían estas cosas, por la necesidad de mantenerlas, serían fácilmente obligados por los poderosos a acatar sus órdenes. Algunos de ellos crían camellos, otros crían ovejas y pastorean en el desierto. Aunque son muchas las tribus árabes que pastorean en el desierto, estos aventajan a los otros en su riqueza, aun siendo su número no mucho más de diez mil. No pocos de ellos están acostumbrados a transportar hasta el mar incienso y mirra y las más variadas especias que han recibido de los mercaderes de la llamada Arabia Feliz [el actual Yemen].
Son extremadamente celosos de su libertad. Cada vez que un considerable ejército enemigo se acerca a su territorio, se refugian en el desierto, aprovechando la dificultad del terreno. Este es extremadamente seco y resulta muy complicado pasar por allí, salvo para ellos, ya que tienen preparados bajo la tierra aljibes cubiertos con estuco, lo que les proporciona seguridad.
Esta tierra es, en algunas zonas, arenosa, y, en otras, es una suave piedra donde pueden excavar grandes cuevas. La entrada que construyen es muy pequeña pero a medida que van profundizando, siempre van haciendo las excavaciones más anchas, hasta que, al final, alcanzan tal tamaño que tienen a cada lado un pletro [101 pies/30 metros].
Tras haber llenado de agua de lluvia esos aljibes, cubren las entradas de tal forma que se mimetizan con el terreno, pero dejan señales solo reconocibles para ellos e irreconocibles para los demás.
Dan de beber a su ganado cada dos días, para que no tengan necesidad de agua constantemente, si tienen que ir por tierras donde no haya. Ellos se alimentan de carne y leche y de los productos de la tierra a discreción, pues crece en su tierra el pimiento y la llamada miel silvestre de los árboles, de la que se sirven mezclada con agua.
Diodoro de Sicilia. Biblioteca histórica. (Traducido por Juan Pablo Sánchez en 2014; Libro XIX.94.2-10, páginas 187-188/319.)[1]
Estrabón presenta un cuadro similar de los nabateos, pero contradice a Diodoro en la costumbre de beber vino, afirmando que ellos cultivaban uvas para vino y que bebían en banquetes. Sin embargo, sí deja claro que ellos no bebían en exceso como lo hacían los romanos, sino que se restringían a no más de once copas en el curso de una velada (Geografía XVI.4.26). Además detalla que ellos utilizaban camellos en vez de caballos, llevaban «una especie de faja alrededor de sus caderas» en vez de túnicas y eran tan democráticos que su rey insistía en servir a los demás en un banquete.
En la cultura nabatea, las mujeres eran consideradas como iguales a los hombres. Las inscripciones indican que las mujeres eran sacerdotisas, cogobernantes o monarcas autónomas; podían heredar y disponer de propiedad, ser propietarias de su propia tumba, presentar demandas y representarse a sí mismas ante la corte y sus retratos aparecían en las monedas. Algunas de las divinidades más populares del panteón nabateo eran femeninas, tales como Al-‘Uzza (o Uzza), Manawat (o Manat) y Al-lat (o Alilat).
Religión nabatea
No se sabe nada de las prácticas religiosas de los nabateos excepto que eran politeístas y que veneraban al sol en ceremonias que se realizaban en las azoteas de los templos y honraban a sus dioses en ceremonias privadas en casa. Había una clase sacerdotal que estaba abierta a ambos, hombres y mujeres, pero se desconoce cómo se los seleccionaba o cuál era la preparación que recibían. Es probable que, como en Egipto, los sacerdotes y sacerdotisas se ocuparan de los dioses, no del pueblo, y parece que no había ninguna institución de servicios de culto público aparte de los festivales.
Los dioses del panteón nabateo nunca fueron representados en estatuaria a gran escala, pero aparecen en entradas, en los nichos de los templos, en las monedas, tumbas, cerámicas y como amuletos y talismanes. Los tres dioses más importantes en los primeros años de la cultura son:
Al-Qaum – dios de la guerra, protector del pueblo, dios de la noche, protector de las almas;
Al-Kutbi – dios del conocimiento, de la escritura y de la adivinación;
Al‘Uzza – diosa madre suprema asociada con el poder divino y terrenal.
Deidades posteriores fueron Manawat (diosa de la fortuna y de la fertilidad), Al-lat (diosa de la renovación, de la primavera y de la fertilidad) y Dushara (también dado como Dusares, dios de las montañas y del día, asociado con el sol). De todas estas deidades, Dushara perduró por más tiempo y fue la deidad que se veneraba desde las azoteas de los templos nabateos. Seguía siendo representado en las monedas después de la anexión del Reino nabateo por Roma.
Los reyes nabateos y los conflictos
Los nabateos sabían leer y escribir y desarrollaron la escritura árabe, pero no escribieron nada de su propia historia. La historia de su cultura, costumbres y reyes fue escrita por escritores griegos y romanos y está sugerida por su arquitectura, por su arte y por las breves inscripciones que dejaron atrás. A medida que se desarrollaba su reino, los nabateos entraron en contacto y conflicto con aquellos pueblos de las regiones circundantes y los escritores de esas naciones suelen mencionar a los reyes nabateos.
Había un primer rey posiblemente llamado Requem o Raqmu y se sabe que la ciudad de Petra que ahora conocemos lleva su nombre. Petra (que significa «piedra» en griego) era el nombre griego de la capital nabatea de Raqmu. Cuándo vivió o reinó este primer rey es tan misterioso como la fecha en que Petra fue esculpida en las paredes de los riscos. El primer rey que se puede atestiguar históricamente es Aretas I (en torno al año 168 a.C.) y su reinado marca el comienzo del Reino nabateo.
La fecha de Aretas I se atestigua por una inscripción citada en 168 a.C. y también se menciona en el Libro bíblico de Macabeos (5:8) que confirma su reino en esa época. Extendió el territorio nabateo y fue conocido como «el Tirano de los árabes» por sus enemigos. Apoyó a los Macabeos de Judea en su lucha contra los griegos seléucidas (en torno a 168/167 – en torno a 160 a.C.) y permitió que las fuerzas de Judas Macabeo realizaran incursiones desde su territorio.
El próximo monarca nabateo (que se dice fue el sucesor de Aretas I, pero lo más probable es que fuera un rey posterior) se conoce como Aretas II (también como Erotimus, reinó en torno a 120/110 – 96 a.C.). Aretas II entró en conflicto con la Dinastía asmonea instalada por los macabeos debido a las políticas de expansión en Judea. El rey asmoneo Alejandro Janneo (reinó del 103 al 76 a.C.) destruyó Gaza y tomó el control de la estación final de las Rutas del Incienso, menoscabando las ganancias nabateas.
El sucesor de Aretas II, Obodas I (en torno a 96-85 a.C.) venció a Janneo en una batalla y recuperó Gaza. Entonces venció a los griegos seléucidas bajo Antíoco XII Dioniso (87-84 a.C.) al matar al rey y al dispersar su ejército. Después de esta victoria fue deificado por su pueblo como lo atestigua una lápida en su tumba en la ciudad de Avdat. Su sucesor fue su hermano Rabel I (en torno a 85 a.C.) que murió en una batalla y el trono pasó a otro hermano que al ser coronado tomó el nombre de Aretas III (en torno a 85-60 a.C.).
Aretas III agrandó el territorio nabateo a su máxima extensión, controlando las rutas comerciales desde Siria a través de Arabia hacia la costa meridional. En el año 64 a.C., el general romano Pompeyo invadió y se apoderó de Siria para Roma y su general Escauro fue enviado para que se apoderara de Petra. Escauro no tuvo más éxito que Demetrio siglos atrás, pero el Ejército romano era mucho más potente que las fuerzas griegas anteriores y los nabateos fueron forzados a pagarle tributo a Roma para mantener su independencia.
A Aretas III lo sucedió Obodas II (en torno a 60-59 a.C.) que murió poco después de haber subido al poder y el trono pasó a Malico I (en torno a 59-30 a.C.) que fue forzado a someterse a Herodes el Grande como vasallo. A él lo sucedió Obodas III (en torno a 30-9 a.C.) que defendió el Reino nabateo contra Roma principalmente al enviar a su primer ministro Sileo para que «guiara» al Ejército romano bajo Galo hacia las ciudades nabateas. Sileo pretendió todo el tiempo ser un amigo sincero de los romanos y sin esfuerzo los condujo por el camino equivocado. Al final fue ejecutado en Roma por traición.
A Obodas III lo sucedió Aretas IV (en torno a 9 a.C. – 40 d.C.) a quien se le considera como el más grande de los reyes nabateos. Las inscripciones nabateas documentan su nombre como «Aretas, rey de los nabateos, amante de su pueblo» y fue reverenciado como un gran monarca. Su esposa Chuldu (también dada como Huldu, Huldo) reinó con él y posiblemente sola después de su muerte. Aretas IV consolidó el poder nabateo en la región, incluso ante las incursiones romanas, y fue capaz de ganar el reconocimiento de César Augusto como un rey autónomo. Los derechos de la mujer, las artes, la cultura, las leyes y la economía nabatea alcanzaron su plenitud bajo su reinado.
A él lo sucedió su hijo Malico II (en torno a 40 – 70 d.C.) que perdió territorios a favor de Roma y trató, sin éxito, de ganar el respeto de Roma al enviar fuerzas nabateas para que ayudaran a los romanos a sofocar la revuelta judía contra el gobierno romano en el 66-70 d.C. Murió (o fue asesinado) y su sucesor fue Rabel II Sóter (en torno a 70 – 106 d.C.), conocido como el salvador de su pueblo aunque perdió más territorio a favor de Roma y el prestigio de los nabateos decayó bajo su reinado. Su hermana Gamila lo sucedió brevemente, pero el Reino nabateo había llegado a su fin para esta época ya que crecía el poderío de Roma y en el año 106 d.C., la región fue anexada como la provincia romana de Arabia Pétrea.
Conclusión
Las ciudades de los nabateos decayeron bajo el gobierno romano y en torno a 363 d.C. un terremoto derrumbó muchas de ellas. La región estaba controlada por el Imperio romano de Oriente (el Imperio bizantino) que estableció iglesias en las ciudades y revitalizó el comercio hasta que en torno a 551 d.C., otro terremoto resultó en más destrucción generalizada. Para la época de la invasión árabe en el siglo VII d.C., las ciudades llevaban mucho tiempo abandonadas y los nabateos habían caído en el olvido.
No fue hasta el siglo XIX, cuando los exploradores europeos empezaron a visitar el área, que ciudades como Petra fueron redescubiertas y la cultura nabatea atrajo la atención por medio de la ciudad de Petra. El interés por los nabateos creció durante el siglo XX con un número de estudiosos y arqueólogos que visitaron la región y excavaron los sitios arqueológicos antiguos. En 1985, Petra fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y en 2007 fue escogida como una de las siete maravillas del mundo moderno.
La habilidad de los nabateos para la albañilería, claramente visible en las estructuras existentes de Petra, fue inigualable en el mundo antiguo y su habilidad para aprovechar al máximo cualquier oportunidad les permitieron convertirse en el reino más rico de la región. Aunque fueron olvidados durante siglos, hoy se reconoce a los nabateos como una cultura altamente desarrollada; fueron capaces no sólo de soportar el clima riguroso de la región, sino también prosperar en él.
Bibliografía
- Ancient Hegra by Laila Nehme, accessed 27 Feb 2018.
- Diodorus Siculus. Diodorus Siculus Histories. Harvard University Press, 1935.
- Hornblower, S. and Spawforth, A. The Oxford Companion to Classical Civilization. Oxford University Press, 2014.
- Lankester Harding, G. The Antiquities Of Jordan. Andesite Press, 2017.
- Mumford, L. The City in History: Its Origins, Its Transformations, and its Prospects. Mariner Books, 1968.
- Nabatean Pantheon, accessed 27 Feb 2018.
- Procopius. Procopius’ Histories. Harvard University Press, 1928.
- Strabo. Strabo’s Geography. Harvard University Press, 1929.
- Strassler, R. B. The Landmark Herodotus. Anchor Books, 2009.
- The Water Supply and Distribution System of the Nabatean City of Petra by Charles R. Ortloff, accessed 27 Feb 2018.
- Unearthing the History of Mada’in Saleh, accessed 19 Mar 2020.
- Women in the Nabatean Society by Mahdi Alzoubi, et. al., accessed 27 Feb 2018.
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Aunque los nabateos conocían la escritura, no dejaron textos históricos de considerado tamaño. Sin embargo, existen miles de inscripciones que todavía se encuentran hoy en varios lugares donde alguna vez vivieron, incluyendo graffitis y sus monedas acuñadas. La primera referencia histórica a los nabateos es del historiador griego Diodoro Sículo, que vivió alrededor del año 30 a. C., pero que incluye información 300 años anteriores. Usa como fuente a Jerónimo de Cardia; uno de los generales de Alejandro Magno que tuvo un encuentro de primera mano con los nabateos.
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El origen preciso de la tribu nómada árabe sigue siendo incierto. Una hipótesis ubica su tierra natal en el actual Yemen, al suroeste de la península arábiga, pero sus deidades, idioma y escritura no comparten nada con los del Arabia del Sur. Otra hipótesis sostiene que su origen se encontraba en la costa oriental de la península.
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Los nabateos eran una de las diversas tribus nómadas beduinas que recorrían el desierto de Arabia y se trasladaban con sus rebaños a donde pudieran encontrar pastos y agua. Se familiarizaron con su área a medida que pasaban las estaciones, y luchaban por sobrevivir durante los años severos cuando disminuía la lluvia estacional.
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El reino nabateo teos durante la antigüedad clásica. Nabataea permaneció independiente desde el siglo IV a. C. hasta que fue anexionada por el Imperio Romano en el año 106 d. C., que la rebautizó como Arabia Pétrea
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Los nabateos eran nómadas de Arabia provenientes del desierto del Néguev que acumularon su riqueza primero como comerciantes en las Rutas del Incienso las cuales serpenteaban desde Qataban (en el actual Yemen) hasta el vecino Reino de Saba (un poderoso eje de actividad comercial) y de allí hacia Gaza en el mar Mediterráneo.
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